sábado, 15 de octubre de 2011

Rebelión de los docentes madrileños contra el despotismo de CCOO.

 
Rebelión


Los delegados de zonas educativas, tras constatar por segunda vez en menos de un mes la nula voluntad de los cinco sindicatos mayoritarios de respetar los acuerdos tomados libremente en las asambleas de centros y áreas, convocaron el jueves una exitosa asamblea y se constituirán en plataforma independiente.

Bravo por los profes de Madrid. El jueves por la mañana, y con menos de 24 horas para difundir la convocatoria, consiguieron celebrar una estupenda asamblea regional independiente, a la que se presentó más del 50% de los delegados de las áreas educativas de la Comunidad, y un buen puñado de representantes de claustros, así como delegados de los sindicatos alternativos y un montón de docentes a título individual. El motivo era bien sencillo: las empresas sindicales mayoritarias en el sector, con CCOO a la cabeza, habían vuelto a reírse de ellos. Pasando olímpicamente de los acuerdos tomados en las asambleas de los trabajadores de la enseñanza de Madrid, la mesa intersindical reunida un día y medio antes (la tarde del 10 de octubre) había convocado, de forma unilateral y cobarde, un calendario de 3 únicos días de paro hasta finales de noviembre, cuando los profesores habían votado mayoritariamente un modelo de huelga indefinida.

Ese modelo de huelga indefinida se había adoptado de forma completamente democrática y transparente. Durante toda la semana pasada, los profesores de secundaria de la Comunidad de Madrid, organizados en una eficiente red de asambleas de centros educativos y zonas, estuvieron sondeando la opinión de sus compañeros. El resultado de ese sondeo reflejaba la voluntad de la mayor parte del colectivo por adoptar un modelo concreto de movilizaciones, con dos puntos fundamentales:

- Por un lado, la convocatoria de paros de dos días por semana en semanas alternas hasta la retirada de las Instrucciones de principio de curso en secundaria y la vuelta al cupo de 2009 en todas las etapas de la enseñanza pública no universitaria. Esa huelga de dos días cada dos semanas, denominada por los profesores con la abreviatura "2-0-2-0", tenía que empezar los próximos 19 y 20 de octubre.

- Por otro lado, la extensión del conflicto a la educación primaria e infantil. Los maestros de primaria e infantil sufrieron el año pasado en Madrid recortes de plantilla y de condiciones laborales de la misma o mayor envergadura que los que han sufrido a principios de este curso los profesores de secundaria. Aunque en aquel momento no se movilizaron, en buena medida por la desidia de los sindicatos subvencionados, este año muchos de ellos han visto la oportunidad de reclamar lo que hace tiempo les vienen robando. Así, cada vez más claustros de profesores de primaria e infantil se han ido reuniendo en sus centros de trabajo y enviando delegados a las asambleas de área constituidas por los profes de secundaria. Los profesionales de la enseñanza secundaria, a su vez, son muy conscientes de que la segregación de las demandas de los docentes según etapas educativas les perjudica como colectivo en lucha y beneficia tanto a quienes están en el poder en los gobiernos regional y central como a quienes mueven los hilos desde los sindicatos amarillos, que no quieren una movilización contundente que pueda poner riesgo sus privilegios.

Por eso la rabia fue lo primero que se pudo sentir ayer en la asamblea independiente de profesores constituida desde las 11 de la mañana en el I.E.S. María de Austria de Plaza Elíptica. Hacía pocas horas que los gestores de las cinco empresas sindicales mayoritarias en el sector, reunidos en conciliábulo, habían publicado en todos los medios hegemónicos su convocatoria de paros los días 20 de octubre, 3 y 23 de noviembre, afectando únicamente a la enseñanza secundaria y alegando que no convocaban más días de huelga en noviembre para no interferir en la campaña electoral. La sensación de hastío entre los profes allí reunidos, unida a la sospecha de que las cinco empresas sindicales tenían interés en desmovilizarlos poco a poco, se habían vuelto, después de la última maniobra, una realidad que crispaba el ánimo de los allí presentes. Muchos de los delegados que acudieron a la cita de ayer habían trabajado con denuedo durante siete días para conseguir que los claustros de sus centros de trabajo se reunieran y votaran el calendario de huelga que mejor les parecía a todos, habían acudido luego a las asambleas de zona a volcar los resultados de dicha consulta, y encima habían compaginado todas esas tareas de organización con los piquetes informativos, los encierros, las manifestaciones y los demás actos reivindicativos organizados a nivel local y regional durante la semana de huelga pasada. Por eso ayer tenían la sensación de que no sólo Esperanza Aguirre y Lucía Figar estaban jugando a desmotivarlos y enervarlos: estaban convencidos de que los sindicatos de concertación también tenían interés en agotarlos.

