lunes, 14 de noviembre de 2011

Boicot activo a la farsa electoral.


Tengo amigos y compañeros de lucha que participan en algunas de las candidaturas que se presentan a las elecciones del 20-N por mi localidad u otras localidades (Anticapitalistas, Izquierda Unida, PCPE, Republicanos…) No son burócratas sino militantes de base. Son gente a quien respeto y a quien podría votar como gobernantes, llegado el caso.

Las elecciones y un clásico del marxismo.

En el debate electoral, como en todos los debates (por ejemplo, el sindical), no es extraño que el dogmatismo seleccione y descontextualice aquellas citas de “los clásicos” que le sirven para justificar sus tesis preconcebidas, ocultando aquellos otros pasajes que podrían producir un efecto contrario.

No faltará, pues, quien me arroje a la cabeza libros de Lenin como La enfermedad infantil del izquierdismo, donde el revolucionario ruso afirma: “Mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados a trabajar en el interior de dichas instituciones, precisamente porque hay todavía en ellas obreros idiotizados. (…) La participación en un parlamento democrático-burgués no sólo no perjudica al proletariado revolucionario, sino que le facilita la posibilidad de hacer ver a las masas atrasadas por qué semejantes parlamentos merecen ser disueltos”.

Desde el lado opuesto, los abstencionistas me arrojarán el artículo “¿Debemos boicotear la Duma del Estado?”, escrito por Lenin en 1906 y publicado como volante del CC del POSDR: “¿Qué significa un boicot activo a la Duma? (…) ¿Por qué nos negamos a participar en las elecciones? Porque si participáramos en las elecciones, involuntariamente ayudaríamos a mantener en el pueblo la fe en la Duma y debilitaríamos con ello el vigor de nuestra lucha contra un remedo de representación popular”.

Ninguna de las dos partes, sin embargo, tendrá la madurez de copiar esa otra cita de La enfermedad infantil del izquierdismo que, menos sesgada, proporciona una visión global de las perspectivas electorales de Lenin: “Indudablemente, quien de un modo general siguiera sosteniendo la vieja afirmación de que abstenerse de participar en los parlamentos burgueses es inadmisible en todas las circunstancias, estaría en un error. No puedo intentar formular aquí las condiciones en que es útil el boicot. (…)La experiencia rusa nos da una aplicación feliz y acertada (1905) y otra equivocada (1906) del boicot por los bolcheviques. Analizando el primer caso, vemos: los bolcheviques consiguieron impedir la convocatoria del parlamento reaccionario por el Poder reaccionario, en un momento en que la acción revolucionaria extraparlamentaria de las masas (particularmente las huelgas) crecía con excepcional rapidez”.

¿Qué ocurre entonces? ¿Es que Lenin es un idiota que ni siquiera sabe qué postura tiene ante las elecciones al parlamento burgués? ¿O es que para Lenin la idiotez sería precisamente tener una postura inflexible, eterna y antidialéctica, válida para cualquier contexto independientemente de las circunstancias? Más aún: ¿no es toda la obra de Lenin una obra fundamentalmente coyuntural, que propone cómo hacer la revolución en un espacio y tiempo determinados? Eso parece indicarnos aquella célebre cita en la que nos recuerda que “el alma viva del marxismo es el análisis concreto de la realidad concreta”.

Así pues, el verdadero leninismo no es copiar citas de Lenin, o buscar en él las respuestas a todos nuestros problemas actuales; sino imitar su actitud: una actitud de crítica despiadada, de refutación de los dogmas del propio marxismo (empezando por el dogma de que la revolución socialista debía darse primero en los países industrializados de Europa) y de análisis concreto a la medida de la realidad concreta y sus circunstancias (como Mariátegui haría más tarde en Latinoamérica), siempre más ricas y contradictorias que cualquier modelo, ya que un modelo es, por definición, simplificador.

Análisis concreto de las actuales candidaturas de izquierdas.

