El cordobés Julio Priego representa a ese tipo de emigrante que
pertenece a lo que algunos llaman la generación sándwich: tiene 53 años,
lo que le hace ser demasiado joven para jubilarse, pero demasiado mayor
para las exigencias de muchas empresas en España. Harto de las
complicaciones de su país, hace un año hizo las maletas junto a su mujer
y se marchó a Londres dejando atrás muchas cosas, entre ellas a sus dos
hijos.
Como ellos, son miles los españoles mayores de 44 años que emigran cada año. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE),
17.436 españoles de entre 44 y 89 años se fueron a vivir al extranjero
durante 2011, un 27,8% del total de emigrantes españoles, una cifra
bastante superior en comparación a la de 2010: 10.134.
Además, el número de los que se irían pero no se deciden a dar el paso es muchísimo mayor. Según una encuesta encargada a Sigma Dos por el canal internacional de noticias France 24,
el 69% de los españoles que tienen entre 45 y 64 e incluso el 58,2% de
los que han cumplido la edad de jubilación estarían dispuestos a irse al
extranjero.
“Siempre se habla del paro juvenil, pero hay un sector de la
población que nos encontramos con una problemática parecida y parece ser
que no existimos, que no tenemos derecho ni a presente ni a futuro.
Llevamos demasiados años trabajando, pagando impuestos, aportando a la
sociedad y ahora nos encontramos sin trabajo, sin posibilidades de
encontrarlo, rebajadas las ayudas sociales que hemos contribuido a
crear”, lamenta Julio.
En España, trabajaba de comercial por cuenta propia y el negocio se
torció con la crisis. Su mujer, profesora, no encontraba trabajo, así
que decidieron probar suerte en Londres. Primero fueron para aprender
inglés, pero se han establecido allí: “En España no teníamos ni presente
ni futuro, así que había que buscarlo donde hubiera”.
UN MERCADO DE TRABAJO MUY DIFERENTE
Ahora, su mujer está trabajando en un hotel y él continúa estudiando inglés, aunque ha trabajado en una charity shop
[tienda de caridad] como voluntario. Explica que ha recibido varias
llamadas para entrevistas, pero que su nivel oral de inglés es aún
demasiado bajo. Julio señala que el mercado laboral de España es muy
diferente al del Reino Unido: “En Londres hay más movilidad. También
parece haber más respeto por los trabajadores, se tienen en cuenta sus
opiniones. Les gusta trabajar en equipo”.
“En la charity shop, me indicaban cómo colgar las prendas y
me explicaban el motivo de por qué se hacía de esa forma; no es como en
España, que el jefecillo de turno te dice: 'es porque yo lo digo'. Los
primeros días me quedé asombrado al ver en las cajas de los
supermercados a hombres y mujeres de 60 o más años trabajando. Veo que
cuando hable inglés tendré oportunidad de trabajar; solo dependeré de mi
capacidad, la edad no será un factor determinante”, apunta.
DE IDA, ¿Y VUELTA?
Por ello, segura que no se plantean volver a España: “Tenemos dos
hijos y se han quedado en España, hacen su propia vida. Además la
distancia ha afianzado y reforzado la relación con ellos ?¿Volver? ¿Para
qué? ¿Qué haríamos?”. Avisa, sin embargo, de que aquello “no es la
Arcadia”.
Él, por ejemplo, pasó los tres primeros meses en Londres viviendo con
una familia de Sri Lanka: "Muy encantadores, pero sus costumbres nos
eran extrañas. Las navidades las pasamos con ellos en una celebración
con sus canciones y sus bailes. Depende de la mentalidad con la que
vayas a un país te vas a adaptar mejor o peor, pero no puedes trasladar
tus costumbres, por mucho que las eches de menos. Para mí está siendo
una experiencia muy enriquecedora en todos los niveles".
“Irse a un país extraño y meterse en un albergue para compartir
habitación con ocho personas más está bien a los 20 años, pero a los 50
prefieres un hotel aunque sea barato, por lo que tienes que tener dinero
para vivir en condiciones mientras encuentras un alojamiento, trabajo,
etc. Si añadimos a los inconvenientes de un nuevo país, nuevas
costumbres, empezar de nuevo, que el alojamiento no resulte cómodo...
hace que una persona se venga abajo y a la primera de cambio renuncie y
se vuelva”.
Uno de los que ya ha vuelto es David, barcelonés de 49 años. En 2008,
cuando la crisis ya se dejaba ver, se marchó a Canadá. Allí estuvo
trabajando como carpintero durante dos años y en 2010 volvió a España.
Ahora, sin trabajo en su país, se prepara para marcharse de nuevo. Su
idea esta vez es irse a Portugal a principios del año que viene para
montar un negocio hostelero. Asegura que lo hace porque su experiencia
en Canadá fue muy positiva: “Allí se trabaja más, pero también se gana
más y se vive mejor. No tuve ninguna dificultad por la edad. Allí no te
discriminan por eso”.
PENSANDO EN MARCHARSE
Por todo ello, David no tiene dudas a la hora de dar consejos: “A los
mayores de 40 y de 45 años que no tienen trabajo en España les
recomiendo que se preparen y que lo intenten, pero que no se queden
sentados”.
Ana Moreno es una de las que lo está intentando. Vive en Málaga,
tiene 44 años y es Licenciada y Máster en Historia del Arte. Sin
embargo, siempre ha trabajado como contable o administrativo. Está
intentando cambiar de trabajo, pero asegura que en España es imposible.
"Los sueldos son de risa. Ponerme a buscar trabajo en algo
relacionado con el arte es imposible. Vi un anuncio de un museo en el
que pedían la licenciatura de Historia del Arte para trabajar en la
tienda. Además, aquí te quieren pagar como a un júnior pidiéndote que
tengas los conocimientos y la experiencia de un catedrático", lamenta.
Por eso, quiere marcharse de España y está buscando trabajo en
Holanda, pero las cosas tampoco son sencillas: "El problema es que si
estás aquí y envías tu CV por email, aunque tengas muchos estudios y
hables inglés (no chapurreado, sino con nivel C2), incluso un poco de
holandés, no te llaman aunque cumplas los requisitos. Sin embargo, para
irte allí y poder alquilar un apartamento te piden que demuestres
ingresos de trabajo. Es un pez que se muerde la cola, así que sigo
todavía en Málaga".
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