viernes, 12 de octubre de 2012

La degeneración moral de los EEUU.


Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


El 31 de mayo de 2010, el gobierno derechista de Israel envió fuerzas militares para abordar en aguas internacionales los barcos de ayuda a Gaza de la Flotilla Libertad organizada por el Movimiento Libre Gaza y la Fundación Turca por los Derechos y Libertades Humanas y Ayuda Humanitaria. Los israelíes asesinaron a sangre fría a 8 ciudadanos turcos y a un ciudadano estadounidense. Muchos más fueron heridos por las fuerzas de “la única democracia de Medio Oriente”.
A pesar del asesinato de su ciudadano, Washington se puso inmediatamente de parte del demencial gobierno israelí. Los turcos reaccionaron de otra manera. El primer ministro de Turquía, Erdogan, dijo que los siguientes barcos de ayuda serían protegidos por la marina turca. Pero Washington retuvo a su títere y le pagó para que se callara. En otros tiempos, los turcos eran un pueblo bravío. Hoy son marionetas de Washington.
Lo presenciamos durante la semana pasada. El gobierno turco permite que unos islamistas de fuera de Siria, organizados por la CIA e Israel, ataquen ese país desde territorio turco. En varias ocasiones un proyectil de mortero ha caído, según informes noticiosos, si los creéis, justo dentro de la frontera de Turquía. Los militares turcos han utilizado la excusa para lanzar descargas de artillería hacia Siria.
Los que con buen motivo ya no creen a los medios estadounidenses y occidentales o a los gobiernos de EE.UU. y Occidente, piensan que los obuses de mortero fueron disparados por agentes estadounidenses o israelíes, o por los “rebeldes” que apoyan, a fin de proporcionar a Turquía la excusa para comenzar una guerra de la OTAN contra Siria. Una invasión o ataques aéreos de la OTAN aprobados por la ONU, como en Libia, han sido bloqueados por rusos y chinos. Pero si Siria y Turquía van a la guerra, la OTAN debe ayudar a su miembro, Turquía.
Una vez más vemos que los países occidentales dominan y masacran facilmente a los países musulmanes porque éstos no se apoyan entre ellos. En lugar de apoyarse mutuamente, los gobiernos musulmanes aceptan sobornos para que apoyen a las fuerzas cristianas/sionistas del bloque occidental.
Washington lo sabe, por lo cual Washington inició la reivindicación de su hegemonía mundial en Medio Oriente musulmán.
En Occidente, el ministerio de Propaganda sigue hablando de la “revuelta siria”. No hay revuelta alguna. Lo que ha pasado es que EE.UU. e Israel han equipado con armas y han enviado a Siria a islamistas que quieren derrocar el gobierno secular sirio.
Washington sabe que si consigue destruir al gobierno sirio el país se disolverá en facciones en conflicto como Irak y Libia.
Los Estados títeres de Europa y el de Japón forman, por supuesto, parte de la operación de Washington. No habrá quejas por su parte. ¿Pero por qué el resto del mundo acepta que Washington interfiera en los asuntos soberanos de otras naciones hasta el punto de invadirlas, enviar drones y equipos de asesinato y de masacrar a vastas cantidades de ciudadanos en siete países?
¿Significa esta aquiescencia que el mundo ha aceptado la afirmación de Washington de que es el país indispensable con derecho a gobernar el mundo?
¿Por qué, por ejemplo, permiten Rusia y Venezuela que el gobierno de EE.UU. financie su oposición política?
El Estado monopartidista estadounidense no tiene oposición política. Pero imaginad que la tuviera. ¿Toleraría Washington el financiamiento de su oposición por Rusia o Venezuela? Obviamente no. Los que se oponen a EE.UU. con dinero extranjero serían arrestados y encarcelados, pero no en Venezuela o Rusia, países donde, al parecer, la traición es legal.
El 8 de septiembre, Hugo Chávez derrotó a su oponente financiado por EE.UU., Henrique Capriles, por 54% contra 44%.
