sábado, 27 de octubre de 2012

Gracias a los votantes del pp sentirse orgullosos , Con cáncer, sin tarjeta sanitaria y casi en la calle

A Juan Antonio le acaban de llamar por teléfono. Está sentado en el comedor de su casa y le cuesta hablar. Se asfixia. Le rodea su pareja, Sandra, y unos amigos que están pendientes de la conversación. Todos se muestran muy agobiados. «Parece ser que les van a pagar los recibos de la luz». La noticia llega solo un día antes de que les dejen sin suministro. Porque hoy iba a ocurrir. «Estoy desesperado», insiste. Su mujer le abraza cada vez que se viene abajo.
 
Juan Antonio Yáñez Carrasco, (52 años), conocido como 'El Chileno, -fue uno de los fundadores de la Casa Regional de Chile en Alicante- llegó hace siete años a España. Siempre trabajando, hace unos tres meses fue a renovarse la tarjeta sanitaria (SIP), pero le comunicaron que ya no tenía ese derecho y le dieron una nueva, de modalidad privada, que le impide tener un médico asignado y cada vez que recibe asistencia firma un papel donde apunta su número de cuenta ya que, según le comunicaron, tendrá que pagar el coste.
 
«Dicen que soy un inmigrante, pero no es así. Entré a España por el aeropuerto y con mi pasaporte. Para mí un inmigrante es el que llega en patera. Yo soy un indocumentado, que es distinto y, además, como chileno no necesito la nacionalidad, según las leyes y el convenio con Chile que está en vigencia».
Las desgracias nunca vienen solas y eso es lo que le ocurrió a Juan Antonio. Le comunicaron que se quedaba sin el SIP justo cuando sufría dolores en los riñones, pero iba alargando la visita al médico porque pensaba que no sería nada grave. Tampoco quería perder una jornada de trabajo. «Nunca antes había pisado antes un hospital». Su vida dio un giro de 180 grados. 
 
Su pareja, Sandra Navarro (37 años) que tiene tres hijas de 7, 9 y 11 años y que le consideran su padre, recuerda que todos pensaban que los dolores eran por unas piedras en el riñón. Pero el sufrimiento no remitía y tras hacerle más pruebas «nos dijeron que era un tumor pero que no sabían si era bueno o malo». El 25 de septiembre le intervinieron y «le quitaron un riñón, un trozo de páncreas y parte del músculo; ha perdido muchos kilos y el día 8 de noviembre nos comunicarán el resultado».
 
Juan Antonio remueve entre las decenas del papeles que está acumulando por los servicios sanitarios y tanta burocracia con la que se está topando, y muestra las hojas que firma cada vez que una ambulancia tiene que ir a casa o debe desplazarse a urgencia (depende del Hospital de San Juan). «Siempre me toca un médico diferente». 
 
En estos papeles no se especifica el coste de la asistencia, sino los servicios recibidos, y tampoco sabe cuándo llegará a casa la primera factura. Solo le entregaron una con un importe de unos ciento y pico euros por una analítica y por estar en observación, «que la rompí por la rabia que me dio».
 
Desde la Conselleria de Sanidad ya se explicó, cuando se anunciaron las nuevas medidas para ahorrar y saltó la polémica por el cambio en la modalidad y la exclusión de los inmigrantes de la tarjeta SIP, que la asistencia estaría garantizada, que su obligación es pasar el coste, pero que se tendrían en cuenta estos casos. 
 
Sin embargo, y aunque a Juan Antonio nunca le han negado la asistencia, le han comunicado que tendrá que desembolsar. «Soy como un cliente de una aseguradora y estoy en la modalidad privada». 
 
Campaña de los amigos
 
Vuelve a tener problemas de respiración y se toca en el lado del riñón que le han quitado. Sandra lo va a llevar a Urgencias. Él intenta minimizar el dolor, aunque está destrozado. «Las niñas son las que me aferran». Apenas duerme unas horas al día y a la una y media de la madrugada se levanta de la cama y se sienta en el sofá, dándole vueltas a la cabeza en busca de una solución a los impagos que arrastra. Y es que llevan casi tres meses sin poder hacer frente al coste del alquiler, que es de 350 euros mensuales, y ya han hablado con el abogado de la casera explicándole su situación. Todavía no han recibido advertencia de desalojo, pero la esperan en breve porque en casa no entra ningún ingreso y temen que estarán así largo tiempo. De hecho, «cuando me digan que si éste es bueno -se refiere al cáncer de riñón- me tienen que mirar el otro porque también hay una mancha».
 
Su mujer, que es española, le abraza para intentar animarle aunque ella también está desbordada. Con tres hijas, «tenemos que pagar la luz, el agua, el alquiler y ahora la sanidad; a él no quiero agobiarle mucho porque bastante ha hecho por mí». Ella solo encuentra trabajo muy de vez en cuando y de horas limpiando.
Juan Antonio siente que vive encerrado en casa porque apenas puede caminar. Tampoco puede estar mucho tiempo sentado porque se asfixia y hasta hace poco no le comunicó a sus amigos por el drama que estaba pasando.
 
La familia siente vergüenza por tener que pedir ayuda y hacer público su caso. Pero es que es su última esperanza. La Asociación Alicante Activa ha hecho un llamamiento y en su página web ha colgado una cuenta corriente. Media que han secundado en la Casa Regional Chilena. Mientras, los amigos les llevan comida, ropa para las hijas y le están pagando la medicación, de un mínimo de 30 euros semanales, y ahora la luz. «Si yo no como me da igual, pero las niñas... Lo único que quiero es estar bien, como antes que siempre pagaba todo, y trabajar, que es lo mío».

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