La histeria se ha apoderado del país desde que un grupúsculo dentro de Al Qaeda se dedica a capturar y torturar a sospechosos de trabajar para la Inteligencia estadounidense.
Ayub Khan se iba a casa cuando unos hombres enmascarados y armados con rifles de asalto AK-47 lo arrastraron a un minibús en una noche de verano en el distrito de Waziristan Norte, un área tribal en el noroeste de Pakistán. Durante 15 días lo torturaron y lo amenazaron con ejecutarlo si no confesaba que era un espía estadounidense que facilitaba información para los ataques de aviones no tripulados de la CIA. Khan, un seudónimo para no revelar su identidad, consiguió convencer a sus captores de que no era un espía y finalmente fue puesto en libertad. Tenía varios huesos rotos y agujeros en los pies producidos por un taladro eléctrico.
Pero muchas otras personas que fueron asaltadas de igual forma no tuvieron tanta suerte. Los casos se multiplican desde que la red terrorista Al Qaeda lanzó su nuevo grupo Ittehad e Muyahidin Jorasan, centrado en capturar y matar a los espías después de que Estados Unidos intensificara los ataques con aviones no tripulados en las áreas tribales de Pakistán. En la zona hay refugios de los talibanes y los combatientes de Al Qaeda. El grupo terrorista ha ejecutado a unas 250 personas a las que consideraba espías. Los misiles lanzados por aviones no tripulados constituyen un duro golpe para Al Qaida, ya que suelen matar a varios líderes de la organización y a milicianos.
Para los militares de Estados Unidos se trata de un éxito que en agosto fuera abatido el presunto jefe de operaciones de Al Qaeda, Atiyah Abd al Rahman, y tres semanas más tarde a su sucesor, el saudí Hafz al Shahri. Los aviones no tripulados están dotados de sofisticada tecnología e instrumentos de visión nocturna, pero escoger el objetivo adecuado no sería posible sin una base de inteligencia sobre el terreno.
Los agentes captados entre la población local identifican y localizan el objetivo y además con los equipos que se les entrega dirigen los misiles disparados desde los aviones no tripulados. En ocasiones los agentes proporcionan la localización de objetivos a través de teléfonos satelitales a las posiciones de la CIA en Afganistán, indican fuentes de los talibanes y de los servicios de inteligencia paquistaníes.
Los milicianos quieren quebrar esta red eliminando a agentes sospechosos y propagando el temor entre la población local. Los sospechosos son secuestrados y torturados hasta obtener la información y después son ejecutados. Sus cadáveres son tirados en la calle con la advertencia de que "todo espía estadounidense afrontará la misma suerte".
El cuartel general de esta milicia se encuentra en el área Majikhel, en Waziristán Norte. La organización es una ramificación de la Unión Yihad Islámica (UYI), que a su vez es una facción del amplio Movimiento Islámico de Uzbekistán.
Debido a una vieja y leal alianza, Al Qaida ha situado a UYI en primera línea de las operaciones diarias en la región tribal de Pakistán, mientras su propia cúpula se esconde de los ataques con aviones no tripulados. La UYI es además responsable de los reclutamientos para Al Qaeda en los países europeos.
El líder actualmente de Ittehad e Muyahidin Jorasan es un saudí de 35 años conocido localmente con el alias de muftí Abdul Jabbar. Llegó a Waziristan Norte en 2002 y aprendió la lengua local y sus costumbres. Los miembros de Jorasan se cifran en unos 2.000 y un 60 por ciento procede de Asia Central, mientras que el 20 por ciento son árabes y el resto milicianos islamistas de la provincia más grande de Pakistán, Punjab, según fuentes de inteligencia paquistaníes.
Jorasan tiene un consejo integrado por 15 personas que decide la suerte de cada persona acusada de espionaje. Los sospechosos son detenidos en al menos una de las diez cárceles privadas en las áreas de Miramshah, Mir Ali y Datakhel (Waziristán Norte) antes de ser puestos en libertad o condenados a muerte. No hay término medio. Esta política le ha generado roces con sus anfitriones, los talibanes paquistaníes y especialmente con el comandante local, Hafiz Gul Bahadur, quien durante años mantuvo un equilibrio aliándose con los líderes tribales locales y llegando a acuerdos con el gobierno paquistaní. Se centró sobre todo en apoyar los ataques transfronterizos a las fuerzas de la OTAN en Afganistán y evitó actividades contra Pakistán, a diferencia de otros grupos talibanes locales.
Sin embargo, el grupo Jorasan está destruyendo ese equilibrio y enoja a los miembros de las clanes de Bahadur con sus atrocidades. "No sé de dónde son esos animales. No tienen consideración por el islam ni la vida ni respetan la propiedad", dice un anciano de una tribu de Mir Ali, que habló en condición de anonimato.
