No ha sorprendido tras el fallecimiento, no pueden sorprendernos, declaraciones o notas como las de Javier Arenas, el candidato del PP en las futuras elecciones autonómicas andaluzas: “Fraga, ejemplo de honestidad, preparación intelectual, capacidad de trabajo y servicio de Estado”. En cualquier otro país democrático, si en España no hubiera regido la transición-transacción que operó y no se hubiera consolidado la “democracia” demediada, la Monarquía borbónica de la trama UBT que sufrimos, Arenas no podría ser, desde hoy mismo, candidato a nada o casi nada. Como máximo, a la presidencia de algún grupo residual de la Falange; a nada más.
Otras declaraciones, en cambio, escuecen un poco más… O bien mirado, no tanto. Son también probable consecuencia de la Inmaculada Transición en la que parece quieren que sigamos inmersos. José Antonio Griñán, el actual presidente andaluz, ha señalado: “[..] supo estar a la altura de las circunstancias cuando había que construir pacíficamente una España constitucional”. A la altura, ¿de qué circunstancias? ¿Pacíficamente? ¿De qué España constitucional se habla cuando hablamos de la España constitucional?
Las palabras de Santiago Carrillo, las del que fuera ex secretario general del PCE, no representan ninguna ruptura con el comentario de Griñán: “[…] hombre de talento con cierta capacidad de adaptarse a los tiempos… [aunque en sus inicios fue] un hombre muy de derechas, autoritario, empecinado en ideas y actitudes. En conjunto, su historia y su vida son muy contradictorias”. ¿Contradictorias? ¿Qué noción de contradicción maneja o tiene en mente don Santiago, el actual tertuliano de la SER?