El petróleo provoca guerras, caos económico y desastre medioambiental. Por si fuera poco, ahora se está agotando. Al analizar el significado de este producto fundamental para el capitalismo nos damos cuenta que desde principios del siglo XX, el petróleo se ha convertido en un producto estratégico y, como tal, marca la agenda de muchos de los conflictos actuales; su precio afecta, de manera directa, a la vida de la mayoría de la gente en todo el planeta. El siglo XXI verá cómo el agotamiento de las reservas genera nuevas crisis económicas a gran escala. Y, mientras tanto, el medio ambiente es gravemente dañado.
El siglo XIX abrió un nuevo capítulo en la historia del petróleo. Durante milenios fue utilizado como argamasa para la construcción, bálsamo para los enfermos, arma incendiaria para los guerreros. Encontró un primer destino preciso al convertirse en aceite para lámparas en el siglo XIX. Pero fue en la última década de dicho siglo donde el petróleo se convirtió en combustible para los motores, desplazando al carbón.
Hasta la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos (EEUU) era el principal país consumidor de petróleo, aunque también el primer país productor. La Standard Oil de Rockefeller fue, a finales del XIX y principios del XX, la mayor empresa refinadora, transportista y vendedora de petróleo del mundo. Hacia 1910, cuando en EEUU el 47% de la riqueza nacional y el 15% de los ingresos anuales se concentraban en el 1% de la población norteamericana, Rockefeller era el hombre más rico del mundo, con cien millones de dólares de ingreso anual. Al comenzar el siglo XX aparecen numerosos productores que empiezan a competir con la Standard, entre ellos empresas como la Cities Services, la Texas Company (TEXACO), Gulf Oil y Union Oil. Los 18 millones de barriles que producía la Standard en 1889 representaban el 32% de la producción norteamericana. En 1911 ya alcanzaba los 30 millones de barriles y, sin embargo, eso no representaba más que el 14%.
El cuasi-monopolio de la Standard fue desmantelado por el Estado en dicho año, bajo las “leyes antitrust” (leyes anti-monopolios), creando sociedades como la Standard Oil (Jersey); o la Socony (Standard Oil Company de New York) que al fusionarse con la Vacuum daría lugar a la Socony-Mobil Oil. Pero este mismo gobierno de los EEUU que disolvía la Standard se identificaría con ella en las disputas internacionales futuras. La Standard llegó a ser una de las primeras sociedades del mundo, con ingresos superiores a los de un país como Canadá y numerosas filiales por todo el globo.
En América del Sur, estadounidenses y británicos, exploraron y encontraron petróleo. En 1914, la Shell británico-holandesa fundó la Venezuelan Oil, con cesiones que comenzaron a extraer petróleo en Venezuela. En este país, como en el conjunto de América del Sur, Gran Bretaña tomó la delantera. En la Europa balcánica y el imperio ruso, si el petróleo no faltaba, los recursos financieros sí. Fueron Alemania y Francia, países en la vanguardia de la industria automotora, los que pusieron el dinero. Entre los Nobel, los Rothschild, la Standard y la Shell se disputaron el pastel.
Asia Menor, al sur del Caspio y del Cáucaso, estaba bajo el Imperio otomano, como también toda Arabia. Pero este imperio se estaba desmembrando y fue presa de la colonización económica. Gran Bretaña obtuvo la exclusividad de concesiones perleras y petroleras en el golfo Pérsico y Kuwait. Alemania controlaba la compañía de ferrocarriles de Anatolia. El gran visir concedió al Deutsche Bank la prioridad para exploraciones mineras y confió la unión por ferrocarril de Angora con Bagdad y Basora. Los alemanes consiguieron la explotación durante cuarenta años de los yacimientos de Mosul y Bagdad, mientras que los norteamericanos también obtuvieron de los turcos derechos de perforación en Mesopotamia.
