Los esfuerzos de Estados Unidos para frenar la expansión comunista –o lo que Washington entendía entonces por comunista– en los años setenta tuvieron capítulos desconocidos hasta ahora. Según documentos recién desclasificados, el presidente Richard Nixon conspiró con el gobierno militar de Brasil para derrocar al presidente chileno Salvador Allende.
A cambio, ofreció ayuda económica. No está claro qué papel acabó teniendo Brasil en el golpe respaldado por Washington que derrocó a Allende en septiembre 1973. Pero, según los expertos, los documentos arrojan luz sobre la política de la Casa Blanca en América Latina durante la guerra fría.
El 9 de diciembre de 1971, en una reunión con el presidente brasileño, el general Emilio Garrastazu Médici, Nixon planteó la conveniencia de colaborar para derrocar a Allende. También hablaron de Cuba: Garrastazu Médici se ofreció para ayudar a derrocar a Fidel Castro. Y Nixon defendió la necesidad de apoyar a los grupos del exilio cubano para lograr este fin. Pero con dos condiciones.
Una, no incitar a estos grupos a emprender acciones que después Washington no pudiese defender, como sucedió en 1961 en la invasión de la Bahía de Cochinos. Y dos, que “nuestra mano no fuese visible”. Ambos mandatarios, además, contemplaron la posibilidad de perjudicar al presidente de Perú, Juan Velasco Alvarado, divulgando que tenía un hijo de una relación extramatrimonial. “Tenemos que intentar evitar nuevos Allendes y Castros e intentar, en lo posible, revertir estas tendencias”, dijo Nixon en la reunión con Garrastazu Médici, según el informe secreto redactado por el consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger. “Hay muchas cosas que, como país sudamericano, Brasil puede hacer y Estados Unidos no”.
La nueva información ilumina el contraste entre la vieja política estadounidenses en América Latina, y la política del presidente Barack Obama, visible en la reciente condena del golpe en Honduras. Su antencesor, George W. Bush, no mostró un interés excesivo en la región. Durante su mandato, la izquierda radical avanzó sin problemas en varios países. Los documentos citados fueron desclasificados en julio por el departamento de Estado. Forman parte de la serie Relaciones Exteriores de Estados Unidos, que documenta la historia de la diplomacia estadounidense.
El domingo, la organización no gubernamental The National Security Archive, adscrita a la Universidad George Washington, los publicó en su página web. Peter Kornbluh, responsable de Chile y Brasil en The National Security Archive, dijo en un comunicado que con los nuevos documentos emerge “un capítulo escondido en la intervención y la colaboración para derrocar al Gobierno de Chile”, y exigió al presidente brasileño, Luiz Ignacio Lula da Silva, que abra los archivos militares de su país.
Chile centró buena parte de la reunión en 1971 entre Nixon y Garrastazu Médici, que lideró un régimen represivo entre 1969 y 1974. Según el documento citado, Nixon preguntó a su homólogo brasileño cómo creía que evolucionaría Chile, y éste contestó que “Allende sería derrocado por los mismos motivos que Goulart lo fue en Brasil”, en alusión al presidente Joao Goulart.
Después, Nixon le preguntó si creía que las fuerzas armadas chilenas eran capaces de derrocar a Allende, a lo que Garrastazu Médici respondió que sí. “Añadió que Brasil intercambia oficiales con Chile, y dejó claro que Brasil trabajaba para alcanzar este fin”, se lee en el informe de Kissinger. Y sigue: “El presidente dijo que era muy importante que Brasil y Estados Unidos trabajasen juntos en este campo. No podíamos ponernos al mando, pero si los brasileños creían que podíamos ayudarles en algo en este campo, le gustaría que el presidente Médici se lo hiciese saber. Si pidiese dinero o ayuda discreta, podría estar disponible”.
Unos días después de aquella reunión, un informe de la CIA –también publicado por The National Security Archive– advertía de la preocupación entre militares brasileños de los supuestos acuerdos entre Nixon y Garrastazu Médici. Según este informe, el general brasileño Vicente Dale Coutinyo había dicho que “obviamente Estados Unidos quiere que Brasil haga el trabajo sucio” en América Latina.
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