La postura de la corporación CCOO, mayoritaria en el sector, ha sido especialmente vergonzosa en este asunto. Después de que UGT, STEM, ANPE y CSIF remoloneasen en los preparativos de las anteriores movilizaciones, llegando a boicotear la convocatoria de huelga del pasado día 22 de septiembre, las bases de CCOO presionaron a sus gerentes para que su organización tomase las riendas de una verdadera asamblea provincial de delegados de zona, donde los profesores fuesen los principales protagonistas y quienes eligiesen el camino a seguir en el conflicto contra la Consejería de Educación. Así, el pasado 29 de septiembre, en el salón de actos de la sede de CCOO en la calle Lope de Vega de Madrid, se celebró una asamblea de delegados de zonas educativas de la región, la primera después de las reuniones informativas de los días 20 de julio, 31 de agosto y 8 de septiembre. Fue una asamblea esperanzadora, puesto que los delegados, previamente elegidos por sus compañeros para trasladar las propuestas consensuadas en las distintas asambleas de zona, pudieron por primera vez desde el inicio del conflicto gestionar los acuerdos que traían y tomar decisiones concretas acerca del calendario de movilizaciones. En los días previos a esa reunión se había creado una estupenda herramienta informática, llamada Red Verde, con la que se establecía una comunicación interna entre todas las asambleas de profesores de Madrid y se intercambiaban, de forma cada vez más efectiva, las propuestas y los acuerdos firmes que en cada una de ellas se iban tomando. Los jerifaltes de CCOO, viendo que los profes se estaban organizando por su cuenta, que lo estaban haciendo bien, y que encima sus propios afiliados de base se les estaban subiendo a las barbas, no tuvieron más remedio que convocar esa asamblea regional, abrir la mano y dejar que los representantes de cada asamblea votasen sobre las futuras acciones del colectivo. Eran, si mal no recuerdo, treinta y pico delegados de zona, cada uno con un voto, y un delegado de la Asamblea de Interinos, al que se le concedió un voto también tras argumentar que el colectivo al que representaba estaba fundamentalmente compuesto por profesores despedidos y por lo tanto incapacitados para participar y votar en las asambleas de centros de trabajo. La mesa estaba compuesta por tres liberados de CCOO y tres representantes de zona (dos de ellos afiliados de esa empresa), convenientemente elegidos al principio de la asamblea para que, en el momento de hacerlos subir al estrado, pareciese que la selección se había hecho de forma aleatoria. En todo caso, y a pesar de esas irregularidades, daba la impresión de que las bases de CCOO, inspiradas por el 15-M, habían empezado una revolución dentro de su corporación, y que la estructura asamblearia tan bien urdida por los propios profesores a lo largo y ancho de la geografía madrileña iba a terminar infiltrándose en el entramado empresarial-representativo de los sindicatos de concertación. En un momento incluso, desde la mesa, se les ofreció a los delegados de los tres sindicatos alternativos presentes en la sala (CNT, CGT y SUT) la posibilidad de que votasen también las propuestas volcadas allí por los portavoces de zona, ofrecimiento que el delegado del sindicato de Enseñanza e Intervención Social de la CNT de Madrid, con buen criterio, declinó en nombre de su organización, "porque eran los trabajadores los que debían decidir el futuro calendario de movilizaciones, no los sindicatos." A cambio, se le cedió un turno de palabra de tres minutos a él, y a los representantes de CGT y SUT, que coincidieron en reclamar a los dirigentes de CCOO respeto a las decisiones tomadas de forma soberana por las asambleas de profesores. También habló allí la delegada del sindicato STEM, que, al verse desplazada del púlpito que había estado ocupando en las anteriores reuniones informativas, se había pasado la tarde pululando fuera de sí por entre las butacas del salón de actos. Fue la suya una intervención desatinada, casi hilarante, síntoma evidente del desquiciamiento que esos profesionales del negocio sindical están viviendo en estos días de asamblearismo y autoorganización en Madrid.

