sábado, 31 de marzo de 2012

KOFI ANNAN, PIEL NEGRA, MASCARA BLANCA




 

Ex Secretario General de la ONU y premio Nobel de la Paz




Si bien el balance del trabajo de Kofi Annan cuando estuvo a la cabeza de la ONU mostró un éxito indiscutible en materia de administración, de gestión y de eficacia, las críticas son extremadamente numerosas en el plano político. Como secretario general, Kofi Annan se dedicó a adaptar la ONU al mundo unipolar y a la globalización de la hegemonía estadounidense. Puso en tela de juicio las bases ideológicas de la ONU y privó a esa organización de su capacidad para evitar y prevenir el estallido de conflictos. A pesar de todo ello, es precisamente Kofi Annan quien ha sido nombrado para resolver la crisis siria.



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© SANA
Kofi Annan, ex secretario general de la ONU y Premio Nobel de la Paz, ha sido designado enviado especial conjunto de Ban Ki-Mon y de Nabil ElArabi para negociar una solución pacifica de la crisis siria. Cuenta para ello con excepcional experiencia y con una imagen muy positiva, así que todos han saludado su nominación.
¿Qué representa este alto funcionario internacional? ¿Quién lo aupó hasta las más altas funciones? ¿Qué decisiones políticas tomó y qué compromisos asume actualmente? La discreción parece ser la única respuesta a todas esas preguntas, como si el cargo que desempeñó en el pasado constituyese una prueba de neutralidad.

Escogido y educado por la Fundación Ford y la CIA

Los ex colaboradores de Kofi Annan ponderan su amabilidad, su inteligencia y su sutileza. Dotado de una personalidad altamente carismática, su paso dejó una profunda huella ya que no se comportó como un simple «secretario» de la ONU sino más bien como el «general» de las Naciones Unidas, tomando iniciativas que dieron nueva vida a una organización empantanada en la burocracia. Todo eso se sabe y se ha repetido hasta la saciedad. Sus excepcionales cualidades profesionales le valieron el Premio Nóbel de la Paz, a pesar de que ese honor teóricamente debería recompensar un compromiso político personal, no una carrera de administrador.
Kofi y su hermana gemela Efua Atta nacieron el 8 de abril de 1938 en el seno de una familia aristocrática de la Costa de Oro del golfo de Guinea. Su padre era el jefe tribal de la etnia fante y gobernador electo de la provincia de Ashanti. A pesar de ser contrario a la dominación británica, fue un fiel servidor de la Corona. Participó, junto a otros notables, en el primer movimiento de descolonización, pero vio con inquietud y sospecha la agitación revolucionaria de Kwame Nkrumah.
En todo caso, los esfuerzos de Nkrumah condujeron a la independencia del país, bajo el nombre de Ghana, en 1957. Kofi tenía entonces 19 años. A pesar de no haber participado en la revolución, se convirtió en vicepresidente de la nueva asociación estudiantil nacional. Fue entonces cuando un reclutador de la Fundación Ford se fijó en él y lo incorporó a un programa de «líderes jóvenes». Ya en dicho programa, el joven Kofi fue invitado a un curso de verano en la universidad de Harvard (ver similitudes históricas con el padre kenyano del actual presidente Barack Obama). Después de comprobar su entusiasmo por Estados Unidos, la Fundación Ford le propuso una formación completa, primeramente como estudiante de Economía en el Macalester College de Minnesota y más tarde estudiando Relaciones Internacionales en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de Ginebra (IHEID).
Al término de la Segunda Guerra Mundial, la Fundación Ford, creada por el célebre industrial estadounidense Henry Ford, se convirtió en un instrumento no oficial de la política exterior de Estados Unidos, ofreciendo una pantalla respetable a las actividades de la CIA [1].
La vida de estudiante de Kofi Annan del otro lado del Atlántico (de 1959 a 1961) coincide con los momentos más difíciles de la lucha por los derechos civiles de los negros estadounidenses (el comienzo de la campaña de Martin Luther King en Birmingham). Asistió entonces, en Estados Unidos, a una especie de prolongación del proceso de descolonización que ya había conocido en Ghana, pero tampoco participó.
Satisfechos de sus resultados académicos y de su discreción en el plano político, sus mentores estadounidenses le abrieron las puertas de la Organización Mundial de la Salud, donde encontró su primer empleo. Después de 3 años de trabajo en la sede de Ginebra, pasó a formar parte de la Comisión Económica para África, con sede en Addis Abeba. Pero no contaba con suficientes diplomas como para poder aspirar a hacer carrera en la dirección de la ONU, así que regresó a Estados Unidos para estudiar administración en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) (de 1971 a 1972). Trató de regresar a su país natal como director de Desarrollo Turístico pero, al verse continuamente en conflicto con el gobierno militar del general Acheampong, regresó a la ONU en 1976.

