Según la Biblia, Dios le dio al hombre y la mujer el control sobre los animales.
¿En qué diablos estaría Dios pensando?
Qué ocurrencia, dejar a seres tan perfectos bajo el control de una especie tan pecadora y bárbara.
Aunque muchas personas fueron entrenadas para ignorarlo, los animales perciben el dolor tanto como nosotros.
Los animales que caen en la desgracia de ser convertidos en mercancía viva, sufren tremendas torturas antes y al momento de finalizar el ciclo al que son condenados.
¿En qué diablos estaría Dios pensando?
Qué ocurrencia, dejar a seres tan perfectos bajo el control de una especie tan pecadora y bárbara.
Aunque muchas personas fueron entrenadas para ignorarlo, los animales perciben el dolor tanto como nosotros.
Los animales que caen en la desgracia de ser convertidos en mercancía viva, sufren tremendas torturas antes y al momento de finalizar el ciclo al que son condenados.
Hacinamiento, experimentos, aislamiento, maltrato, trabajo forzado, modificación genética e infinidad de torturas para finalmente, llegar a la muerte. La etapa donde el animal ya no tiene nada más que ofrecer, y a través del último tormento le arrebatan la vida.
Estas y otras tantas atrocidades son prácticas rutinarias y aceptadas ciegamente por la mayor parte de la sociedad humana.
Esos mismos seres que estaban vivos, que respiraban y sentían dolor, en su gran mayoría pasan convertidos en productos comestibles a las mesas de comensales racionales, quienes como suele ocurrir, opinarán acerca de la contextura sabor y preparación del cadáver.
Comensales racionales, inteligentes, que han sido entrenados para bloquear sentimiento alguno hacia otros seres que han sido mantenidos en cautiverio, cruelmente torturados y asesinados para saciar el apetito “humano”.
Como si esto no fuera suficiente castigo a los animales que entregan a los humanos hasta su vida misma, es común que también se los torture públicamente solo por diversión.
Muchas sociedades aun hoy día consideran la tortura de los animales como un deporte sano y familiar que los conecta con la tradición o la naturaleza.
Obviamente en algunos casos es tradición, lo cual de ninguna manera lo justifica, pero en ninguno de los casos es algo natural, ni sano, ni humano.
Tú, que ahora estás leyendo esto, si vives entre los parámetros “normales”, tal vez te parezca ridículo lo que lees, pero si lo analizas verás que nuestra especie se comporta como parásito del mundo.
Sin compasión contaminamos y destruimos el hábitat, torturamos y masacramos a otras especies solo por mantener nuestro estilo de vida.
Amamos a nuestras mascotas pero no sentimos nada cuando millones de animales similares son torturados de las formas más viles en salas de experimentos, donde su dolor no es escuchado ni atendido.
Qué sentirías si vieras que a tu perro o gato lo quemaran vivo, solo para luego aplicarle cremas y ver que efecto curativo tienen, sin ningún interés en calmar su sufrimiento.
Qué sentirías si a tu mascota le inyectan líquido limpiador para vidrios o le aplican productos de limpieza en los ojos, sabiendo que quemaran sus retinas y morirá cruelmente, solo para que esos productos sean aprobados para el mercado.
Y si el animal no tiene la suerte de morir lo volverán utilizar en otro experimento.
Por negocio, para satisfacer nuestros gustos alimenticios, para alimentar también nuestro ego, o por simple entretenimiento, como especie, infligimos terribles sufrimientos y asesinamos a millones de animales por día.
Impunes genocidios constantes que se repiten día tras día, pero a los ojos del mundo pasan desapercibidos.
Tal vez alguien diga “…yo no hago nada de eso”. Bueno, si vives según los parámetros económicos y culturales forjados por los grandes mercaderes, eres parte de la causa del problema.
Nuestro “moderno” sistema de vida y consumo está basado en el capitalismo, sistema inhumano que todo lo transforma en mercancía, donde el más fuerte devora al más débil y donde La escala de la explotación de los animales es tan grande como la ignorancia de los consumidores.
Las sociedades salen en masa a las calles pidiendo por sus derechos.
Por los derechos humanos, derecho al salario justo, a la libre expresión, a la educación, a la vida.
¿Y qué hay acerca del derecho a la vida de las otras especies?
¿Dónde está la moral en pedir derechos para nosotros mientras pisoteamos los de los demás?
En su gran mayoría, la gente ignora o pretende no saber el daño que causamos a otras especies, las cuales tienen tanto derecho como nosotros a vivir.
Alguien también podría decir, “los animales son diferentes a nosotros, son especies inferiores.
Yo me pregunto.. ¿No es esa la base de la segregación o la xenofobia?
¿No actúan de la misma manera los racistas? Esa gente que se cree superior y piensa que sus intereses y necesidades son más importantes que las de los otros, los inferiores.
Con la misma mentalidad primitiva matamos también a miembros de nuestra misma especie cuando nos ordenan luchar en absurdas guerras, sin caer en cuenta que son solo formas de dividirnos y continuar la esclavitud humana.
Como sujetos, estamos enfrascados en el transcurso de nuestro día a día, e inconscientemente aplicamos lo aprendido e ignoramos el dolor ajeno.
La sociedad condicionada por la TV, llora en sus casas por las penurias de las familias adineradas de las novelas, pero ríe y se burla en la cara de aquel que cayó en desgracia y mendiga un poco de pan en la esquina.
Hoy como ayer están muriendo muchos inocentes en guerras planeadas por una élite mundial, pero la distancia y la complicidad de los medios de comunicación actúan como una anestesia que nos desconecta del dolor ajeno y no lo comprendemos hasta que el dolor golpea nuestra puerta.
Y ante todo esto cabe preguntarnos… ¿Somos realmente la especie más inteligente?
La huella de brutalidad que dejamos por donde sea que pasamos, son indicios claros de que estamos determinados a extinguir la vida en el planeta, incluyendo la nuestra.
Montados en nuestro ego colectivo nos hemos lanzado en una carrera suicida.
Para aligerar el paso dejamos en el camino nuestra moral, nuestra conciencia y así pasamos por sobre los valores y sentimientos más elementales que nos definen como humanos y los olvidamos.
Qué nos depara el destino, si ya ni siquiera existe el respeto por nuestra propia especie y dominamos tecnologías que podrían destruir la vida en todo el planeta.
Es tiempo de mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos si no es hora ya de abandonar la idea de que somos los amos del mundo y empezar a coexistir y demostrar con hechos, al mundo y a nosotros mismos, que realmente somos la especie humana.
¿Sinceramente crees que eres realmente un ser “humano”?
Quizás queda tiempo de enderezar el rumbo, si despertamos de esta pesadilla, quizás nuestra especie aun tenga la oportunidad de liberarse y llegar a ser realmente “humana”.
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