Rafael Merino es del Partido Popular. Rafael Merino fue alcalde de
Córdoba por ese partido. Rafael Merino, después de muchos años y
legislaturas silentes, haciendo de convidado de piedra y cobrando
nominas y dietas como diputado, es el actual portavoz adjunto de esa
“partía”.
Recuerdo de mi etapa profesional la antesala de una rueda de prensa.
Un compañero de profesión, muy cercano al partido de Merino, dijo de él
que “se fuma hasta las hojas de parra”.
No sé de que fruto -¿cannabis sativa?- ha fumado esta vez Rafael
Merino, no sé que “ciego” ha bañado las neuronas de “Rafaelito el de
Gaudi” –Gaudí es una cervecería cordobesa que cierra de madrugada-, pero
tras el atraco perpetrado por la jauría pepera a las pensiones ha
dicho: “los pensionistas están enormemente agradecidos a Rajoy”.
Yo soy pensionista y es tal el “agradecimiento” que le tengo a Rajoy
en estos momentos que me sale por las narices, los ojos y hasta el
ombligo. Y estoy que me fumaría no ya a las hojas de parra, sino a
Merino, Báñez y hasta Rajoy vestido de “picaor”.
Algunos, deslenguados, dicen que Rafaelito se bebe hasta la lejía,
pero yo creo que no, que antes de convertirse definitiva e
irrevocablemente en una esponja, Merino portavoceara al PP con todos los
“grados” que tenga en su sangre.
Y para que no se crea Aznar que tan solo él habla con Dios y tiene
mandatos divinos para “liderar” a la humanidad que no conoce el
catecismo pepero, yo también hablo con Dios. Con el mío. Una mezcla del
Eros griego, el Thor escandinavo y el aroma de los troncos ardiendo en
la chimenea.
Todavía no es invierno oficial pero hace mucho frío. Así que,
iluminado por un haz de luz cegadora, envuelto en su nube de tormentas y
una creciente selene, mi dios me ha dicho que ayude a la desinfección
del país de la chusma, mugre y roña pepera. Y combinándolo con el
combate contra el frio, allá que estoy quemando “troncos”.
Me imagino al Merino en forma de tronco de encina, y, a la pira. A
otro tronco le encuentro la forma de la Báñez -antes de que se le
apareciera la Virgen del Rocío-, y, a la lumbre. Y en esta inacabable
luz, en pleno jolgorio, arrimo a las llamas a troncos con la forma de
Aznar y de Rajoy, substanciado como “La Trotona de Pontevedra”.
Dijo mi paisano Góngora: “tenga yo lleno el brasero de bellotas y
castañas, y quien las dulces patrañas del rey que rabió me cuente”.
Eso.
Mi brasero está lleno de “enormes agradecimientos” y “chorizos” que
revientan en el asador. En la misma frontera de lo onírico con la
realidad, en el punto querido por Al-Mutamid, el rey poeta de Sevilla,
ese de la duda entre lo real y el sueño, no estaría mal que estos
chorizos reventarán.
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