Sería un margen de victoria sorprendente en una elección presidencial en EE.UU. Sin embargo, en su reelección anterior, Chávez ganó por un 63%. Obviamente, el dinero de Washington y las actividades de propaganda de las Organizaciones No Gubernamentales financiadas por EE.UU. lograron influenciar a los venezolanos y reducir el margen de victoria de Chávez en un 9%. La interferencia de Washington es una barrera masiva para la dirigencia de otros países. Un 44% del pueblo venezolano sufrió un lavado de cerebro o fue demasiado estúpido para votar por el candidato de su propio país y votó por el candidato de Washington.
Es extraordinario que un 44% de los votantes venezolanos haya votado por convertirse en un Estado títere de EE.UU., como Turquía, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, España, Irlanda, Portugal, Eslovaquia, la República Checa, Polonia, los países bálticos, Escandinavia, Canadá, Japón, Corea del Sur, Australia, México, Bélgica, Taiwán, Colombia, Pakistán, Yemen. Probablemente he olvidado unos pocos.
Como me dijo una vez un alto funcionario del gobierno: “El Imperio nos cuesta mucho dinero”. Washington tiene que pagar a sus títeres para que representen a Washington en lugar de sus propios pueblos.
Washington, en su arrogancia extrema, olvida que su control es comprado, no querido. Los títeres de Washington han vendido su integridad y la de sus países por un lucro asqueroso. Cuando se acabe el dinero, se acabará el imperio.
Para entonces el pueblo estadounidense estará tan corrompido como los “dirigentes” extranjeros. En su reseña de The United States And Torture, editado por Marjorie Cohn (New York University Press, 2011) en Independent Review de otoño de 2012, Anthony Gregory escribe:
“En el EE.UU. de Reagan, un tema común en la retórica de la Guerra Fría era que los soviéticos torturaban a la gente y la detenía sin causa, obtenía confesiones falsas mediante una violencia cruel, y hacía lo indecible a detenidos que eran impotentes contra todo el peso despiadado del Estado comunista. Como en el caso de cualquier otro mal, la tortura diferenciaba a los malos, los rojos, de los buenos, el pueblo estadounidense y su gobierno. Sin embargo, por imperfecto que sea el sistema de EE.UU., tenía estándares civilizados que el enemigo rechazaba”.
En 2005, un año después que se filtraran las fotos de las torturas de Abu Ghraib, sondeos estadounidenses mostraron que un 38% había sucumbido ante la propaganda de que la tortura se justificaba en algunos casos. Después de cuatro años más de propugnación neoconservadora de la tortura, un sondeo de Associated Press, informó en 2009 de que un 52% de los estadounidenses apoyaba la tortura.
Al parecer la tortura fue un instrumento de la política de guerra fría de EE.UU. En la Escuela de las Américas, que operó en Panamá y después en Fort Benning, Georgia, entrenaron en la tortura a mlos ilitares latinoamericanos. Sin embargo, fue una operación clandestina. Hubo que esperar hasta el régimen neoconservador Bush para que algunos abogados del Departamento de Justicia (sic) de EE.UU., graduados de las mejores escuelas de derecho, escribieran memorandos legales justificando la tortura a pesar de leyes estatutarias de EE.UU. e internacionales que prohíben la tortura, y para que el presidente y el vicepresidente de EE.UU. reconocieran abiertamente y justificaran la tortura. Algunos de los criminales que escribieron esos memorandos enseñan ahora en prestigiosas escuelas de derecho. Uno fue nombrado al aparato judicial federal y ahora es un juez que sentencia a otros por sus ofensas.
Podemos concluir con Anthony Gregory que no solo los regímenes políticos extranjeros son corrompidos por el mal de Washington, sino también los propios estadounidenses. “Nada demuestra mejor la degeneración moral de la cultura política estadounidense que el asunto de la tortura de EE.UU.”
Washington todavía se disfraza y se pone el sombrero blanco de la ética y la mayor parte del resto del mundo cobra por participar en la mascarada.
Paul Craig Roberts fue editor de The Wall Street Journal y secretario asistente del Secretario del Tesoro estadounidense. Es autor de HOW THE ECONOMY WAS LOST , publicado por CounterPunch/AK Press. Su último libro publicado es Economies in Collapse: The Failure of Globalism, publicado en Europa en junio de 2012.


 

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