sábado, 4 de agosto de 2012

Y por fin, ¿se hunde o se salva el euro?.


¿Se hunde o se salva el euro?

Mario Draghi abrió la boca y desató la tormenta. La semana pasada el presidente del Banco Central Europeo (BCE) había despertado expectativas en los mercados al decir que “haría todo” para salvar al euro.

Este jueves señaló que no intervendría a menos que lo pidieran los mismos países. La reacción de los mercados fue instantánea: aumento del riesgo país de España e Italia, caída de los mercados bursátiles europeos y asiáticos, nerviosismo en la apertura de las bolsas el viernes.

Según Adam Leaver académico de la Manchester Business School y miembro del centro interdisciplinario CRESC (Centre for Research on Socio-Cultural Change), tanto la intervención de Draghi como la reacción de los mercados apunta a una enfermedad de fondo del sistema financiero internacional.

“Es tan extraordinaria la reacción a lo que dijo la semana pasada como la que tuvo ahora. Es una medida de la volatilidad y la incertidumbre del actual sistema financiero que no ha salido de la crisis de 2008″, señaló Leaver a BBC Mundo.
Esta incertidumbre global está atravesada por una crisis de la eurozona que empieza a parecer crónica: crecimiento nulo o negativo, austeridad, déficit fiscal y recesión, altos niveles de deuda con fuertes vencimientos a corto plazo.
Con este telón de fondo BBC Mundo le ofrece cinco razones para dudar de la salud del euro y dos para pensar que puede salvarse.

Los jinetes del apocalipsis

El primero de los jinetes es España.
Desde que en junio Grecia votó a favor de un gobierno que aceptaba el ajuste que exigía la troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo, Unión Europea), la atención de los mercados se concentró en España y, en menor medida, en Italia.

España tiene vencimientos de deuda equivalentes a más de US$600.000 millones de dólares de aquí a 2015 y reservas por US$48.000 millones.
En julio pagó una prima de riesgo por encima del 7%, considerada insostenible, como demostraron los casos de Grecia, Irlanda y Portugal, todos rescatados por la troika.


La intervención de Draghi calmó las aguas la semana pasada: volvió a agitarlas esta.
Según Gunnar Beck experto en temas legales de la Unión Europea de SOAS, Universidad de Londres, el rescate de España es inevitable.
“Sin ayuda España no puede sobrevivir. La pregunta es qué tipo de ayuda, qué monto y qué impacto tendrá sobre el resto de la Eurozona”, indicó a BBC Mundo.

El segundo jinete: Italia

Draghi tranquilizó a los mercados la semana pasada. Pero este jueves volvió a agitarlos. La suerte de España tendrá un fuerte impacto sobre el segundo jinete: Italia.

Según un reciente informe del centro de estudios británico Open Europe, España requerirá entre 443.000 y 542.000 millones de euros (entre US$500.00 y US$600.000 millones).

Siguiendo las reglas para casos similares, Italia deberá contribuir al rescate de manera proporcional al tamaño de su economía.
No es lo que necesita el gobierno de Mario Monti con una deuda del 120% del PIB y un prolongado estancamiento económico.

Según la página web del Ministerio del Tesoro italiano, las necesidades de financiamiento de Italia hasta fin de año ascienden a 170.000 millones de euros (unos US$210.000 millones). En agosto los vencimientos de deuda superan los 30.000 millones (casi US$40.000 millones).

El déficit fiscal no es problema (Italia tiene un virtual superávit primario, es decir, antes de pagar la deuda): la deuda sí. Es la segunda de la eurozona, un 120 % del PIB.

“Una caída de España tendría un inevitable efecto dominó. La huida de los inversores volvería insostenible la posición de Italia”, señaló a BBC Mundo Leaver.

Esto marcaría la desintegración de la actual eurozona, a menos que mucho antes intervengan con contundencia los dos pesos pesado de la eurozona: Alemania y el Banco Central Europeo.

El tercer jinete: Alemania

Alemania es el gran fondo de financiamiento de la eurozona, pero su economía es menos envidiable de lo que parece.
Con un 82% de deuda en relación a su PIB, con una economía que empieza a enfriarse y que desde la creación del euro solo ha crecido un 1,4% de promedio (menos que Francia, Holanda y el conjunto de la eurozona), los alemanes ven con preocupación la crisis.

A esto se le añade un liderazgo político con dudas hamletianas.
Angela Merkel parece una jugadora indecisa entre apostar fuerte y esperar a ver qué pasa. En medio de este “to be or not to be” no termina haciendo nada.
A sus dudas se le añaden los límites que imponen la constitución alemana. El artículo 23 de la constitución exige una ley con el consenso del parlamento y el consejo federal que representa a los 16 estados autónomos germanos para transferir poderes soberanos como los que demandaría una mutualización de la deuda (que la deuda de cada país pasara a ser garantizada por el conjunto de la eurozona).

Según el alemán Gunner Beck, este límite no es el problema de fondo.
“En la Unión Europea ya no existe el respeto de la ley. No existió para respetar los tratados de Maastricht y se perdió completamente ahora. El gran problema es que Alemania no es Estados Unidos. Es una economía mucho más modesta”, señaló a BBC Mundo.

El cuarto Jinete: el Banco Central Europeo (BCE)

“En la Unión Europea ya no existe el respeto de la ley. No existió para respetar los tratados de Maastricht y se perdió completamente ahora. El gran problema es que Alemania no es Estados Unidos. Es una economía mucho más modesta”
El mandato ortodoxo del BCE -enfocado exclusivamente en el control de la inflación y no en el crecimiento- ha condicionado desde el comienzo su margen de maniobra.

