Euclides Perdomo
Estimado infante:
Todavía no tienes culpa de la familia en la que has nacido. Por eso te escribo y lo hago con la única y exclusiva intención de ayudarte para cuando puedas escoger entre seguir perteneciendo a la Casa Real y llevar una vida miserablemente regalada –ya entenderás la paradoja-, o, por el contrario, dejar tu encopetada familia materna para las festividades de guardar y salir al mundo que es ancho aunque, a veces, sea también ajeno.
También te escribo porque me enseñaron desde pequeño que escribir al doliente es una buena obra -¿ves que buena educación recibimos los de baja cuna?-. Sé que estás preocupado con tu pie. Incluso puede que estés angustiado: “¿Me quedaré cojo?”, quizá te preguntes. No quiero engañarte ni siquiera con mentiras piadosas. Habiendo tratado casos como el tuyo y muchísimo peores, tengo una experiencia profesional que me autoriza a pronosticarte una feliz recuperación. Tranquilo, no te quedarás cojo.
Dentro de poco, podrás saltar, jugar, correr y hacer deporte como siempre. Y será entonces cuando tendrás que escoger entre recordar y olvidar. La mayoría de los mozalbetes de tu edad escogen olvidar el disparo, la escopeta, la inutilidad del papá, su estúpido nerviosismo, el hospital, la anestesia, la silla de ruedas, las muletas que vienen, etc. Pero tú no eres un mozalbete normal. Tú puedes escoger.
Tú puedes recordar todo o sólo una parte. Por ejemplo, tú puedes recordar el dolor físico y, a la vez, olvidar que tu papá te ha puesto en peligro mortal al mismo tiempo que infringía gravemente la ley. O viceversa. Tú puedes recordar que tu abuela te visitó un minuto y olvidar que luego se fue a Grecia a disfrutar en las fiestas de su religión ortodoxa mientras tú te revolvías en tu cama de hospital esperando la segunda operación.
Todo eso no tiene mayor importancia. A tu edad, ya te das cuenta de que los mayores van a lo suyo el tiempo que no dedican a fastidiarte. Ahora, sólo quiero que, dentro de un mes o dentro de un año, recapacites sobre el mal trago y que te fijes en un hecho: entre todos tus mayores hay uno que es más Mayor. Ese que, en la familia, llamáis El Patrón.
Llegado ese momento, me gustaría que fueras imparcial. Quiero que llegues a tu mayoría de razón sabiendo la verdad. Ya la intuyes pero quizá esta carta te ayude a confirmar tus sospechas. Entonces recordarás, aunque sea doloroso –esa será otra de tus entradas en la mayoría de edad-, que tu regio abuelo no estuvo a tu lado. Al parecer, estaba lejos matando elefantes.
La verdad, la dura verdad, es que ningún abuelo normal hubiera olvidado a ningún nieto, con más motivo cuando ese nieto -tan queridísimo por ser varón y por ser el primero- está justamente en esa edad difícil que precede a la adolescencia. Has de saber que todos los abuelos cortarían inmediatamente sus vacaciones, estuvieran donde estuvieran, para volar al lado de su nieto herido. Eso te dará una prueba del talante o calaña de tu regio abuelo.
Si estás leyendo las noticias en tu iPad verás que esos zalameros que tanto te atosigan y que se dicen ‘periodistas’, atacan a tu abuelo por matar elefantes. “Con la que está cayendo [se refieren a la miseria en la que nos está metiendo tu familia y sus amigos] y el Rey se gasta un dineral en asesinar proboscídeos”, escriben ellos y yo supongo que ya sabes qué significa proboscídeos.
Pues bien, antes de que esta carta se te haga demasiado larga y aburrida, quiero terminarla pidiéndote que te preguntes: “¿Qué es más grave?, ¿que un abuelo abandone a su nieto o que ese mismo abuelo asesine a carísimos elefantes?”.
Tu respuesta será la prueba de tu madurez. Piénsala pero sin obsesionarte y, por supuesto, no respondas ahora, así, con 13 años y desde un hospital. Respóndete dentro de unos años.
Te desea una pronta y completa recuperación,
Euclides Perdomo, republicano.
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