En 1909, los jóvenes turcos tomaron el poder y pretendieron deshacer todos los acuerdos anteriores. Ese año en Persia nació la Anglo-Persian Oil Company para explotar concesiones obtenidas del gobierno de Teherán. Esta empresa luego sería Anglo-Iranian y la futura British Petroleum (BP). La Turkish Petrolean (TPC) era otra empresa con 50% de capital británico (entre Anglo-Persian y Shell) y una cuarta parte del Deutsche Bank. Los británicos ya estaban en forma para dar la batalla a los norteamericanos en los campos petroleros, incluso en EEUU, donde la Shell sacaba la mitad de su producción total.
El combate se libró también en el terreno de los precios. Pero el imperio británico vivía sus ultimas grandes horas y vio hundirse, después del carbón, su dominio sobre el mar, el imperio y las monedas. En el trasfondo, los gobiernos se preparaban para entrar a escena. Si no hubiera más que Gran Bretaña y EEUU, las diferencias se arreglarían en las cotizaciones en la bolsa, pero Alemania también buscaba materias primas, territorio y hegemonía.
En 1914, se ubicaron los peones sobre el tablero internacional. Del lado alemán, el Disconto Gessellschaft y el Deutsche Bank controlaban la Steaua Romana en Rumania. En Rusia, tenían participación mayoritaria en el yacimiento de Grosny, al norte del Cáucaso. Por su parte, el gobierno de Londres tomó el control de la Anglo Persian y se aseguró la exclusividad de las zonas petroleras del Golfo Pérsico. De esta forma el Estado británico financiaría la explotación de estos yacimientos a cambio de recibir todo el carburante necesario para su flota. Además, el Estado compró un grueso paquete de acciones de la Compañía del Canal de Suez.
Si en los orígenes de la Primera Guerra Mundial el petróleo intervino, pero no fue el máximo responsable, en su desarrollo y desenlace sí fue su principal actor. En tierra aparece el tanque, pero también por mar y en los aires los ejércitos se movían con petróleo. Se multiplicaron los submarinos y los aviones eran cada vez más manejables y capaces de llevar más carga. Se adoptaron para la observación fotográfica, caza y bombardeo. La guerra consumía petróleo bajo todas sus formas: gasolina en tierra; mazut (un combustible de baja calidad) en tierra y mar; queroseno para la aviación. El resultado final del conflicto dependía en última instancia de la potencia de las armas y, para ello, las potencias beligerantes debieron procurarse de carburantes. Los británicos hicieron lo posible por asegurarse la producción en Oriente Medio y aprovechar la guerra para afianzar su influencia en esta parte del mundo.
Francia, por otro lado, importaba la mayor parte de su petróleo de EEUU (87%), México y Trinidad. Hasta entonces el negocio del petróleo había sido privado, pero durante la guerra los estados comenzaron a intervenir de forma explícita. En Francia un comité general de petróleos fue el encargado de coordinar las necesidades públicas de compra, transporte y fabricación. Vigiló las importaciones y constitución de stocks.
Durante la guerra, la producción de EEUU, alejado del campo de batalla, pasó de treinta y tres mil toneladas en 1913 a cuarenta y cuatro en 1917 y a sesenta y dos en 1920. Casi se dobló en 7 años. La guerra estimuló el conjunto de la producción mundial.La victoria del conflicto correspondería a quienes pudiesen hacerse con el carburante necesario hasta el final.
Después de la Primera Guerra Mundial, EEUU era la nación más rica y la menos afectada. Exigía su trozo del pastel en Oriente Medio. Con la derrota de Alemania, el Deutsche Bank quedó fuera de la Turkish Petroleum y ésta se dividió entre Gran Bretaña, Francia y EEUU. La empresa obtuvo una concesión en Irak durante 75 años, con lo cual la Turkish Petroleum se transformó en la Irak Petroleum Company (IPC). En el Golfo Pérsico, en 1936, se construyó una refinería y 16 pozos en producción quedaron ocupados por los británicos y norteamericanos.
En la Península Arábiga, los norteamericanos se asentaron con la ARAMCO (Arabian-American Oil Company).