Aparte de algunas cuestiones menores sobre acciones locales y periodicidad de las concentraciones frente a la Consejería, lo que los delegados en aquella asamblea del día 29 decidieron fue básicamente una cosa: que durante la siguiente semana, la del 31 de septiembre al 6 de octubre, se haría el esfuerzo por reunir de nuevo a todos los claustros de los institutos de Madrid y se sometería a los profesores que participasen en dichas asambleas a un cuestionario sobre el tipo de movilización que preferían seguir de ahí en adelante. Los resultados se trasladarían posteriormente a las correspondientes asambleas de zona, y de allí a una nueva asamblea regional el lunes 7 de octubre, donde se consensuaría un calendario de movilizaciones claro, decidido en función de los resultados de dicha encuesta. Un profesor, oliéndose la traición que se estaba gestando, propuso que esa asamblea regional del día 7 se celebrase en un instituto de Madrid, no en la sede de CCOO. La liberada sindical Isabel Galvín, desde la mesa, se demudó un poco del susto, pero, una vez repuesta, y como profesional que es de la política y el engaño, consiguió que los profesores condescendiesen para que la siguiente asamblea regional se celebrase otra vez en casa de CCOO. Su argumento era que, aunque en la asamblea sólo tuvieran derecho a voto los delegados de zona, era importante disponer de un espacio grande para que todos los profes y maestros interesados pudiesen acercarse a conocer las deliberaciones de sus delegados. Era precisamente el argumento con el que ella misma y su compañero Paco García se habían encargado de abortar la toma de decisiones de los delegados en las anteriores asambleas regionales los días 31 de agosto y 8 de septiembre: "¡aquí hay un montón de gente que no sabemos ni quiénes son y así no se puede votar nada!" Con todo, los delegados fueron generosos de espíritu, y, como se demostraría más tarde, un poco inocentes: quedaron en volver a reunirse, ya con los resultados de la famosa encuesta en la mano, el lunes 7 de octubre por la tarde en el lugar que CCOO les dijese.

Tal y como habían prometido los delegados, el mencionado cuestionario se movió en los claustros de profesores de todo Madrid. El contenido de dicho cuestionario había sido aprobado en votación por los delegados en aquella asamblea del día 29 de septiembre: consistía en preguntarles a sus compañeros, primero, si querían seguir con la huelga o no, y, si respondían que sí, qué tipo de huelga preferían. De los tipos de huelga posibles, se consensuó ofrecerles cuatro modalidades para que eligiesen una:

- Tres días a la semana todas las semanas.
- Tres días a la semana en semanas alternas.
- Dos días a la semana todas las semanas.
- Dos días a la semana en semanas alternas.

