martes, 2 de octubre de 2012

De cómo Lenin cambió el mundo.

Ramón Pedregal Casanova


Lenin. El Revolucionario que no sabía demasiado. Edición e Introducción de Constantino Bértolo. Libros de la Catarata, Clásicos del Pensamiento Crítico.


Si hacen falta referentes en el tiempo en que vivimos, el comunismo dispone de figuras que han eclipsado a personalidades de otros sistemas. La revolución del siglo XX en Rusia tenía a su vez una tradición en la que mirarse, los numerosos intentos de los desposeidos para acabar con sus explotadores. De ahí que la narración comunista, su historia, se refiera a los esclavos de todas las épocas, a las luchas de liberación, a las revueltas campesinas, a las revoluciones proletarias y, cómo no, a la Comuna de París. Si Marx y Engels fundamentaron el proceso dialéctico de la Historia, si descodificaron el proceso productivo y enseñaron el cuerpo de la plusvalía, si centrifugaron, si limpiaron y expusieron la lucha de clases, y vieron el resultado final como el objetivo de todas ellas, la transformación de la sociedad por el proletariado, Lenin fue la cabeza visible de la plasmación de esa meta de las luchas, y fue la representación de los bolcheviques triunfantes del socialismo.
No hay nada que no tenga que ver con nosotros, y este libro “Antología LENIN. El revolucionario que sabía demasiado” de Constantino Bertolo que recoge el pensamiento y la acción de Lenin no puede estar más conectado con nuestras vivencias de lucha hoy mismo. Es por eso por lo que la burguesía con todos sus medios quiere dar por obsoleto el pensamiento y la acción del revolucionario; lógico, si la clase obrera y las clases trabajadoras hiciesen la conexión política con la experiencia histórica de transformación social, con el pensamiento desarrollado a la luz de la práctica de aquél dirigente, si hiciese la conexión política, su organización sería capaz de saltar los límites impuestos por la gran burguesía, y de todos es sabido que no hay nada que saque más sus demonios que el término comunista.
Este apunte recoge sobre todo el desmenuzamiento del Prólogo porque con el podemos adentrarnos en la obra de Lenin, aprender y conducir nuestras próximas lecturas haciéndolas provechosas para nuestra conciencia. Después del Prólogo los textos de Lenin escogidos nos ponen al corriente de resoluciones tácticas, organizativas y estratégicas.
Constantino Bértolo estudia las circunstancias concretas en las que llevó a cabo la lucha política, con el fin de que podamos entender su significado. Para conducir este torrente hasta quien lee, lo distribuye en tres partes:
  • La construcción del Partido.
  • La toma del poder.
  • La Revolución después de la Revolución.
Desde el comienzo se nos plantean las interrogantes que llevaron a la revolución, y junto a ellas la lucha ideológica con quienes planteaban una conducción “humana” del capitalismo como solución. El planteamiento teórico de esta lucha lo plasmó en “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, mostrando los datos precisos para el análisis concreto y el conocimiento profundo de la filosofía marxista; él habla de saber desentrañar la realidad y el momento histórico.
Bértolo repasa en el prólogo los antecedentes que dieron lugar a sus trabajos relacionados con la creación del partido, “Tareas de los socialdemócratas rusos” y “Qué hacer”, en los que habla de las tareas a llevar acabo y de los objetivos, y su labor parlamentaria.
Un asunto a releer es el que se refiere a los sistemas organizativos y las funciones que cumplen tanto en la clandestinidad como en la legalidad, entre los que deben tenerse presentes todos los relativos a la seguridad de la organización, la agitación y la propaganda.
La importancia de la lucha económica, el aprendizaje de la clase obrera en lo que se refiere a la elaboración de ideas en torno al desarrollo de las confrontaciones de clase.
También se nos advierte del valor que daba a la diferenciación con la socialdemocracia, así como al revolucionario dedicado por completo a su tarea y las mejores condiciones para establecer la lucha tanto en el partido como fuera de él, no contra las expresiones morales del enemigo de clase sino contra el capitalista mismo.
Otro de los aspectos a los que se refiere Bértolo sobre los escritos de Lenin es a la entrada de nuevos militantes en el partido y las diferencias con otros partidos, y la función que debe cumplir. Objetivo: actuar con disciplina para cambiar las circunstancias.
Se hace referencia en el Prólogo a las características del movimiento 15M y cómo la organización bolchevique se planteó su relación con el mundo asambleario de base y la necesidad de participar “en toda acción política de las masas populares”.
Después vendrá el apartado que se dedica a “la toma del poder” donde se pone acento en el estudio del contexto y se refiere a “El Estado y la revolución”, libro de Lenin en el que estudia en primer término las revoluciones de 1848 y La Comuna de París, 1871. Con ese bagaje el revolucionario soviético entra en el análisis de la revolución de 1905 en Rusia y observa como problemas que la llevan al fracaso “la débil organización de los campesinos, la falta de mayor firmeza y resolución en las masas y la falta de preparación de los militantes socialdemócratas que servían en las fuerzas armadas”. Señala C. Bértolo la importancia de que la memoria sea pedagógica “construida “en presente” y mirando a un futuro inmediato”. El problema que se plantea aquí es el de la toma del poder, y se investiga sobre la organización de una fuerza militar, sabiendo que se requiere de una labor de educación política “tenaz, lenta y a menudo imperceptible”. Lenin trata, además, el conocimiento como “producción” de hipótesis, explicaciones, teorías y modelos con la finalidad de resolver problemas del presente. Con todo ello se nos enseña la capacidad de resolución de Lenin ateniéndose a la circunstancia concreta, haciéndose flexible y adaptándose al terreno, y entonces se nos advierte de algo que no puede ser más actual ante el hundimiento de la socialdemocracia, ya solo II Internacional, explica en “El imperialismo fase superior del capitalismo” cómo el capitalismo primero ha abierto el camino a la fusión de su rama industrial y bancaria con el puramente financiero, que es el dominante “protagonista real de los nuevos tiempos y cuyos avatares están en el origen de la primera guerra mundial”.