En lo fundamental, la producción, el tratamiento y la distribución del petróleo estaban en manos de unas pocas grandes compañías, siempre las mismas, que los norteamericanos llaman majors. EEUU era el primer productor del mundo, pero también el principal consumidor. Por un lado, tenía miedo a agotar sus reservas por lo que impulsó exploraciones en territorio nacional y por todo el mundo. Por otro lado, la crisis económica contrajo los mercados y pesó sobre los precios con la consiguiente amenaza de la superproducción. La Standard de Jersey fue el instrumento de Washington para explorar y explotar más y más en el extranjero. Por medio de sus filiales, produjo en EEUU, Venezuela, Canadá, Medio Oriente y predominó en América Latina.
En México, en 1938, se decretó la nacionalización del petróleo tras huelgas por subidas salariales. Este gesto inauguró una nueva política de los países productores que no se resignaban a las grandes compañías extranjeras sin más.
De un lado, estaban las naciones que poseían petróleo en casa o en el mundo (Inglaterra, Francia y EEUU) y, del otro lado, aquéllas que no lo poseían (Alemania y Japón); éstas últimas se lanzaron a la conquista de territorios para obtener materias primas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la producción de petróleo aumentó de 276 mil de toneladas en 1938 a 370 mil en 1946.
Las dos potencias vencedoras (EEUU y URSS) eran, también, las que producían y consumían más petróleo. Los demás países eran consumidores (Europa y Japón) o productores (Medio Oriente y Venezuela), por tanto, todos estaban en una situación de dependencia. Japón y Europa eran importadores netos; estos países y EEUU, hasta el momento actual, utilizan al resto del mundo para aprovisionarse de recursos pero, también, para devolver los residuos y productos manufacturados.
Entre 1960 y 1970, las necesidades de petróleo aumentaron sobre todo en los países industrializados: EEUU, URSS, Japón, Alemania Federal, Gran Bretaña, Francia e Italia. El aumento era del 7,8% en total. En el primer puesto de tales necesidades aparece el automóvil como expresión más significativa de la sociedad de consumo. De 1946 a 1971 la producción a nivel de vehículos en el mundo pasó de 3.800.000 unidades a más de 33.000.000, devorando 460 mil millones de litros de gasolina al año.
En 1970, se reunieron en Argel los ministros del petróleo de Argelia, Libia e Irak y proclamaron su determinación a luchar por la integración de las operaciones petroleras en la economía nacional. En Sudamérica llevaban ventaja. Argentina reservó a la Sociedad Nacional todas las nuevas concesiones. Lo mismo ocurrió en Brasil con Petrobrás. En 1969, Bolivia llevó la nacionalización hasta el final.
La primera nacionalización de importancia fue la del Canal de Suez llevada a cabo por Nasser, líder de Egipto, en 1956. Gran Bretaña y Francia respondieron con un intento fallido de intervención militar. Los sucesos fueron acompañados de motines tanto en Bagdad como de militares y civiles sirios contra la Irak Petroleum. A pesar de la crisis de Suez, que elevó los costos del transporte, el precio de los hidrocarburos permaneció bajo durante la posguerra y, aproximadamente, hasta 1970. Hasta entonces, en el precio de venta final, al petróleo bruto tal cual sale del pozo, sólo le correspondía el 3%. Lo esencial del precio era absorbido por el circuito industrial y comercial (36%), los márgenes privados (4%) y los recargos públicos (58%). El país productor percibía un 11% y el país consumidor un 47%.
Los países productores y exportadores de petróleo iban a poner fin a la etapa de petróleo barato.
En principio, fue Venezuela la que tomó la iniciativa, proponiendo a los países del Oriente Medio una política concentrada. Pero la nacionalización iraní, con el consiguiente bloqueo, no estimulaba el pacto. La Liga Árabe, nacida en 1952, y Venezuela se encontraron en el primer congreso petrolero en El Cairo en 1959. En el congreso del año siguiente en Bagdad, se estableció una alianza permanente: la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). La OPEP quedó integrada por Irak, Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Irán y Venezuela. Su objetivo era el de coordinar y unificar las políticas petroleras, preservar los intereses de los países miembros y estudiar la forma de estabilizar los precios en los mercados internacionales de petróleo bruto con miras a eliminar fluctuaciones perpendiculares e inútiles. Luego se adhirieron otros países: Libia, Indonesia, Argelia, Nigeria y Abu Dhabi.