Una carrera brillante, con trágicos fracasos

En la ONU ocupó diversas funciones, primeramente en el seno de la UNEF II (la fuerza de interposición entre Israel y Egipto creada después de la guerra de octubre de 1973) y más tarde como director de personal de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR en inglés, en castellano es ACNUR sus siglas). Conoce entonces a la abogada Nane Lagergren y se casa con ella en segundas nupcias. Esta abogada sueca es la sobrina de Raoul Wallenberg, representante oficial de Suecia en Hungría durante la Segunda Guerra Mundial, célebre por haber salvado a cientos de judíos perseguidos mediante la entrega de pasaportes. Wallenberg trabajaba también para la OSS (la antecesora de la CIA) como agente de enlace de Estados Unidos con la resistencia húngara. Desapareció al final de la guerra y se dice que los soviéticos lo hicieron prisionero para acabar con la influencia estadounidense en Hungría. En todo caso, la feliz unión con la sobrina de Wallenberg abrió a Kofi Annan una serie de puertas que no lograba pasar, esencialmente las de las organizaciones judías.
El secretario general de la ONU Javier Pérez de Cuellar nombró a Kofi Annan asistente a cargo de los recursos humanitarios y responsable de la seguridad del personal de la ONU (de 1987 a 1990). Cuando Irak decide la anexión de Kuwait, 900 empleados de la ONU se ven atrapados en aquel país. Kofi Annan logra negociar con Sadam Husein la salida del personal de la ONU, lo cual le proporciona prestigio en el seno de la organización. Se encargará después del presupuesto de la ONU (de 1990 a 1922) y, ya bajo el mandato de Butros Butros-Ghali, de las operaciones de paz (de 1993 a 1996), con un breve paréntesis como enviado especial para Yugoslavia.
Según el general canadiense Romeo Dallaire, comandante de los cascos azules en Ruanda, Kofi Annan no reaccionó ante sus numerosos avisos y demandas y sería, por lo tanto, el principal responsable de la inacción de la ONU durante el genocidio (cuyo balance se calcula en 800,000 muertos, esencialmente miembros de la etnia tutsi, entre los que también se cuentan opositores pertenecientes a la etnia hutu) [2].
Un escenario prácticamente idéntico se reprodujo en Bosnia, donde las fuerzas bosnio-serbias tomaron como rehenes a 400 soldados de la ONU. Kofi Annan no respondió entonces a los llamados del general Bernard Janvier y permitió así la ejecución de masacres que ya eran previsibles.
A finales de 1996, Estados Unidos se opuso a la reelección del francófilo egipcio Butros Butros-Ghali como secretario general de la ONU. Washington logró entonces imponer su propio candidato: Kofi Annan, un alto funcionario internacional proveniente de la misma ONU. En vez de obstaculizar su nominación, los fracasos de Kofi Annan en Ruanda y Bosnia se convirtieron en cartas de triunfo cuando el candidato los confesó cándidamente y prometió reformar el sistema para que no volvieran a producirse en el futuro. Kofi Annan fue electo bajo esa premisa y asumió el cargo de secretario general el 1º de enero de 1997.
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El Centro de Conferencias de Pocantico

