viernes, 21 de diciembre de 2012

Presupuestos con engaño y alevosía.

Los Presupuestos Generales del Estado son el principal instrumento que tienen los gobiernos para corregir el ciclo económico y para proporcionar incentivos a los sujetos económicos que permitan que la economía cambie de rumbo superando los problemas que le afectan.

Sin embargo, me parece que hay cuatro razones principales para estimar que los que se aprueban para 2013 gracias a la mayoría absoluta del Partido Popular solo van a servir para agudizar las dificultades y problemas que ya tenemos.


La primera es que para que cualquier presupuesto pueda corregir la situación, que en nuestro caso tiene como rasgos principales el desempleo desbocado, la deuda creciente y la consolidación de un modelo productivo insostenible y generador de grandes desigualdades, lo primero que se necesita es realismo. Y eso es justo lo contrario de lo que tienen los Presupuestos Generales del Estado para 2013.
A pesar de que otros organismos económicos y especialistas se han encargado de mostrar que las previsiones de las que parten son completamente inviables, el gobierno se ha empeñado en disimular la realidad para poder cuadrar engañosamente las cuentas.

En el cuadro macroeconómico que sirve de referencia para elaborarlos se infla el crecimiento del PIB previsto para 2013 a fin de que así se puedan registrar ingresos públicos mayores pero es seguro que su evolución será bastante peor que la anticipada por el Ejecutivo. El consumo privado disminuirá más de lo previsto debido a los recortes que el propio gobierno realiza, al igual que la inversión privada, que se resentirá por la disminución del impulso público, y es también muy improbable que las importaciones caigan tan poco como estima el gobierno o que las exportaciones, por el contrario, crezcan tanto como prevé.
Lo que plantea el gobierno en el escenario general de estos Presupuestos es una quimera porque no se puede hacer una cosa (recortar el gasto agregado mediante las políticas de austeridad) y esperar que ocurra un efecto de la acción contraria (que la economía se recupere como consecuencia del estímulo que proporcionarían unos presupuestos expansivos).

La realidad de las cosas es que con los ingresos y gastos públicos previstos para 2013 la economía española va a hundirse aún más en la recesión y, por tanto, a generar más desempleo y menor actividad productiva.

La segunda razón que lleva a pensar que estos Presupuestos no van a  corregir la situación en la que estamos es que, lejos de enfrentarse al crecimiento de la deuda, suponen un incremento aún más extraordinario de principal e intereses que nos acerca todavía más al abismo. En ellos se prevé desembolsar casi 40.000 millones de euros (una cifra que podría aumentar si las condiciones empeorasen en los mercados, lo que nunca se puede descartar) solo en intereses y realizar una emisión bruta de 207.173 millones de euros. Esto es, que vamos a seguir emitiendo deuda a mansalva para pagar la deuda que tuvimos que emitir para pagar la deuda que emitimos para pagar la deuda…, y así sucesivamente, como consecuencia de habernos tenido que financiar en los mercados privados, que la engordan constantemente, dada la ausencia de un auténtico banco central en la eurozona.

Y así, sometiendo a la economía entera a la esclavitud de los intereses bancarios, es imposible que el Estado pueda utilizar sus Presupuestos para generar condiciones que permitan a las empresas crear empleo y para dinamizar la actividad productiva desde el sector público.

La tercera razón tiene que ver con la nueva renuncia del PP a abordar la reforma fiscal profunda y equitativa que permita luchar definitivamente contra la economía sumergida y el fraude fiscal. Nuestros ingresos impositivos siguen muy por debajo de la media europea y en ninguna ley natural puede estar escrito que nuestros sujetos económicos con más renta y patrimonio tengan que actuar con mayores privilegios que los del entorno más próximo, de modo que la protección que una vez más les proporciona el ejecutivo del Partido Popular, además de injusta, solo contribuye a debilitar las posibilidades de actuación del Estado de cara a la recuperación.

Es verdad que los Presupuestos contemplan algunas medidas parciales que pueden considerarse positivas en ese aspecto, encaminadas a reforzar la recaudación en Sociedades e IRPF, o el gravamen de los premios de las loterías, pero lo relevante es que se mantienen tal cúmulo de beneficios fiscales y de vías de escape que el avance es casi insignificante, teniendo en cuenta la situación partida: siendo el 30% el tipo oficial del impuesto para grandes compañías y el 25% para las pymes, el tipo efectivo medio sobre su beneficio contable que pagaron las empresas españolas en 2011 fue el 11,6%.

La cuarta razón que me lleva a descalificar estos Presupuestos como instrumento válido para la recuperación y regeneración de nuestra economía es que la política de gasto que contemplan, además de ser profundamente antisocial porque la pagan en mayor medida las clases de menos renta y los grupos de por sí más desfavorecidos, es económicamente paralizante y letal.
Por un lado, el recorte general va a producir un efecto multiplicador negativo en la renta, lo que en román paladino significa que se traduce en una caída aún mayor en los ingresos, de modo que, a la postre, la pretendida austeridad será inútil para reducir el déficit y el montante de la deuda.

Ese efecto se verá agravado a medio y largo plazo (y por tanto retrasará aún más la recuperación) por el hecho de que afecta a actividades que son decisivas para la generación de la renta: las infraestructuras, la investigación, la formación, la transferencia del conocimiento y, en general, el capital social que necesitan las empresas para poder crear valor y empleo, y los trabajadores y emprendedores para contribuir a ello. Y, para colmo, porque dedica una gran suma de recursos, que serían preciosos para la actividad empresarial y productiva, a seguir lavando la cara a las entidades financieras que han provocado la crisis.

En definitivas cuentas, los Presupuestos para 2013 no solo son irreales sino que además son procíclicos, lo que significa que van a producir un empeoramiento de la situación. No solo no proporcionan la financiación y la demanda que es lo que básicamente

 Juan Torres López

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