sábado, 11 de agosto de 2012

Dime con quién andas... Méndez, Toxo y el monarca español

Máximo Relti
Canarias Semanal



Méndez y Toxo dejaron por una vez los disfraces en casa. Se despojaron de sus clásicos "harapos", pues no era cuestión de visitar a su majestad el rey portando las mismas prendas que lucen en los mítines, manifestaciones y encuentros sindicales. Ahora se trataba de un encuentro a alto nivel "entre hombres de Estado". El protocolo exigía que la entrevista regia tuviera las mismas características que había tenido el encuentro con Angela Merkel, la canciller de hierro y representante plenipotenciaria de los intereses de la gran banca alemana.
El cambio de indumentaria de los secretarios generales de los dos sindicatos "mayoritarios" españoles ha puesto de manifiesto algunas cosas que dicen mucho a favor de la sapiencia de ambos. Méndez y Toxo han demostrado poseer "instinto de clase". Es decir, han aprendido a olfatear quién es quién, cuál es el lugar que cada uno ocupa en el escalafón. Y comportarse de acuerdo con las exigencias de los cánones. En el pasado, cuando se reunían con Rodríguez Zapatero o, anteriormente, con José María Aznar, acudían siempre enfundados con el clásico jersey de cuello de oca, sin corbata y en "plan reivindicativo". Los simulacros y las escenificaciones forman parte de la institucionalidad. En esta sociedad del espectáculo el protocolo pretende indicar el grado de asentamiento del sistema. Y eso no deja de ser importante para su salvaguardia.
Cuando los líderes sindicales visitaron ayer el Palacio de La Zarzuela eran conocedores de la identidad social y política de quien iban a visitar. Ambos son plenamente conscientes de que el monarca constituye la síntesis de los tres poderes del Estado, y el apéndice del poder más importante, del poder realmente existente, del que apenas se aprecia, del que todo lo puede: del omnipotente poder económico.
Cuando Juan Carlos Borbón recibió ayer a los Secretarios Generales de UGT y CCOO en el Palacio de la Zarzuela, los sujetos participantes en el espectáculo eran conocedores de que tal acto no iba más allá de una escenificación de las funciones que desde la llamada “transición democrática” cada uno de los intervinientes tenía atribuida.
La reunión duró relativamente poco. También es verdad que no había muchas cosas de las que hablar. Según el comunicado que los dos dirigentes sindicales expidieron a los medios de prensa, la reunión tenía el propósito de "trasladarle a su majestad un detallado calendario de las movilizaciones" que tendrán lugar próximamente, así como evaluar conjuntamente con el monarca "la legitimidad de los recortes". De igual forma, ambos gestores de los dos aparatos burocráticos sindicales, intentaron que su majestad comprendiera que "los recortes de Rajoy", constituian un "suicidio económico".
El rendibú institucional que rodea al protocolo no deja de tener bemoles. El rey ya ha expresado reiteradamente - en Brasil, Moscú… - su apoyo explícito a la política económica del gobierno ultraconservador de Mariano Rajoy. Difícilmente podía ser de otra manera. Esa es su función institucional: la defensa de los intereses de la clase social que lo instaló en el lugar donde se encuentra. Si por uno de esos avatares de la historia, que sólo se dan una vez cada milenio, el monarca olvidara en algún momento cuál debe ser su posición política, ocurriría - pero esta vez de verdad - lo que aquel personaje de nefanda memoria llamado Santiago Carrillo puso en boga años antes de la denominada "transición democrática": "que su monarquía duraría menos que un dulce en la puerta de un colegio".
¿A qué viene entonces el encuentro entre el monarca y los supuestos representantes de las clases trabajadoras? ¿Deseaban realmente los dirigentes sindicales hacer comprender al monarca el carácter perverso de la política de Mariano Rajoy y su gabinete ultraconservador? Es obvio que no. La visita palaciega – como antes sucedió con el viaje a Berlín - se inscribe en una exhibición protocolaria de funciones. En los últimos 30 años, independientemente de la voluntad de algunos de los sujetos protagonistas, el papel que los sindicatos oficiales han jugado en el Estado español ha sido el de amortiguar las tensiones sociales. La visita al rey no es más que la expresión ratificada por parte de estas dos instituciones sindicales del sistema, de que sus protestas y movilizaciones no traspasarán las líneas dibujadas por las llamadas “reglas de juego”. Esa es la frontera. De ahí las cortinas de humo, los referéndums, los “de entrada sí, pero…”, las movilizaciones de tanteo, etc., etc.
Los sujetos que ayer rindieron pleitesía al sistema en la persona del heredero del dictador, conocen a la perfección cuál es el rol que les corresponde jugar. Ya ni siquiera lo ocultan. Pero… ¿y quiénes se empeñan en seguir sus pasos esgrimiendo el argumento de que no hay alternativa, de la imposibilidad de buscar una vía propia y acorde con los intereses que desean representar? ¿No habrá llegado el momento de empezar a construir una? Algunos ya han emprendido los primeros pasos. Y no parece irles tan mal.

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