Secretario General de la ONU

Kofi Annan organizó inmediatamente un seminario anual de 2 días, a puertas cerradas, para unos 15 embajadores ante la ONU. Este «retiro» (sic) cuenta con la generosa acogida del Rockefeller Brothers Fund en el Centro de Conferencias de Pocantico (al norte de Nueva York). En ese lugar, fuera del marco de la ONU, el secretario general conversa sobre la reforma de la organización y las relaciones internacionales con los representantes de los países que lo respaldan.
En ese contexto, Kofi Annan redistribuye los gastos de la ONU en función de las prioridades políticas y reduce significativamente el presupuesto de la secretaría general. Reorganiza el funcionamiento administrativo alrededor de 4 objetivos (paz y seguridad, desarrollo, asuntos económicos y sociales, asuntos humanitarios). Crea un puesto de secretario general adjunto, cuyo ocupante podrá sustituir al secretario general, y se dota de un verdadero gabinete capaz de aplicar rápidamente las decisiones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General.
La gran iniciativa de Kofi Annam fue el Global Compact, una movilización de la sociedad civil por un mundo mejor. Basándose en un diálogo voluntario, empresas, sindicatos y ONGs debatieron y se comprometieron a actuar a favor del respeto de los derechos humanos, del respeto de las normas laborales y del medio ambiente.
En la práctica, el Global Compact no dio los resultados esperados en el terreno. Por el contrario, desvirtuó profundamente el papel de la ONU al relativizar el poder de los Estados-Naciones y al reconocer el de transnacionales y asociaciones que de «no gubernamentales» no tienen más que el nombre y que reciben por debajo de la mesa jugosas subvenciones de las grandes potencias. Al convertir a los grupos de influencia en socios de los Estados-Naciones, Kofi Annan enterró el espíritu de la Carta de San Francisco. Ya no se trata de proteger a la humanidad de ese mal que es la guerra reconociendo la igualdad de derechos de los Estados grandes o pequeños, sino de mejorar la condición humana favoreciendo la convergencia entre intereses privados. El Global Compact es el paso de una lógica casi unánimemente aceptada según la cual el Derecho Internacional está al servicio del Bien Común a una lógica que sólo defienden los anglosajones y que ve el Bien Común como una quimera mientras que la Buena Gobernanza consiste captar la mayor cantidad de intereses particulares. En definitiva, el Global Compact tuvo el mismo efecto que las galas con fines caritativos que se organizan en Estados Unidos: tranquilizar la conciencia con unos cuantos programas altamente publicitados a través de los medios de comunicación para mantener las injusticias de carácter estructural.
En ese sentido, los mandatos de Kofi Annan (de 1997 a 2006) reflejan la realidad del periodo histórico, la realidad de un mundo unipolar condenado a la globalización de la hegemonía estadounidense en detrimento de los Estados-Naciones y de los pueblos que estos representan.
Esta estrategia sigue los pasos del dispositivo que Washington estableció en los años 1980 con la National Endowment for Democracy, agencia que –contrariamente a lo que indica su nombre– sirve de pantalla a la acción subversiva de la CIA mediante la manipulación de los procesos democráticos [3]. La NED subvenciona, de forma legal o ilegal, organizaciones patronales, sindicatos obreros y asociaciones de todo tipo. A cambio de ello, los subvencionados participan en el Global Compact y atenúan así las posiciones de los Estados-Naciones que no pueden financiar sus propios grupos de influencia. La Paz deja de ser una preocupación para la ONU ya que el mundo unipolar cuenta con su propio gendarme: Estados Unidos. Así que la ONU se dedica más bien a absorber todas las formas de protesta para dar más validez al desorden mundial y a la globalización progresiva de la hegemonía estadounidense.
