A principios de los años ochenta,
Marco Pannella, principal dirigente del Partido Radical italiano, seguidor de
Gandhi, activista por los derechos civiles y persona bastante confusa, recuperó
para la política aquella vieja máxima que decía: “Si no puedes vencer a tu
enemigo, acuéstate con él…”. El genial Leonardo Sciascia y otros intelectuales
italianos creyeron a Pannella desencantados con la política de los partidos de
izquierda, sin darse cuenta que al Partido Comunista Italiano se le había
impedido gobernar en numerosas ocasiones por órdenes directas de Estados Unidos,
órdenes que acataron los partidos republicanos y socialistas de aquel país sin
rubor alguno. Las propuestas “renovadoras” de Pannella no llevaron a ninguna
parte y el boicot yanqui al gobierno comunista en Italia llevó a la
descomposición y desaparición de todos los partidos tradicionales italianos,
incluido el comunista, y a la situación increíble en que vive Italia desde que
un tipo como Silvio Berlusconi llegó al poder con los votos del pueblo italiano.
La democracia había comenzado a dejar de serlo para convertirse en una parodia
macabra al servicio de la oligarquía más ruin, cruel y patética de Italia y de
la UE.
Cito aquella célebre frase de Pannella porque el mensaje que
lanzaba con ella no tenía nada novedoso. Desde el final de la Segunda Guerra
Mundial, esa fue la forma de hacer política de la socialdemocracia europea:
Puesto que no queremos saber nada del régimen imperante en la URSS –argumentaban
sus principales dirigentes- ni que exista contagio alguno, nos acostaremos con
los poderosos, hablaremos, comeremos, bailaremos y nos fumaremos –llegado el
caso- unos porritos con ellos para intentar hacerles ver que es mejor que hagan
concesiones a las clases trabajadoras para convertirlas en clases consumidoras
que el virus soviético. En principio, la estrategia no estaba mal pensada, pero
claro, cuando uno se acostumbra a dormir, comer, fumar y folgar con tu poderoso
antagonista político, algo, inevitablemente se te tiene que pegar de él, de modo
que a la vuelta de unas décadas nos encontramos a los socialdemócratas poniendo
en práctica políticas económicas regresivas al más puro estilo de la Escuela de
Chicago. No seré yo quien diga que todos son iguales, pero lamentablemente esa
es la percepción que recibe una ciudadanía cada vez más inculta, perpleja, pobre
y dividida. Acostarte con tu enemigo puede estar bien si se trata de algo
momentáneo para conseguir un objetivo concreto, pero es asunto peligroso cuando
esa cohabitación coyuntural de convierte en costumbre porque normalmente se
suele producir un corrimiento ideológico hacia el lado del poderoso, de modo que
la derecha sea cada vez más extrema y la izquierda con posibilidades actuales de
gobernar, menos izquierda.