Artículo por Antonio Álvarez-Solís.
Ha ido a Euskadi a sembrar la confusión intelectual. Siempre fue un maestro en este terreno. Le conozco desde los desleales tiempos de Suresnes y me tocó enfrentarme en Catalunya a sus huestes en las elecciones del 82, cuando el PCC decidió que yo tenía que sentarme en el Senado. Hice mi campaña electoral adelantando lo que nos iba a pasar con un Gobierno formado por chicos financiados por la judía Fundación Ebert. Fue inútil. Nos barrieron. González tiene ese talento de vendedor de feria al que es imposible cazar con la razón. Me recuerda la derrota de mi tía abuela Aurelia en el mercado de Mieres ante unos polvos blanquecinos que un pícaro vendedor voceaba como «Polvos para adivinar». Mi tía abuela olió con sumo cuidado los polvos y concluyó que estaban hechos con mierda de gato. El vendedor la miró sonriente y animó a los posibles compradores con una frase triunfal: «¡Ya lo adivinó la señora!».
En Barakaldo, Felipe González vendió ayer la mierda de gato socialista al afirmar que «no habrá independencia en ningún territorio de España, y quien diga que va a haberla estará sometiendo a los ciudadanos a una frustración peligrosa». Es decir, sabe rotundamente que «no habrá independencia en ningún territorio de España», pero a la vez afirma que quien insista en la separación «frustrará» a los ciudadanos. Luego parece que la independencia se impedirá no electoralmente, sino con algún tipo de procedimiento que «frustrará» a los ciudadanos, a los que se supone favorables al soberanismo, ya que se «frustran» al no lograr lo votado ¿Qué tipo de procedimiento? Pues quizá una intervención armada. Claro que «de entrada, no». Como en lo de la OTAN. España o la mierda de gato.
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