Los lectores que hayan seguido un poco el desarrollo de este conflicto sabrán que la primera opción fue la más votada por el colectivo de profesores antes de que comenzara oficialmente el curso (casi un 73% de los encuestados). Era un modelo de huelga indefinida, que intentaba salvaguardar un poco el bolsillo de los huelguistas evitando parar los cinco días de la semana y confiando en que el Sindicato de Estudiantes tuviese la inteligencia de complementarlo convocando huelga de alumnos los lunes y viernes de cada semana. En otras palabras, desde el principio del curso la mayoría de los docentes de secundaria se habían mostrado muy conscientes de que la huelga indefinida de tres días por semana era la mejor arma para ganar este conflicto, la herramienta de lucha idónea para poner de manifiesto la idea fuerte que cohesionaba la indignación del colectivo ante las instrucciones de la Consejería: "así, en estas condiciones, no podemos dar clase". Además, había propuestas muy firmes de acompañar esa huelga indefinida con un boicot coordinado a los horarios, a las actividades extraescolares, a los equipos directivos que se plegasen a las órdenes draconianas de la consejera, a las editoriales de libros de texto, generando así un atasco integral en las aulas madrileñas que obligase a Esperanza Aguirre y sus secuaces a retroceder en su perverso plan de privatización de la escuela pública. Además, desde un primer momento, se planteó la necesidad de sumar a los ciclos de primaria, infantil y casas de niños a este conflicto, puesto que, como dijimos, los recortes habían sido tan duros o más para ellos en el pasado reciente.

En definitiva, muchos de los involucrados en este conflicto estamos convencidos de que aquella huelga, la que querían los profes, habría dado el triunfo a los trabajadores en un breve plazo de tiempo. Este orgulloso redactor, como muchos de los profesores a los que ustedes pregunten en Madrid, está seguro de que la huelga indefinida de martes a jueves habría durado como mucho tres o cuatro semanas, y que, ante la amenaza de otros colectivos (Universidad, sanidad, bomberos) de sumarse a la protesta, Lucía Figar y la marquesa consorte se habrían quitado enseguida la careta de "damas de hierro" y habrían retirado las Instrucciones y readmitido, cuando menos, a los 3.200 interinos despedidos este año en secundaria.

En Madrid tenemos el precedente de la huelga exitosa de los trabajadores del metro en el verano de 2010. Entonces el enemigo era el mismo (la Comunidad de Madrid) y el contexto social infinitamente menos propicio. Todavía recuerdo a las viejas madrileñas insultando a los conductores desde los andenes, y la salvaje criminalización que todos los medios hegemónicos hicieron de la reacción de los trabajadores ante una agresión brutal a sus derechos. Sin embargo, la huelga indefinida de los conductores del metro de Madrid logró buena parte de los objetivos que se planteaba, y alguno más que se perdió en el camino debido a la intervención caprichosa de la UGT a última hora. Pero claro, los sindicatos que llevaron la voz cantante en todo aquel proceso de movilizaciones fueron Solidaridad Obrera y CNT, dos organizaciones sin liberados sindicales, que no aceptan subvenciones y que se niegan a participar del circo de las elecciones y los comités de empresa.

Bien al contrario, quienes han llevado la batuta de las movilizaciones de los docentes madrileños hasta ayer día 12 de octubre han sido cinco corporaciones untadas hasta las cejas con el dinero suministrado por los mismos que promueven los recortes. Su intención ha sido, hasta ahora, la de apagar el fuego de la protesta y dilatar el proceso de huelga hasta el día en que puedan sentarse a negociar con la administración regional y hablar con ella, entre otras cosas, de sus cupos de liberados sindicales para el próximo curso. Por el camino, han logrado que la Marea Verde se vuelva, de momento, marejadilla, y que la huelga indefinida que los profesores querían secundar desde el principio haya quedado, de momento, en agua de borrajas. Está claro que no quieren, bajo ningún concepto, que los trabajadores de este país descubran el poder de su voz en las calles ni que se enteren de que una huelga indefinida en los centros de trabajo les puede devolver en un plazo muy breve de tiempo todos los derechos que se les han usurpado durante los últimos meses de reformas y decretazos. Saben perfectamente que el día en que los trabajadores se empoderen y aprendan a organizarse por su cuenta, el submarino amarillo que ellos representan, carburado con la financiación de las arcas públicas, se hundirá para no volver a tocar la superficie nunca.

