sábado, 13 de octubre de 2012

Los medios cambian su modo de informar sobre suicidios y huelgas de hambre a causa de la crisis.

Los suicidios han sido, desde hace décadas, un tema tabú en la prensa española y en el Ministerio de Sanidad. Había una regla no escrita por la cual se silenciaban este tipo de sucesos por miedo a que su publicación provocase un efecto contagio. Sin embargo, desde hace unos meses, cada vez se hacen públicos más casos de parados o trabajadores sin sueldo que, asfixiados económicamente, deciden acabar con su vida, aunque la cifra no es por el momento muy elevada.

La semana pasada, por ejemplo, un vigilante de seguridad de 53 años, casado, con dos hijos y al que su empresa le adeudaba siete mensualidades (10.000 euros), acabó con su vida después de agotar los últimos ahorros que tenía.
En otros países como Grecia, sí que se publican los datos oficiales sobre cuántas personas acaban con su vida cada año. Entre 2001 y 2010, el último del cual hay un registro completo, hubo 365,5 suicidios anuales: uno al día. En 2009 fueron 391 y, en 2010, 377.


Las autoridades griegas calculan que esas cifras se han disparado en los últimos dos años. Así, se habría pasado de las 2,8 muertes por cada 100.000 habitantes que había hasta 2010 a más de 5 en 2012, según el Ministerio de Salud griego. Solo en junio de 2012, hubo 50 suicidios en Atica, la zona en la que se encuentran Atenas y El Pireo.

Las causas no son solo la desesperación por la pérdida de poder adquisitivo, empleo, esperanza, dignidad… También ha influido que la sanidad pública haya dejado de recetar antidepresivos y cerrado el acceso de miles de ciudadanos a psicólogos y psiquiatras.

Huelgas de hambre

Los medios están haciéndose eco también de numerosas huelgas de hambre en España. Una de las más populares fue la del alcalde de Alburquerque (Badajoz), Ángel Vadillo, que recorrió a pie los 639 kilómetros que separan su pueblo de Madrid y estuvo tres meses bebiendo solo agua y azúcar frente al Ministerio de Industria. Reclamaba que el gobierno no abandonase las energías renovables, motor de empleo de su municipio, azotado por una tasa de paro del 40%. Con 25 kilos menos de peso, el 8 de septiembre dio por concluida su protesta. “Pero no la lucha”, reivindicó.

Más recientes –y exitosos– han sido los casos de José Coy y Rocío Pérez, afectados por las hipotecas. Coy, destacado activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Murcia, abandonó su huelga de hambre ayer, después de dos semanas, al alcanzar un acuerdo con Cajamar para evitar su desahucio. El pacto llegó un día después de que fuese ingresado en el Hospital Morales Meseguer a causa de las úlceras estomacales que le había producido su protesta.

Pérez, madre peruana con dos niñas a su cargo, inició la semana pasada una huelga de hambre frente a la sede de Bankia donde trataba de renegociar su deuda. El martes, la mujer de 42 años logró que esta entidad aceptase la dación en pago de su vivienda y que le permitiese seguir viviendo en su casa en régimen de alquiler social, con un aval de 1.500 euros.

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