La coyuntura política de estas elecciones arroja unas cuantas obviedades. La primera de ellas es que, de las cuatro candidaturas que he mencionado, sólo IU tiene posibilidades de obtener alguna representación parlamentaria. Pero, precisamente, es también IU la única que, en mi opinión, ha sido claramente cooptada por el sistema.

Sin ir más lejos, en el Informe al Consejo Político Federal del 17 de octubre, leemos: “Nosotros hemos dicho y es posición de nuestra Organización, que ni por activa ni pasiva gobernará la derecha con los votos de IU”. La traducción política de esto es aún más sorprendente: IU considera que el PP es la derecha y el PSOE “la izquierda” moderada. De ahí que Cayo Lara amenazara con expulsar de la organización a aquellos diputados extremeños que se negaban a ser la llave del PSOE (simplemente por considerar, como Anguita, que PSOE y PP la misma mierda es).

Así pues, aplicando la lógica del “ni por activa ni por pasiva”, IU ha establecido con el PSOE un pacto global merced al cual, a nivel municipal y autonómico, le regalarán a dicho partido todos sus votos a cambio de nada. Siendo el PSOE el partido que más recortes neoliberales ha hecho en la historia del Estado español (véase en especial su última legislatura), semejante sumisión política a este partido me parece razón suficiente para no votar a Izquierda Unida.

Por supuesto, también tengo mis diferencias con el resto de candidaturas. El PCPE se ha negado, con argumentos algo surrealistas, a participar en el 15 M, en un aislacionismo del “movimiento real de las cosas” que poco o nada tiene que ver con el marxismo. Anticapitalistas tuvo una actitud tibia ante la invasión imperialista de Libia, y de hecho apoyó a los llamados “rebeldes” que, desde el primer día, suplicaban una invasión de la OTAN. Republicanos parece demasiado centrada en una reivindicación republicana tendente al folclore y demasiado alejada de los movimientos sociales y populares.

Sin embargo, mi grado de confluencia con estas tres candidaturas es suficiente como para votarlas. Entonces, ¿por qué no voy a hacerlo? 

Las particularidades históricas de las elecciones del 20-N

Hay rasgos estables en las elecciones burguesas, como mecanismo de legitimación de las políticas capitalistas. Están, de hecho, amañadas, dadas las abismales diferencias de financiación entre las opciones de los de arriba y las de los de abajo (por no hablar de la Ley Electoral antidemocrática… y no digamos ya la Ley de Partidos). Sabemos también que la transformación social no depende de los resultados electorales, sino del avance en la autoorganización obrera y el poder popular. Así, el marco más avanzado de relaciones laborales conquistado nunca en el Estado español se dio en 1976, con un poderoso movimiento popular en las calles. Sin embargo, desde entonces, las conquistas no han hecho más que retroceder, dada la progresiva desorganización de la clase trabajadora y su creciente debilidad, pues, en lo que respecta a la correlación de fuerzas entre las clases.

No obstante, las elecciones pueden usarse como un arma más, si bien subsidiaria, en la lucha contra el capitalismo. En el ya citado La enfermedad infantil del izquierdismo, Lenin afirma que “la acción de las masas, por ejemplo, una gran huelga, es siempre más importante que la acción parlamentaria”, proponiendo una “combinación de la lucha legal con la ilegal”. Siempre que no se abandone esa “combinación” (como hace IU con sus alabanzas al “Estado de derecho”), la participación en las elecciones burguesas puede ser útil, dentro de sus condiciones y sus límites.