Pero volvamos al asunto de la encuesta enviada, a partir del pasado día 29 de septiembre, a los centros de enseñanza secundaria. El resultado fue el siguiente: votaron 4.497 claustros de centros de enseñanza secundaria, de los cuales 3.205 se mostraron mayoritariamente a favor de secundar la huelga. De entre las modalidades de huelga propuestas, la opción más votada entre los claustros dispuestos a continuar los paros fue la de dos días por semana en semanas alternas (modelo “2-0-2-0”), con 1.752 centros a favor de secundarla. La segunda opción más elegida fue la primigenia, la de huelga tres días todas las semanas (modelo “3-3-3-3”), con 360 claustros de profesores mayoritariamente dispuestos a emprenderla. Los otros dos modelos de huelga (“3-0-3-0” y “2-2-2-2”) tuvieron bastante peor acogida, con 172 y 271 votos favorables respectivamente.

Otro factor a tener muy en cuenta, aunque mucho más difícil de evaluar en sus consecuencias, es que durante todo el proceso de votaciones de la semana pasada, los sindicatos amarillos desplegaron por los institutos y las asambleas de área de Madrid a su ejército de liberados, bandada de vampiros bien entrenados para rebajar la tensión sanguínea de los huelguistas y orientar la decisión de los profesores hacia la opción de lucha más transversal, menos cañera. Los que hayan estado presentes en esas asambleas los habrán conocido por su oratoria de políticos bregados en mil batallas de caverna, por sus discursos que siempre ponen la voz en grito contra el PP al principio, pero que acaban exhibiendo un brillante extintor de fuegos cuando terminan. En muchas de las áreas, incluso, utilizaron sus peores artes verborreicas y hasta las amenazas físicas para poder copar las asambleas, exorcizar cualquier arrebato de entusiasmo y ridiculizar en público a los portadores de las voces que defendían las opciones de lucha más contundentes.

La guinda de esa agotadora semana de trasiegos, asambleas y huelga les esperaba a los profes madrileños el viernes 7 de octubre a partir de las cinco de la tarde en uno de los locales que la empresa CCOO tiene comprados en el barrio de Embajadores. Al final, los treinta y tantos delegados de área habían conseguido hacer los deberes y acudieron a la segunda asamblea regional con sus carpetas llenas con los resultados de la famosa encuesta. Varios de ellos contaron allí mismo cómo hasta última hora habían estado llamando a amigos y compañeros para poder enterarse de dónde era la asamblea regional, puesto que en la página web de la Federación de Enseñanza de CCOO, la anfitriona, no se decía ni mu sobre el evento. Tampoco se decía, por supuesto, que el local que iba a acoger una asamblea tan importante como aquella iba a ser una modesta habitación en el segundo piso de un edificio inmenso. ¿No habían dicho que ellos organizarían el evento para disponer de una sala espaciosa donde entrásemos todos y estar así más que cómodos? Este orgulloso redactor se pasó un buen rato antes de comenzar la asamblea repasando los majestuosos cuadros que decoraban tres de las cuatro paredes de aquella siniestra sala: fotos y fotos elegantemente enmarcadas donde unos sonrientes sindicalistas en traje de gala se codeaban con personalidades de la talla del rey, los príncipes, el actual presidente del gobierno. La cara de un sujeto se repetía en muchas de ellas, ocupando, vaya usted a saber por qué, siempre un lugar privilegiado en los retratos: era el señor presidente del Congreso de los Diputados, don José Bono, quien impertérrito desde las láminas de la sala de Maforem, iba a tener el privilegio de vigilar, con sus ojos de sapo cristiano, el devenir de la asamblea de profes madrileños. Todo me daba muy mala espina.

Y en efecto así fue la asamblea, tal como el frontal de don José Bono: grasiento, manipulado y vacío de contenido.