El discurso adormecedor de Kofi Annan alcanzó su punto culminante en la Cumbre del Milenio. 147 jefes de Estado y de gobierno se comprometieron entonces a erradicar la pobreza y a resolver los principales problemas de salud del mundo, como el sida, en un plazo de 15 años. La dicha universal no exigía, al parecer, reformas políticas sino tan sólo que cada cual pusiese un poco de su parte depositando su limosna. ¿Cómo fue que no lo pensamos antes? Pero los Objetivos del Milenio no pasaron de ser un piadoso deseo mientras que se mantienen las injusticias, que a su vez siguen provocando guerras y miseria.
Siguiendo la misma línea, en su discurso del 20 de septiembre de 1999 ante la Asamblea General, el secretario general Kofi Annan expuso lo que se ha dado en llamar la «doctrina Annan». Utilizando como argumento su propia impotencia en Ruanda y en Bosnia, afirma entonces que, en esos casos, los Estados no cumplieron con su deber de proteger a sus pueblos. Y concluye que la soberanía de los Estados, principio rector de la Carta de la ONU, constituye un obstáculo para los derechos humanos. La Unión Africana adoptará esa visión bajo la denominación de «Responsabilidad de proteger», cosa que también hará la ONU en 2005, en ocasión de la Cumbre Mundial de Seguimiento de la Cumbre del Milenio. La doctrina Annan no es otra cosa que una expresión del derecho de injerencia ya invocado por los británicos para guerrear contra el Imperio Otomano y más recientemente actualizado por Bernard Kouchner. El concepto renovado se utilizará explícitamente por primera vez, en 2011, para legalizar la operación colonial contra Libia [4].
Los mandatos de Kofi Annan se caracterizaron además por el programa «Petróleo por alimentos», creado en 1991 por el Consejo de Seguridad pero efectivo solamente desde 1996 hasta 2003. Al principio se trataba de garantizar que los ingresos iraquíes provenientes del petróleo se utilizaran única y exclusivamente para satisfacer las necesidades de los iraquíes y no en el financiamiento de nuevas aventuras militares. Sin embargo, en el contexto del embargo internacional y bajo la supervisión personal de Kofi Annan, el programa se convirtió en un instrumento de Estados Unidos y del Reino Unido para desangrar a Irak mientras que ambas potencias ocupaban la «zona de exclusión aérea» (que corresponde aproximadamente al área del actual Kurdistán autónomo) hasta el momento del desencadenamiento de la agresión contra Irak y la posterior destrucción de ese país [5]. Varios altos funcionarios internacionales que estuvieron a cargo de aquel programa lo calificaron de «crimen de guerra» e incluso dimitieron después de negarse a aplicarlo. Dos de ellos, el secretario general adjunto Hans von Sponeck y el coordinador especial Denis Halliday, estimaron que aquel programa fue un genocidio que costó la vida a un millón y medio de iraquíes, entre ellos medio millón de niños [6]. Washington respondió brutalmente con una gran operación de espionaje contra Kofi Annan, sus colaboradores, su familia e incluso contra sus amigos. El hijo del secretario general, Kojo Annan, fue acusado de haber desviado fondos del programa «Petróleo por alimentos» con la complicidad de su padre. La acusación no llegó a convencer a los Estados miembros de la ONU y, por el contrario, fortaleció la autoridad del secretario general [7]. Sin embargo, durante los dos últimos años de su mandato, las potencias paralizaron a Kofi Annan y lo obligaron a bajar la cabeza.