A pesar de este mandato el BCE ha intervenido en los mercados de deuda en tres oportunidades. En mayo de 2010 a raíz del estallido de la crisis de la deuda soberana con Grecia, en agosto y diciembre del año pasado cuando con otros dos rescates en la mochila (Irlanda y Portugal) decidió contrarrestar la presión especulativa de los mercados sobre España e Italia.

Esta intervención cada vez más activa alarmó al miembro más poderoso, el Banco Central Alemán (el Bundesbank), que terminó congelando la operación este año.

De ahí la gran expectativa que generó Mario Draghi la semana pasada al decir que el BCE “haría todo” por salvar al euro.
El problema es que ante las crecientes dificultades de financiamiento de España e Italia, el otro mecanismo de rescate o neutralización a mano es el insuficiente Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).

Este Fondo tiene unos US$388.214 millones de reserva y será reemplazado, probablemente en septiembre, por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) que, cuando esté en pleno funcionamiento, contará con unos US$776.428.
El MEDE apenas alcanzaría para España. Italia precisaría un rescate de más de un billón de dólares millones.

El BCE podría haber contenido la crisis anunciando una nueva ronda de adquisición de bonos del Estado que bajara la tasa de interés que tienen que pagar España e Italia para financiarse en los mercados financieros.
No lo hizo. Su credibilidad para la hercúlea tarea de salvar el euro ha quedado por el piso.

El quinto Jinete: crecimiento nulo

Más allá de las maniobras de corto plazo que se puedan hacer para salir del paso, a mediano plazo la viabilidad dependerá de que las economías vuelvan al crecimiento.

El Plan A (Austeridad) puesto en marcha en 2010 no ha servido. Grecia, Irlanda y Portugal debieron ser rescatados a pesar de los ajustes. Lo mismo está sucediendo con España e Italia.

Peor aún, la crisis se está desplazando a la economía de los países del norte europeo, teóricamente los más sólidos.

¿Se puede volver al crecimiento en el seno del euro? ¿O la única salida es abandonar la moneda única europea para, luego de una crisis, rearmar las economías?
Esta es la pregunta de fondo. Un creciente coro de voces se inclina por la salida del euro. BBC Mundo investigó otras dos opciones que apuntarían a lograr la cuadratura del círculo: crecer dentro del euro.

La primera salida del infierno: reestructuración masiva

El futuro del euro está en juego. Una propuesta del partido de izquierda alemana Die Linke apunta a un corte radical del problema de la deuda. La propuesta la presentó la diputada federal Sarah Wagenknecht y contempla la eliminación de todas las deudas por encima del 60% del PIB (límite del endeudamiento establecido por el Tratado de Maastricht).

Una ventaja de esta propuesta es que beneficiaría a la misma Alemania.
Sería una ironía histórica. Una de las razones para el lanzamiento en 1957 del proyecto paneuropeo encarnado hoy por la Unión Europea fue la guerra fría y la necesidad de erigir un contrapeso al bloque de los entonces países socialistas.
Sarah Wagenknecht, que tiene hoy 43 años, era una joven militante del Partido Comunista de la Alemania del Este cuando cayó el Muro de Berlín.

A favor de esta propuesta es que volvería manejable uno de los grandes problemas de la eurozona: su deuda. Uno de los grandes problemas es el impacto que esto tendría sobre los bancos. Según una estimación, los bancos estadounidenses, alemanes y franceses tienen en su poder unos 720 mil millones de euros de deuda externa española (unos US$850.000 millones).

Aún así, la idea de Wagenknecht, que hubiera sido desechada de plano en otro momento, fue debatida con atención en Alemania.

Según Gunner Beck, políticamente, sería inviable.
“La idea ofrece al menos una posible solución. El problema es que no es aceptable a nivel político”, señala Beck a BBC Mundo.
Si la crisis se profundiza, la reestructuración de las deudas se impondrá por la fuerza (nadie puede pagar lo que no tiene).

La segunda salida del infierno: devaluación

Uno de los problemas más graves de la eurozona es que maneja una sola política monetaria y cambiaria para economías con muy distintas necesidades.
Esto ha sido un chaleco de fuerza. Cuando una economía necesitaba adaptarse a una pérdida de competitividad respecto a otras economías, se encontraba con un muro: no podía devaluar para abaratar sus exportaciones, encarecer sus importaciones y estabilizar su economía.

La crisis ha tenido esa ventaja. El euro se ha depreciado a ritmo sostenido desde comienzos de año en relación a otras monedas del planeta.
Las primeras señales no son promisorias. En abril, las exportaciones de la eurozona habían disminuido, incluyendo las de Alemania, segundo exportador mundial, que registraron la peor caída en dos años.

Una de las razones es que buena parte de las exportaciones germanas van a otros países de la eurozona que, aquejados por la crisis, han disminuido sus compras.
Según sus adalides, la depreciación del euro debería ser mucho más pronunciada para tener un impacto.

Gunner Beck no se encuentra entre los optimistas. Según el académico de SOAS, es posible que la crisis se arrastre durante años: “Si la eurozona sobrevive será como una zona de bajo crecimiento con alta inflación debido a esta continua depreciación de la moneda”, señaló a BBC Mundo.

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