A Juan Antonio le acaban de llamar por teléfono. Está
sentado en el comedor de su casa y le cuesta hablar. Se asfixia. Le
rodea su pareja, Sandra, y unos amigos que están pendientes de la
conversación. Todos se muestran muy agobiados. «Parece ser que les van a
pagar los recibos de la luz». La noticia llega solo un día antes de que
les dejen sin suministro. Porque hoy iba a ocurrir. «Estoy
desesperado», insiste. Su mujer le abraza cada vez que se viene abajo.
Juan Antonio Yáñez Carrasco, (52 años), conocido como 'El
Chileno, -fue uno de los fundadores de la Casa Regional de Chile en
Alicante- llegó hace siete años a España. Siempre trabajando, hace unos
tres meses fue a renovarse la tarjeta sanitaria (SIP), pero le
comunicaron que ya no tenía ese derecho y le dieron una nueva, de
modalidad privada, que le impide tener un médico asignado y cada vez que
recibe asistencia firma un papel donde apunta su número de cuenta ya
que, según le comunicaron, tendrá que pagar el coste.
«Dicen que soy un inmigrante, pero no es así. Entré a
España por el aeropuerto y con mi pasaporte. Para mí un inmigrante es el
que llega en patera. Yo soy un indocumentado, que es distinto y,
además, como chileno no necesito la nacionalidad, según las leyes y el
convenio con Chile que está en vigencia».
Las desgracias nunca vienen solas y eso es lo que le
ocurrió a Juan Antonio. Le comunicaron que se quedaba sin el SIP justo
cuando sufría dolores en los riñones, pero iba alargando la visita al
médico porque pensaba que no sería nada grave. Tampoco quería perder una
jornada de trabajo. «Nunca antes había pisado antes un hospital». Su
vida dio un giro de 180 grados.
Su pareja, Sandra Navarro (37 años) que tiene tres hijas
de 7, 9 y 11 años y que le consideran su padre, recuerda que todos
pensaban que los dolores eran por unas piedras en el riñón. Pero el
sufrimiento no remitía y tras hacerle más pruebas «nos dijeron que era
un tumor pero que no sabían si era bueno o malo». El 25 de septiembre le
intervinieron y «le quitaron un riñón, un trozo de páncreas y parte del
músculo; ha perdido muchos kilos y el día 8 de noviembre nos
comunicarán el resultado».
Juan Antonio remueve entre las decenas del papeles que
está acumulando por los servicios sanitarios y tanta burocracia con la
que se está topando, y muestra las hojas que firma cada vez que una
ambulancia tiene que ir a casa o debe desplazarse a urgencia (depende
del Hospital de San Juan). «Siempre me toca un médico diferente».
En estos papeles no se especifica el coste de la
asistencia, sino los servicios recibidos, y tampoco sabe cuándo llegará a
casa la primera factura. Solo le entregaron una con un importe de unos
ciento y pico euros por una analítica y por estar en observación, «que
la rompí por la rabia que me dio».
Desde la Conselleria de Sanidad ya se explicó, cuando se
anunciaron las nuevas medidas para ahorrar y saltó la polémica por el
cambio en la modalidad y la exclusión de los inmigrantes de la tarjeta
SIP, que la asistencia estaría garantizada, que su obligación es pasar
el coste, pero que se tendrían en cuenta estos casos.
Sin embargo, y aunque a Juan Antonio nunca le han negado
la asistencia, le han comunicado que tendrá que desembolsar. «Soy como
un cliente de una aseguradora y estoy en la modalidad privada».
Campaña de los amigos
Vuelve a tener problemas de respiración y se toca en el
lado del riñón que le han quitado. Sandra lo va a llevar a Urgencias. Él
intenta minimizar el dolor, aunque está destrozado. «Las niñas son las
que me aferran». Apenas duerme unas horas al día y a la una y media de
la madrugada se levanta de la cama y se sienta en el sofá, dándole
vueltas a la cabeza en busca de una solución a los impagos que
arrastra. Y es que llevan casi tres meses sin poder hacer frente al
coste del alquiler, que es de 350 euros mensuales, y ya han hablado con
el abogado de la casera explicándole su situación. Todavía no han
recibido advertencia de desalojo, pero la esperan en breve porque en
casa no entra ningún ingreso y temen que estarán así largo tiempo. De
hecho, «cuando me digan que si éste es bueno -se refiere al cáncer de
riñón- me tienen que mirar el otro porque también hay una mancha».
Su mujer, que es española, le abraza para intentar
animarle aunque ella también está desbordada. Con tres hijas, «tenemos
que pagar la luz, el agua, el alquiler y ahora la sanidad; a él no
quiero agobiarle mucho porque bastante ha hecho por mí». Ella solo
encuentra trabajo muy de vez en cuando y de horas limpiando.
Juan Antonio siente que vive encerrado en casa porque
apenas puede caminar. Tampoco puede estar mucho tiempo sentado porque se
asfixia y hasta hace poco no le comunicó a sus amigos por el drama que
estaba pasando.
La familia siente vergüenza por tener que pedir ayuda y
hacer público su caso. Pero es que es su última esperanza. La Asociación
Alicante Activa ha hecho un llamamiento y en su página web ha colgado
una cuenta corriente. Media que han secundado en la Casa Regional
Chilena. Mientras, los amigos les llevan comida, ropa para las hijas y
le están pagando la medicación, de un mínimo de 30 euros semanales, y
ahora la luz. «Si yo no como me da igual, pero las niñas... Lo único que
quiero es estar bien, como antes que siempre pagaba todo, y trabajar,
que es lo mío».
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