Carlota Bujosa tiene 23 años y estudia Derecho en la UNED. Nació y
reside en Palma pero el pasado martes estaba en Madrid, en casa de una
amiga, también mallorquina. Ambas estuvieron en la manifestación del
25-S y Carlota está en la lista de heridos.
La joven cuenta a este periódico: «Un policía me disparó deliberadamente una pelota de goma a una distancia de unos diez metros». La joven quedó muy malherida y una desconocida, de la que después supo que era médico, la metió en un garaje donde le dio los primeros auxilios.
La joven cuenta a este periódico: «Un policía me disparó deliberadamente una pelota de goma a una distancia de unos diez metros». La joven quedó muy malherida y una desconocida, de la que después supo que era médico, la metió en un garaje donde le dio los primeros auxilios.
Agradecida
«Creo que se llama Isabel y quizás no vuelva a verla nunca, pero tengo que estarle eternamente agradecida», dice la joven.
Carlota recuerda que eran sobre las nueve de la noche cuando ella y su amiga estaban en una esquina de la plaza de Neptuno. «Nos subimos a unas macetas -dice- para tener mejor visión y porque estábamos frente a una calle que pensábamos que podíamos utilizar como vía de escape si el asunto se ponía feo. Y así fue. En pocos minutos aquello era un caos total. Mi amiga y yo empezamos a correr para salir de la 'ratonera', pero a los pocos segundos nos topamos de frente con un grupo de antidisturbios que nos iban 'empujando' hacia Neptuno. Nos daban toquecitos con las porras en las piernas y nos decían que retrocediéramos, que nos fuéramos hacia la plaza. Después fue cuando un policía me disparó la pelota de goma. La fuerza del impacto fue tal que llegó a quedar visible parte del cráneo. Me llevaron al hospital donde me pusieron doce puntos y cinco grapas, y después pude irme a casa de mi amiga». Carlota estuvo ayer siguiendo las noticias que se iban dando sobre lo ocurrido, y no estaba del todo de acuerdo.
La joven llegó a contar su historia en Facebook y nos autorizó a reproducirla: «Gracias Isabel, aunque no estoy seguro de que éste sea tu nombre. Quiero decir que lo de hoy (el martes) ha sido mucho más crudo de lo que los medios cuentan y eso lo sabemos los que estuvimos rodeando el Congreso de los Diputados. Es cierto que había personas que mostraron actitudes indeseables, pero la gran mayoría permanecíamos en las calles de forma pacífica y sufrimos la brutalidad policial».
Acorralados
Carlota recuerda que eran sobre las nueve de la noche cuando ella y su amiga estaban en una esquina de la plaza de Neptuno. «Nos subimos a unas macetas -dice- para tener mejor visión y porque estábamos frente a una calle que pensábamos que podíamos utilizar como vía de escape si el asunto se ponía feo. Y así fue. En pocos minutos aquello era un caos total. Mi amiga y yo empezamos a correr para salir de la 'ratonera', pero a los pocos segundos nos topamos de frente con un grupo de antidisturbios que nos iban 'empujando' hacia Neptuno. Nos daban toquecitos con las porras en las piernas y nos decían que retrocediéramos, que nos fuéramos hacia la plaza. Después fue cuando un policía me disparó la pelota de goma. La fuerza del impacto fue tal que llegó a quedar visible parte del cráneo. Me llevaron al hospital donde me pusieron doce puntos y cinco grapas, y después pude irme a casa de mi amiga». Carlota estuvo ayer siguiendo las noticias que se iban dando sobre lo ocurrido, y no estaba del todo de acuerdo.
La joven llegó a contar su historia en Facebook y nos autorizó a reproducirla: «Gracias Isabel, aunque no estoy seguro de que éste sea tu nombre. Quiero decir que lo de hoy (el martes) ha sido mucho más crudo de lo que los medios cuentan y eso lo sabemos los que estuvimos rodeando el Congreso de los Diputados. Es cierto que había personas que mostraron actitudes indeseables, pero la gran mayoría permanecíamos en las calles de forma pacífica y sufrimos la brutalidad policial».
Acorralados
Carlota añade: «La gente tiene que saber que nunca se trató de dispersar la concentración, sino que nos acorralaron».
«Los disparos de los policías se escuchaban ininterrumpidamente, daban porrazos sin importar el estado físico o la edad, aunque uno pidiese desesperado un poco de misericordia o estuviese retorciéndose de dolor en el asfalto».
«Los disparos de los policías se escuchaban ininterrumpidamente, daban porrazos sin importar el estado físico o la edad, aunque uno pidiese desesperado un poco de misericordia o estuviese retorciéndose de dolor en el asfalto».
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