Lenin declara que “la Historia no está escrita” y llama a formarse a fondo, a obtener todo tipo de datos, a plantear alternativas, a resumirlas y explicarlas para fortalecer la lucha a nivel internacional. Advierte sobre la corrupción de los capitalistas en el terreno sindical creando capas superiores aristocráticas obreras y corruptas, que no suponen peligro alguno para la burguesía, que son su apoyo y dañan al movimiento obrero.
Lenin llegará a Rusia desde el exilio escribiendo en el camino “Las tesis de abril” comprendidas en “Las tareas del proletariado en la presente revolución”, donde plasma el proyecto de acción revolucionaria inmediato, y es que la recogida de datos de cada circunstancia y su estudio le hacía disponer de la historia del movimiento revolucionario. De ahí que en “La bancarrota de la II Internacional” declarase que la revolución tiene su oportunidad cuando “los de abajo no quieren vivir como antes … y los de arriba no puedan vivir como hasta entonces”. Entonces se plantea que todo el poder debe recaer sobre los soviets, para lo que articula la acción de acuerdo con el momento. Y llega la revolución, ese es el momento, la cumbre en la que las condiciones subjetivas, nos señala Bértolo, “el brío y el coraje de las masas desempeñan un papel fundamental”.
El “después” de la toma del Poder es el otro momento crucial. La complejidad de la puesta en marcha de un gobierno y un Estado obrero y campesino hace que se plantee alternativas diferentes en cada espacio productivo y eso en medio de la guerra alimentada desde fuera. El final de la guerra llevará a Lenin y los revolucionarios a cuestionarse numerosas medidas socialistas porque el país está destruido, y el primer objetivo en el que deben empeñarse es que se distribuya la comida entre la población, y en situación como esa se pregunta ¿qué principio debe regir?: el que mantenga en el poder al proletariado. Al poco expondrá que el marxismo no solo reconoce la necesidad de la lucha de clases, sino que su fin es la implantación del poder proletario, para lo cual debe contarse con el sujeto organizado que es el Partido, vanguardia que forma parte de las organizaciones de clase y actúa con ella.
Sobre los problemas económicos e industriales que encuentra el Partido para el desarrollo del socialismo, Lenin, en el X Congreso pone a discusión lo que se denominará la NEP (Nueva Política Económica) un cambio que busca pacificar el campo y sumar fuerzas ante los retos para resolverlos y avanzar en el proyecto socialista. Con “la NEP -se nos dice- vuelve a poner sobre el tapete soviético el tema del capitalismo de Estado y sus relaciones con el socialismo, cuestión que ya se había planteado en 1918, cuando Lenin hace ver que la clave del capitalismo de Estado reside en la “contabilidad y control por todo el pueblo de la producción y distribución de los productos” y que ese control supone una de las formas y fases concretas de la transición del capitalismo al socialismo”.
Lo fundamental en todo momento es saber reconocer las contradicciones que se crean en el proceso revolucionario y desentrañar en los conflictos el camino dialéctico del marxismo. El resultado de todo ello en parte serán contradicciones antes desconocidas, y para enfrentarse a ellas Lenin establece, fruto de la experiencia, las cuestiones fundamentales: aparato de fuerza, control obrero sobre los medios de producción, prohibición de partidos contrarrevolucionarios, no a las fracciones en el partido, reglamentos laborales, persecución de conductas antisociales.
El marxismo, indica Bértolo, lo emplea como una herramienta, no como un manual de instrucciones. Acompañando las modificaciones de capitalismo de Estado se ponen en marcha los “sábados comunistas” con lo que se quiere reforzar el proyecto de la revolución. Para Lenin toda actividad debe apoyarse en el pueblo, pues son las masas trabajadoras las que deben intervenir en los cambios, y así descubrirán, descartándose de errores, la transformación de la realidad. Insiste una y mil veces en “la necesidad de no saber”, quiere decirse, hay que estudiar, hay que aprender, hay que dirigir con las organizaciones de masas y hasta entregarles tareas de control del partido. De la misma forma para combatir el burocratismo declara: “No temáis la iniciativa y la acción independiente de las masas, confiaos a las organizaciones revolucionarias y veréis en todos los aspectos de la vida estatal la misma fuerza, grandiosidad, invencibilidad que los obreros y los campesinos revelaron en su unificación y en su ímpetu contra el pronunciamiento de Kornílov”.
Lenin tenía un método de análisis para la acción, el marxismo, por eso era flexible, capaz de captar todos los cambios y adaptarse a las circunstancias, nunca lo daba por sabido. Mediante su esfuerzo y dirección política con los bolcheviques demostró que el socialismo era realizable. A nosotros nos queda aprender de la Historia, apartar los errores y aprovechar los aciertos. Constantino Bértolo advierte que en los textos seleccionados para el libro no ha pretendido abarcar todo el espectro de la obra de Lenin, sino detallar lo representativo y actual, y es que los textos de Lenin que lo forman nos hablan de asuntos que tenemos delante, ahora mismo, que nos cuestionan, o nos aportan modelos que se llevan a cabo hoy en las revoluciones, tanto las que se sostienen como las que están en marcha.
Pocas veces se encuentra un libro tan importante para las necesidades de conocimiento de la izquierda.

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