En 1968, se creó la OPAEP; la OPEP árabe. La integraron Arabia Saudita, Kuwait, Libia, Argelia, Bahrein, Abu Dhabi, Qatar, Irak, Siria y Egipto.
En 1970, las necesidades de hidrocarburos aumentaron en los países consumidores. También se produjo una falta de medios de transporte entre países productores y consumidores a raíz de un accidente en el oleoducto de la ARAMCO, que unía el Golfo Pérsico con el Mediterráneo. En vista de estos dos factores, la oferta disminuyó. El coronel Gaddafi en Libia ordenó una disminución en el ritmo de producción considerando el riesgo de agotar sus reservas.
Como resultado se dio una subida del precio del petróleo. Las grandes empresas se acomodaron muy bien, los pequeños productores aspiraban a una consolidación a favor de sus precios y la industria norteamericana vio cómo el alza del petróleo bruto golpeaba a sus competidores en el exterior.
La OPEP empezó a nacionalizar algunos yacimientos, por un lado, y, por otro, exigió e impuso una elevación de los precios.
Argelia y Libia fueron los primeros en nacionalizar. En 1972, Irak bloqueó los productos y nacionalizó las instalaciones de la Irak Petroleum (IPC) y, en 1973, las de la Standard de Nueva Jersey y Mobil Oil. En 1974, lo hizo Venezuela.
La OPEP obtuvo en 1972, en Ginebra, una elevación de los precios de cartel que tuviera en cuenta la devaluación consolidada del dólar, y una indexación que permitiría rectificar los precios según la evolución del dólar con un haz de monedas fuertes. En 1973, después de la segunda devaluación norteamericana, la OPEP arrancó una nueva elevación de los precios del petróleo y abrió más el abanico de monedas de referencia. Se aumentó la producción como forma de los estados exportadores de acrecentar sus recursos. El objetivo de estos países era la mayor participación en la propiedad y gestión de los yacimientos.
A comienzos de 1974, el petróleo ya valía cuatro veces más que a comienzos de 1973. Con la energía más cara, los precios de costo eran mayores y las industrias automotriz y petroquímica resultaron directamente afectadas. Los demás sectores de la economía fueron alcanzados y, con el alza, de los precios, la inflación aumentó cada vez más. La balanza comercial de EEUU fue puesta a prueba, pero menos que otras al otro lado del Atlántico. EEUU sacó partido a la crisis y las majors también. Su capital aumentó: Exxon, antes Standard de Jersey más filiales, producía el 14% del petróleo mundial. Aunque los norteamericanos tenían interés en cierta alza de los precios, un precio superior al de diciembre del 1973 les hubiera perjudicado.
El presidente Nixon reunió entonces a 13 países consumidores de petróleo bajo las siglas OPIP (Organización de Países Importadores de Petróleo) con el doble objetivo de procurarse petróleo al menor precio y poner en acción energías sustitutivas lo más pronto posible. A partir de este momento, se recupera el carbón y las propias compañías petroleras comienzan a invertir capital para enriquecer uranio y producir energía eólica.
El petróleo no es solamente lo que alimenta la economía y provoca la mayoría de los conflictos bélicos. Es, además, una fuente de energía limitada y no renovable. La población mundial consume actualmente 85 millones de barriles de petróleo por día en electricidad, calefacción, transportes y otras actividades. Según las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), el consumo de energía se va a disparar un 50% hasta el 2030 y las emisiones de gases de efecto invernadero van a crecer de forma exponencial.
La cuestión es si las reservas de petróleo darán para tanto, ya que se aproximan a su nivel máximo para disminuir después. Es el llamado pico del petróleo. Esto significa que la mitad de la cantidad de petróleo explotable ya ha sido producida. El origen del concepto “pico de petróleo” —“peak oil” en inglés— se origina en 1959 cuando un geólogo americano, M. K. Hubert, predecía que la producción de petróleo americano alcanzaría su nivel más alto hacia 1970. Siguiendo el modelo de Hubert, numerosos expertos tratan de calcular la fecha en la que la producción mundial alcanzará su nivel máximo. Los optimistas creen que quedan todavía 20 o 30 años y los pesimistas que ya ha llegado ese momento.
