jueves, 9 de agosto de 2012

El régimen y el pánico.

Entrar en los supermercados y llevarse alimentos para los más pobres no es el camino, nos dicen los culpables de la catástrofe en la que nos ha metido el capitalismo.

Lo que hay que hacer es manifestarse con pancarta hasta que el gobierno reaccione o, en su caso, que vuelva el PSOE con algún aliado para rescatar al capitalismo del colapso. Por eso, la acción del Sindicato Andaluz de Trabajadores de expropiar alimentos en dos supermercados es más que simbólica. Ha cumplido de sobra el objetivo de poner la pobreza que viven cientos de miles de personas sobre la mesa. Lo que resulta del todo alucinante –pero no sorprendente en una sociedad donde las contradicciones de clase no paran de agudizarse-, es la descomunal maquinaria mediática que, pese al verano, se ha puesto en marcha para desprestigiar e insultar a los militantes del SAT y a sus dos referentes: Sánchez Gordillo y Diego Cañamero.

De pronto, los que guardan silencio ante la corrupción, los que no piden cárcel para los responsables de Bankia, de los Gurtel o los ERE´s, ni tampoco para los causantes del paro y la miseria, han hecho un único eco mediático para condenar el “robo” y la acción “terrorista” de un grupo de jornaleros.

Los capos del sistema han enviado en primer lugar a los medios, a recordar a todos el grave delito que representa el llevarse unos carros con alimentos para repartir entre los pobres. Luego vinieron las declaraciones de los dirigentes del PP, del PSOE y hasta de IU, sin olvidar los de UGT y CC.OO (de risas con el Borbón casi a la misma hora) que se desvincularon con rapidez del hecho delictivo “impropio de representantes políticos y sindicales”. Y más luego vino el ministro del Interior y el de Justicia con el peso de la ley, con sus guardias civiles y policías nacionales.

Una ley hecha por una burguesía que teme que este pequeño acto sea la puerta que se abra para que decenas de miles de personas peleen por sus derechos, por eso, han repetido hasta el hartazgo desde sus aparatos que la propiedad privada es sagrada, que no se toca o salta todo por el aire.

Gracias, SAT.

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