Así pues, más allá de estas características estables, ¿por qué pienso que debemos abstenernos en estas elecciones concretas? ¿Por qué, si en otras elecciones (como las europeas de 2009) he pedido el voto para determinadas candidaturas?
  1. Porque no contamos con una candidatura que represente a un poderoso movimiento popular, siendo reconocida por este como su representante. Anticapitalistas lo intenta de manera muy digna, y cuenta de hecho con numerosos activistas del 15 M. Pero el 15 M no reconoce a Anticapitalistas como su opción. Amaiur es, pues, la única fuerza que cumple esta condición, por lo que en Euskal Herria sí tienen una opción ilusionante por la que votar.
  2. A excepción de IU, ninguna de las candidaturas que se presentan por mi localidad tienen la menor posibilidad de obtener un diputado. Por lo tanto, considero que sus integrantes (a los que respeto y que en numerosas ocasiones han sido un ejemplo de entrega) han perdido un tiempo precioso, que podrían haber empleado en otro tipo de luchas más fructíferas.
Pero la razón más importante es la siguiente:
  1. El régimen, por fin, comienza a ser deslegitimado. Se oyen gritos como “lo llaman democracia y no lo es” y “no nos representan”. Se abuchea a los politicastros allá donde aparecen (tras las elecciones municipales de mayo, los cargos electos tuvieron que tomar posesión entre abucheos, pitidos y protestas). Cuando la Junta Electoral Central prohibió todo tipo de concentraciones y manifestaciones durante la “jornada de reflexión” previa a la jornada electoral, miles de personas salieron a las calles y abarrotaron las plazas. Por no hablar de la desobediencia civil y la resistencia a los desahucios, impensable hace sólo unos meses. En semejante panorama político, intentar reconducir al redil constitucional a una buena parte de la juventud y los trabajadores cuando al fin comienzan a salirse de él es un gravísimo error político. Es caer en la trampa de los sectores que, desde el principio, han tratado y tratan de institucionalizar y hacer inofensivo al 15 M.
No podemos desviar la atención de las luchas populares, para centrarnos en una farsa electoral de la que no podemos obtener absolutamente nada (si pudiéramos obtener algo de ella, aun sin dejar de ser una farsa, podría ser utilizada para nuestros propios fines… pero no es el caso). Insistir en participar en algo, aun a sabiendas de que no puede reportarnos el menor beneficio, no es otra cosa que fetichismo parlamentario, ya que podría participarse en la campaña, pero denunciando al resto de las opciones vendidas al capital y haciendo boicot a la farsa electoral.

Tampoco la llamada al voto nulo tiene demasiado sentido, en tanto que participación vergonzante dentro de la misma lógica. El voto nulo (al igual que el blanco, aunque sin favorecer a la mayoría en el reparto porcentual de los escaños) parece querer decir: me encantaría participar, pero ninguna de las opciones me satisface. Creen ingenuamente los “nulistas” que su voto es menos difuso que la abstención; que no podrán presentarlo como simple pasotismo. Poco o nada conocen a los medios de comunicación (o tal vez pretenden declararse victoriosos a posteriori, como si todos los votos nulos fueran obra suya).

Conclusión

De igual modo que mis amigos (los de Republicanos, los de Anticapitalistas, etc.) han dado su opinión libremente, y lo he respetado, ahora daré yo la mía.

No podemos obtener nada de las elecciones; la transformación que necesitamos vendrá de nuestra propia lucha por cambiar la correlación de fuerzas entre las clases, y no de ellas. No obstante, desearíamos tener una candidatura (como la tienen en Euskal Herria, como la tienen en Venezuela) ilusionante, por lo que no podemos hacer de la necesidad virtud y debemos reconocer que ninguna de las opciones barajadas soluciona nada: ni la abstención, ni el nulo, ni la participación.

Dicho esto, en mi opinión, la mejor opción es la abstención. Pero la abstención sola no vale: es necesaria una abstención activa y política. Eso es romper las reglas del juego.

Pero lo que me entristece es que determinadas organizaciones sólo busquen alianzas para el día de las elecciones (con el fin de obtener 20.000 inútiles votos) y, al día siguiente, no quieran saber absolutamente nada del Frente de Izquierdas, no electoral sino para luchar en la calle y en los tajos, que necesitamos.

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