El debate actual sobre el pico del petróleo se da en el seno de la ASPO, una asociación para el estudio de los picos de producción de petróleo y de gas natural. Esta asociación creó en el año 2000 una consultoría internacional que reagrupaba científicos, universitarios y geólogos especialistas en el dominio del petróleo. Los “peak-oilers” se han desarrollado por todo el mundo; actualmente, una cuestión central en el debate en torno al pico del petróleo es la transparencia de los datos concernientes a las reservas.
Los datos oficiales existentes se fundamentan en informaciones proporcionadas por las empresas petroleras y los países productores. Los países de la OPEP por ejemplo, han pretendido disponer de reservas petrolíferas más importantes con el fin de mantener sus cuotas de producción. La mayoría de estos países no han puesto al día sus cifras desde 1980. Matthew R Simmons, director de banca especializada en la inversión petrolera, estudió cientos de documentos provenientes de la Saudi-Aramco y llegó a la conclusión de que Arabia Saudí estaba próxima a su máximo nivel de producción. La mayoría de las economías mundiales dependen de un aumento en la producción de Arabia Saudí en el futuro. Desde 2005, numerosos informes revelan que el yacimiento petrolífero más grande del mundo, el de Ghawar, habría pasado su pico de producción. Conscientes del problema de la fiabilidad de los datos, un grupo de organismos internacionales lanzó en 2005 la iniciativa conjunta de datos petroleros (JODI).
La producción total de petróleo de América del Norte llegó a su nivel máximo en 1997; la del Pacífico Asiático, en el 2000; y la los países de la OCDE, en 1998. En el resto de importantes reservas de Oriente Medio y probablemente de América del Sur, es difícil prever la fecha exacta del pico de producción. Las estimaciones pesimistas oscilan entre 2007 y 2012; la agencia internacional de la energía estima que en 2030. Según Exxon-Mobil, la producción de petróleo continuará aumentando hasta 2100.
“El crecimiento del consumo de energía primaria se ha desacelerado, particularmente en combustibles que se han visto afectados por las altas subidas de los precios” afirmó el director económico de BP, Christof Rühl “No obstante, la intensidad global del carbono, es decir, el vínculo entre el crecimiento de las emisiones de carbono y el crecimiento de la energía, ha aumentado.”
El modelo de los últimos años, cuya demanda se ha fortalecido particularmente en Asia Pacífico y China, se ha repetido en el consumo chino, que se incrementó más del 8%. El uso de todas las formas de energía en el país asiático ha elevado su contribución al consumo global de energía a más del 15%.
Las continuas subidas del precio de la energía se tradujeron en un crecimiento más lento entre los principales importadores de energía, particularmente en EEUU, donde el consumo de energía primaria cayó en un 1% en 2006 en comparación con 2005, a pesar del crecimiento económico. El uso del petróleo, gas natural y carbón bajaron, mientras que el de la energía nuclear y la hidroelectricidad subió ligeramente.
El impacto de la subida del precio del petróleo se ha visto reflejado en una caída de 400.000 barriles por día (b/d) del consumo de petróleo en la OCDE, la caída más grande de esta agrupación desde hace más de 20 años. El precio máximo llegó a los 78 dólares en agosto, así como el precio medio de Brent aumentó cerca de una quinta parte, llegando a 65,14 dólares el barril en 2006. La caída de la OCDE, de un 0,7%, la mitad de la media respecto a la pasada década, fue el factor principal del débil crecimiento del índice global de petróleo desde 2001.
La producción global subió alrededor de un 0,4% hasta los 81,7 millones b/d. Para afrontar una demanda débil, la OPEP cortó la producción a finales de 2006, por primera vez en casi dos años. A lo largo del año, la OPEP incrementó su producción una media de 130.000 b/d hasta 34,2 millones b/d.