Después de dos horas largas en las que los delegados estuvieron subiendo al estrado a evaluar las movilizaciones de la última semana, a explicar los acuerdos de sus asambleas, y a plantear el modelo de huelga que sus compañeros habían preferido, se hizo un receso. Al volver, la hoja de excel con los datos de la encuesta estaba ya casi completo, y mostraba que más del 60% de los claustros consultados preferían una huelga de dos días cada dos semanas hasta que se tumbaran las instrucciones y volvieran a su puesto de trabajo los compañeros despedidos. Sólo faltaba que se anunciase públicamente el resultado y que los dirigentes de CCOO encaramados en la mesa expresasen el compromiso de su compañía de convocar la huelga los días que la mayoría de los trabajadores había preferido. Cuál fue la sorpresa de los allí presentes cuando la delegada de CCOO, Isabel Galvín, inauguró la segunda parte de la reunión diciendo que la decisión que de esa asamblea saliese serviría simplemente para llevarla como propuesta al cónclave que los directivos del holding intersindical UGT-STEM-CCOO-ANPE-CSIF celebrarían 3 días más tarde en algún lugar con encanto del centro de Madrid. Para justificarlo, apeló de nuevo a la muy sobada “unidad sindical”, o sea la unidad de CCOO con dos sindicatos corporativos medio fachendosos (ANPE y CSIF), una subcontrata del Gobierno Zapatero (UGT) y un sindicato desquiciado (STEM). El murmullo entre los asistentes fue generalizado, y se convirtió en barullo cuando la otra delegada de CCOO, de cuyo nombre no soy capaz de acordarme, propuso con mucha dulzura a los delegados que votasen una nueva propuesta que se le ocurría: jornada de huelga el día 20 de octubre, sólo para secundaria, y luego lo que dios dijera.
Entonces los delegados se sublevaron. A gritos dijeron que no había nada que votar aquella vez, que los datos eran meridianamente claros y que CCOO, si realmente era un sindicato, simplemente tenía que acatar el mandato de las asambleas de trabajadores: huelga “2-0-2-0”, empezando el 19 y el 20 de octubre, e incluyendo a infantil y primaria. No se pudo ni concretar la próxima cita. La asamblea acabó con un firme balbuceo en el micrófono de la moderadora (una afiliada de base de CCOO que confío que lo seguirá siendo por muy poco más tiempo): “Entonces, hemos acordado huelga el 19 y el 20 de octubre, incluyendo a infantil y primaria…”

Lo que pasó en los días siguientes ustedes ya lo conocen. Los próximos 19 y 20 de octubre habrá huelga de docentes en Madrid. CGT y CNT tienen legalizados los dos días para todas las etapas de la enseñanza pública no universitaria. CCOO y los demás sólo el día 20 y sólo para secundaria. La próxima asamblea regional independiente de delegados de las asambleas de docentes de Madrid se celebrará el próximo día 20 de octubre, a partir de las 10 de la mañana, otra vez en el I.E.S. María de Austria. Hasta entonces, tienen trabajo los profes de Madrid que han decidido seguir su camino al margen de los sindicatos amarillos. Tendrán que poner a funcionar las 4 comisiones (Comunicación, Seguimiento, Negociación y Legal) que consensuaron crear para hacer más operativa su asamblea; tendrán que bajar a las asambleas de centro, y luego ratificar en asambleas de zona, las propuestas que salieron de la última y maravillosa asamblea regional. Entre ellas, la de constituirse en plataforma independiente de trabajadores, con capacidad para convocar, desconvocar huelgas y negociar con la Consejería; la de crear una tabla reivindicativa consensuada con la que todos se sientan identificados; la de organizar una huelga “política” (claro que es “política”, imbéciles) toda la semana de antes del 20-N; la de crear un organigrama claro y un canal muy fluido de comunicación entre los miembros; la de fijar un día (no es broma, la propuso uno de los delegados) para ir en masa a la sede de CCOO a entregar el carnet de afiliados los que aún lo tuvieran.

Al mismo tiempo, los liberados sindicales tendrán también trabajito en estos próximos 6 días. Tendrán que infiltrarse de nuevo en las asambleas y convencer otra vez a los profes de Madrid de que otro sindicalismo no es posible y de que con la autoorganización, el apoyo mutuo y la horizontalidad no se consiguen más cosas que con las elecciones sindicales y las reuniones de las juntas de personal.

Veremos otra vez quién pesa más: el agua clara o el yellow submarine.

Nota leida en Rebelión.org.

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