"Hemos intentado corregirlos, pero todos los intentos de reformarlos han fracasado", hizo saber Bahadur a los líderes tribales el mes pasado en unas octavillas que repartió en Waziristan Norte. En un gesto desafiante, Jorasan también distribuyó un panfleto en el que afirmaba que "iba a llevar ante la justicia a "todo enemigo del islam" y advirtió que para lograr sus objetivos el grupo podría adoptar cualquier medio necesario, incluso aquellos que se aparten de la "costumbre".
Pero muchas otras personas que fueron asaltadas de igual forma no tuvieron tanta suerte. Los casos se multiplican desde que la red terrorista Al Qaeda lanzó su nuevo grupo Ittehad e Muyahidin Jorasan, centrado en capturar y matar a los espías después de que Estados Unidos intensificara los ataques con aviones no tripulados en las áreas tribales de Pakistán. En la zona hay refugios de los talibanes y los combatientes de Al Qaeda. El grupo terrorista ha ejecutado a unas 250 personas a las que consideraba espías. Los misiles lanzados por aviones no tripulados constituyen un duro golpe para Al Qaida, ya que suelen matar a varios líderes de la organización y a milicianos.
Para los militares de Estados Unidos se trata de un éxito que en agosto fuera abatido el presunto jefe de operaciones de Al Qaeda, Atiyah Abd al Rahman, y tres semanas más tarde a su sucesor, el saudí Hafz al Shahri. Los aviones no tripulados están dotados de sofisticada tecnología e instrumentos de visión nocturna, pero escoger el objetivo adecuado no sería posible sin una base de inteligencia sobre el terreno.
Los agentes captados entre la población local identifican y localizan el objetivo y además con los equipos que se les entrega dirigen los misiles disparados desde los aviones no tripulados. En ocasiones los agentes proporcionan la localización de objetivos a través de teléfonos satelitales a las posiciones de la CIA en Afganistán, indican fuentes de los talibanes y de los servicios de inteligencia paquistaníes.
Los milicianos quieren quebrar esta red eliminando a agentes sospechosos y propagando el temor entre la población local. Los sospechosos son secuestrados y torturados hasta obtener la información y después son ejecutados. Sus cadáveres son tirados en la calle con la advertencia de que "todo espía estadounidense afrontará la misma suerte".
El cuartel general de esta milicia se encuentra en el área Majikhel, en Waziristán Norte. La organización es una ramificación de la Unión Yihad Islámica (UYI), que a su vez es una facción del amplio Movimiento Islámico de Uzbekistán.
Debido a una vieja y leal alianza, Al Qaida ha situado a UYI en primera línea de las operaciones diarias en la región tribal de Pakistán, mientras su propia cúpula se esconde de los ataques con aviones no tripulados. La UYI es además responsable de los reclutamientos para Al Qaeda en los países europeos.
El líder actualmente de Ittehad e Muyahidin Jorasan es un saudí de 35 años conocido localmente con el alias de muftí Abdul Jabbar. Llegó a Waziristan Norte en 2002 y aprendió la lengua local y sus costumbres. Los miembros de Jorasan se cifran en unos 2.000 y un 60 por ciento procede de Asia Central, mientras que el 20 por ciento son árabes y el resto milicianos islamistas de la provincia más grande de Pakistán, Punjab, según fuentes de inteligencia paquistaníes.
Jorasan tiene un consejo integrado por 15 personas que decide la suerte de cada persona acusada de espionaje. Los sospechosos son detenidos en al menos una de las diez cárceles privadas en las áreas de Miramshah, Mir Ali y Datakhel (Waziristán Norte) antes de ser puestos en libertad o condenados a muerte. No hay término medio. Esta política le ha generado roces con sus anfitriones, los talibanes paquistaníes y especialmente con el comandante local, Hafiz Gul Bahadur, quien durante años mantuvo un equilibrio aliándose con los líderes tribales locales y llegando a acuerdos con el gobierno paquistaní. Se centró sobre todo en apoyar los ataques transfronterizos a las fuerzas de la OTAN en Afganistán y evitó actividades contra Pakistán, a diferencia de otros grupos talibanes locales.
Sin embargo, el grupo Jorasan está destruyendo ese equilibrio y enoja a los miembros de las clanes de Bahadur con sus atrocidades. "No sé de dónde son esos animales. No tienen consideración por el islam ni la vida ni respetan la propiedad", dice un anciano de una tribu de Mir Ali, que habló en condición de anonimato.
"Hemos intentado corregirlos, pero todos los intentos de reformarlos han fracasado", hizo saber Bahadur a los líderes tribales el mes pasado en unas octavillas que repartió en Waziristan Norte. En un gesto desafiante, Jorasan también distribuyó un panfleto en el que afirmaba que "iba a llevar ante la justicia a "todo enemigo del islam" y advirtió que para lograr sus objetivos el grupo podría adoptar cualquier medio necesario, incluso aquellos que se aparten de la "costumbre".
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