Entre los productores de la OPEP, las principales subidas vinieron de los Emiratos Árabes e Irak a la vez que descendieron en Arabia Saudí, Venezuela y Nigeria. La producción de la OPEP fue de 300.000 b/d en 2006, aunque este aumento fue menor que la mitad de la media de estos 10 años. La subida más importante vino por parte de Rusia (alrededor de 220.000 b/d), Azerbaiyán, Angola y Canadá. La producción de petróleo bajó en el Reino Unido y EEUU por séptimo y sexto año consecutivo, respectivamente.
El uso de la energía eólica y solar continúa creciendo rápidamente pero desde una base baja. La capacidad de energía eólica creció hasta un 25% en 2006 pero sigue siendo menos del 1% de la producción global de electricidad. La energía solar también ha aumentado de forma considerable; pero su contribución, como ocurre con la eólica y las otras renovables, depende mucho de las ayudas estatales y es todavía muy pequeña respecto a la energía global. El uso de etanol aumentó un 22%.
En resumen, el requerimiento total de materia no deja de aumentar en los países más ricos. Estos tienden a desplazar las primeras fases de extracción y tratamiento a otros países a los que utilizan como sumidero de residuos. Los mayores consumidores de energía y recursos del planeta ahora están muy preocupados por su calidad ambiental. En vez de reducir el consumo, se externalizan los residuos.
Otra de las grandes recetas de estos países es el desarrollo de los agrocombustibles. Este sector es el que más inversiones y planes de desarrollo ha tenido en los últimos tiempos.
Sus defensores alegan que, al ser renovables, aumentan la seguridad en la energía y, además, reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Surge el biodiesel.
Es sospechoso cuanto menos que sean el G8 y los organismos e instituciones financieras internacionales, así como las industrias del sector automotriz, el del petróleo y el de las biotecnologías, sus máximos promotores.
En 2005, representaron un mercado de 15.700 millones de dólares estadounidenses, con un 15% de crecimiento en comparación al año anterior. ADM, una de las principales refinerías, produjo 1.000 millones de galones de etanol en 2006 y planeó incrementar su capacidad a 1.550 millones de galones en los siguientes dos años. Alcanzar las metas de producción del agrocombustible requiere reconvertir cultivos e incrementar cosechas para reducir costos.
Los cultivos genéticamente modificados (GM) son los elegidos para las ganancias a corto plazo. Las variedades GM de maíz y caña de azúcar, específicamente adaptadas para la producción de etanol, ya se cultivan y se usan en grandes cantidades.
La primera víctima de la reorganización para la producción agrícola es la granja pequeña. En la mayoría de los países, las áreas rurales concentran dos tercios, o más, de familias viviendo en la pobreza. La producción del agrocombustible en Brasil supone un peligro considerable de deterioro de las condiciones de vida de uno de los grupos más vulnerables de la sociedad.
Directamente relacionado con esto, en 37 países se han originado revueltas por el aumento de los precios de los alimentos. Por un lado, al estar concentrada la producción agrícola en pocas empresas transnacionales, les permite fijar el precio según las ganancias que deseen.
Por otro lado, se están destinando cada vez más áreas para la producción de biocombustibles a costa del cultivo de alimentos, lo que encarece su precio y provoca problemas de distribución. Según la FAO (Fondo de la ONU para Agricultura y la Alimentación), en el último año el trigo se ha encarecido un 130%; el arroz, un 74%; la soja, un 87%; y el maíz, un 53%.
Nos enfrentamos a una crisis económica, social y ecológica sin precedentes. Está claro que el capitalismo, con sus empresas y la lógica de acumulación y máximo beneficio que aplican, no puede resolverla. El establishment se reúne este 29 de junio en Madrid para continuar con su agenda. Una respuesta anticapitalista no se hizo esperar: el Encuentro Social de Alternativas al Petróleo. Nos estamos organizando para dar la batalla a nivel estatal, como nos organizamos desde principios de esta década en los foros sociales, o en las plataformas contra la guerra.
Es fundamental, también, poner sobre el tapete el tema energético, que queremos cambiar porque afecta directamente a nuestro nivel de vida, porque puede tener consecuencias irreversibles y porque es uno de los pilares sobre los que se asienta este sistema.
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