domingo, 13 de noviembre de 2011

La cacería de espías de EEUU propaga el terror en Pakistán.

La histeria se ha apoderado del país desde que un grupúsculo dentro de Al Qaeda se dedica a capturar y torturar a sospechosos de trabajar para la Inteligencia estadounidense.

Ayub Khan se iba a casa cuando  unos hombres enmascarados y armados con rifles de asalto AK-47 lo  arrastraron a un minibús en una noche de verano en el distrito de  Waziristan Norte, un área tribal en el noroeste de Pakistán.  Durante 15 días lo torturaron y lo amenazaron con ejecutarlo si no  confesaba que era un espía estadounidense que facilitaba información  para los ataques de aviones no tripulados de la CIA.  Khan, un seudónimo para no revelar su identidad, consiguió  convencer a sus captores de que no era un espía y finalmente fue puesto en libertad. Tenía varios huesos rotos y agujeros en los pies  producidos por un taladro eléctrico. 
Pero muchas otras personas que fueron asaltadas de igual forma no  tuvieron tanta suerte. Los casos se multiplican desde que la red  terrorista Al Qaeda lanzó su nuevo grupo Ittehad e Muyahidin  Jorasan, centrado en capturar y matar a los espías después de que  Estados Unidos intensificara los ataques con aviones no tripulados en  las áreas tribales de Pakistán. En la zona hay refugios de los  talibanes y los combatientes de Al Qaeda. El grupo terrorista ha  ejecutado a unas 250 personas a las que consideraba espías.  Los misiles lanzados por aviones no tripulados constituyen un duro  golpe para Al Qaida, ya que suelen matar a varios líderes de la  organización y a milicianos. 

Para los militares de Estados Unidos se trata de un éxito que en  agosto fuera abatido el presunto jefe de operaciones de Al Qaeda,  Atiyah Abd al Rahman, y tres semanas más tarde a su sucesor, el saudí  Hafz al Shahri.  Los aviones no tripulados están dotados de sofisticada tecnología  e instrumentos de visión nocturna, pero escoger el objetivo adecuado  no sería posible sin una base de inteligencia sobre el terreno. 

Los agentes captados entre la población local identifican y  localizan el objetivo y además con los equipos que se les entrega  dirigen los misiles disparados desde los aviones no tripulados.  En ocasiones los agentes proporcionan la localización de objetivos  a través de teléfonos satelitales a las posiciones de la CIA en  Afganistán, indican fuentes de los talibanes y de los servicios de  inteligencia paquistaníes. 

 Los milicianos quieren quebrar esta red eliminando a agentes  sospechosos y propagando el temor entre la población local. Los  sospechosos son secuestrados y torturados hasta obtener la  información y después son ejecutados. Sus cadáveres son tirados en la  calle con la advertencia de que "todo espía estadounidense afrontará  la misma suerte". 

El cuartel general de esta milicia se encuentra en el área  Majikhel, en Waziristán Norte. La organización es una ramificación de  la Unión Yihad Islámica (UYI), que a su vez es una facción del amplio  Movimiento Islámico de Uzbekistán. 

Debido a una vieja y leal alianza, Al Qaida ha situado a UYI en  primera línea de las operaciones diarias en la región tribal de  Pakistán, mientras su propia cúpula se esconde de los ataques con  aviones no tripulados. La UYI es además responsable de los  reclutamientos para Al Qaeda en los países europeos. 

 El líder actualmente de Ittehad e Muyahidin Jorasan es un saudí  de 35 años conocido localmente con el alias de muftí Abdul Jabbar.  Llegó a Waziristan Norte en 2002 y aprendió la lengua local y sus  costumbres.  Los miembros de Jorasan se cifran en unos 2.000 y un 60 por ciento  procede de Asia Central, mientras que el 20 por ciento son árabes y  el resto milicianos islamistas de la provincia más grande de  Pakistán, Punjab, según fuentes de inteligencia paquistaníes. 

Jorasan tiene un consejo integrado por 15 personas que decide la  suerte de cada persona acusada de espionaje. Los sospechosos son  detenidos en al menos una de las diez cárceles privadas en las áreas  de Miramshah, Mir Ali y Datakhel (Waziristán Norte) antes de ser  puestos en libertad o condenados a muerte. No hay término medio.  Esta política le ha generado roces con sus anfitriones, los  talibanes paquistaníes y especialmente con el comandante local, Hafiz  Gul Bahadur, quien durante años mantuvo un equilibrio aliándose con  los líderes tribales locales y llegando a acuerdos con el gobierno  paquistaní. Se centró sobre todo en apoyar los ataques  transfronterizos a las fuerzas de la OTAN en Afganistán y evitó  actividades contra Pakistán, a diferencia de otros grupos talibanes  locales. 

 Sin embargo, el grupo Jorasan está destruyendo ese equilibrio y  enoja a los miembros de las clanes de Bahadur con sus atrocidades.  "No sé de dónde son esos animales. No tienen consideración por el  islam ni la vida ni respetan la propiedad", dice un anciano de una  tribu de Mir Ali, que habló en condición de anonimato. 

 "Hemos intentado corregirlos, pero todos los intentos de  reformarlos han fracasado", hizo saber Bahadur a los líderes tribales  el mes pasado en unas octavillas que repartió en Waziristan Norte.  En un gesto desafiante, Jorasan también distribuyó un panfleto en  el que afirmaba que "iba a llevar ante la justicia a "todo enemigo  del islam" y advirtió que para lograr sus objetivos el grupo podría  adoptar cualquier medio necesario, incluso aquellos que se aparten de  la "costumbre". 

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