Regreso al punto de partida

Después de 10 años de trabajo como secretario general de la ONU, Kofi Anna prosiguió su carrera en varias fundaciones más o menos privadas.
En diciembre de 2007, las elecciones en Kenya degeneran en un conflicto. El presidente Mwai Kibaki parece haber derrotado al candidato financiado por Washington, Raila Odinga, supuestamente primo del entonces senador Barack Obama. El senador estadounidense John McCain pone en duda los resultados de las elecciones y llama a la revolución mientras que oleadas de SMS anónimos exacerban las divergencias entre las diferentes etnias. En pocos días, los motines dejan más de 1,000 muertos y 300,000 desplazados. Madeleine Albright propone la mediación del Oslo Center for Peace and Human Rights. Este instituto envía dos mediadores: el ex primer ministro noruego Kjell Magne Bondevik y el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, miembros ambos del consejo de administración del Centro.
Como resultado de aquella «mediación», el presidente Kibaki fue obligado a plegarse a la voluntad de Estados Unidos. Pudo mantenerse en el cargo, pero tuvo que aceptar una reforma constitucional que lo priva de sus anteriores poderes, que pasan a manos del primer ministro, y tuvo que aceptar además nombrar primer ministro a… Raila Odinga. En su papel de viejo sabio africano. Kofi Annan contribuyó a dar un barniz de legalidad a un cambio de régimen impuesto por Washington [8].
Kofi Annan ejerce actualmente dos responsabilidades esenciales. En primer lugar, preside el Africa Progress Panel, organización creada por Tony Blair después de la cumbre del G8 organizada en Gleeneagles y cuyo objetivo es garantizar la cobertura mediática de las acciones del ministerio británico de Cooperación (DFID). Por desgracia, al igual que las de la Cumbre del Milenio, las promesas del G8 no se han concretado y la actividad del Africa Progress Panel es ínfima.
También ocupa la presidencia de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, siglas en inglés), que se plantea resolver el problema del hambre en el continente negro a través de la biotecnología. En realidad, el AGRA es un grupo de influencia financiado por la Fundación Bill Gates y la Fundación Rockefeller para favorecer la difusión de los OGM que producen los grupos Monsanto, DuPont, Dow y Syngenta, entre otros. La mayoría de los expertos que no dependen de esas transnacionales concuerdan en señalar que, más allá de la cuestión de sus consecuencias para el medio ambiente, el uso de OGM que no se reproducen sume a los campesinos en una posición de dependencia de sus proveedores e instaura una nueva forma de explotación del hombre.

Kofi Annan en Siria

¿Qué viene a hacer en Siria este ex alto funcionario internacional? Su designación indica, en primer lugar, que el actual secretario general de la ONU Ban Ki Moon, cuya imagen se ha visto empañada por su sumisión a Estados Unidos así como por constantes casos de corrupción [9], no podía desempeñar su papel, mientras que Kofi Annan cuenta, a pesar de su balance, con una imagen positiva.
En segundo lugar, un mediador sólo tiene posibilidades de éxito en la medida en que lo seleccionan las partes en conflicto. Pero no este el caso. Kofi Annan representa al secretario general de la ONU y al secretario general de la Liga Árabe. Defiende el honor y la reputación de ambas instituciones sin tener instrucción política precisa.
Si la designación del señor Annan fue aprobada de facto por los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y los de la Liga Árabe, es porque satisface expectativas contradictorias. Unos estiman que el enviado especial conjunto no tiene que buscar la paz sino arropar una paz ya negociada entre grandes potencias para que todos puedan mantener la frente en alto. Otros piensan que puede, por el contrario, repetir el guión kenyano y obtener un cambio de régimen sin más violencia.
Durante las últimas tres semanas, la acción de Kofi Annan ha consistido en presentar como su propio plan una versión corregida del plan ya había elaborado el ministro ruso de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov. De esa manera, Annan hace que ese plan presente una apariencia aceptable para Washington y sus aliados. El señor Annan introduce por demás, de forma voluntaria, un elemento de confusión al sugerir que convenció al presidente al-Assad para que designara a uno de sus vicepresidentes, Faruk al-Shara, para negociar con la oposición. Esto se presenta como una concesión siria al Consejo de Cooperación del Golfo. La realidad es muy diferente. Hace un año que el vicepresidente al-Shara está a cargo de esas negociaciones y la exigencia de Arabia Saudita y Qatar es totalmente diferente. Estos países pretenden que el presidente al-Assad renuncie a su cargo, por ser alauita, y que el poder pase al mencionado vicepresidente, por ser sunnita. Parece, por lo tanto, que el enviado especial conjunto está inventando una puerta de escape para los Estados que agredieron a Siria y que inventaron el cuento de la supuesta revolución democrática ahogada en sangre.
Sin embargo, el doble lenguaje de Kofi Annan, que cuando está en Damasco se declara satisfecho de su entrevista con el presidente al-Assad y se dice decepcionado cuando está en Ginebra, no ha disipado las interrogantes sobre sus verdaderas intenciones.

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA 

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