martes, 3 de julio de 2012

¿Puede alguien de izquierdas apoyar a la selección española?

Manel Ros


Millones de personas están mirando estos días la Eurocopa de fútbol. Algunas personas la verán como una oportunidad para ver deporte por la televisión y disfrutar de algunas de las habilidades de los jugadores. Otras la mirarán tan sólo para olvidarse momentáneamente de su rutina diaria que supone trabajar horas y horas. Es en estos momentos que surge siempre el debate: ¿Las personas progresistas o de izquierdas tendrían que apoyar a la selección española?

Algunos argumentarán que no hay ninguna conexión entre apoyar a la selección española y la política nacionalista española. Pero la realidad es que las competiciones deportivas a nivel de selecciones siempre han estado relacionadas con el sentimiento nacionalista y patriótico. Las competiciones de este tipo empezaron a surgir en un momento de alta rivalidad entre los estados. Desde entonces han sido una continuación de la defensa de la “nacionalidad” y los intereses económicos ligados a los estados y al capital.

El fútbol mismo es un claro ejemplo. Desde el Mundial de 1934 en Italia, que Mussolini usó para reforzar su régimen político, pasando por el Mundial en Argentina de la dictadura de Videla en 1978, llegando hasta el Mundial que Qatar, país conocido por su falta de derechos humanos de cualquier tipo, organizará en el 2022. La FIFA, organizadora de la Copa del Mundo, se creó en 1904. Fue en 1930 cuando impulsó la creación de esta competición entre selecciones “nacionales” como un método para dar una falsa sensación de pertenencia y unidad “nacional” a la mayoría de la población de un mismo estado. Todo esto ante el aumento de la lucha de clases a nivel internacional en los años 30. La idea principal era la de hacernos olvidar la clase social como principal división en nuestra sociedad.

Cuestión de clase


La clase dirigente del Estado español, con una crisis económica y política peor cada día que pasa, se está aferrando al éxito de la selección española como un tronco en medio del océano. Las portadas de periódicos de derecha como La Razón, usando a la selección española para suavizar la noticia del rescate, es un ejemplo de esto. No es casualidad que el rescate se anunciara un día antes del debut de la selección española en la Eurocopa.

Para buena parte de la clase trabajadora este sentimiento de pertenencia a algo que te une a la gente puede ser reconfortante, sobre todo si lo que vive constantemente en su vida es atomización, individualismo y competencia con el resto de personas. Pero la clase dirigente tiene muy claro que, antes que cualquier “unidad nacional”, lo que va primero es la cuestión de clase –en este caso, de su clase.

A diferencia de otros estados donde quizás la cuestión nacional no tiene una importancia tan grande, en el Estado español a la cuestión de clase se le suma la opresión que sufren las diferentes naciones sin estado que la conforman. La selección española, en este caso –además al estar formada por varios jugadores catalanes y vascos– sirve para justificar de nuevo el discurso de la unidad de España.

Cualquier persona que se considere de izquierdas, y ya no digamos revolucionaria, ante esta situación tiene que defender ya no sólo el derecho a la autodeterminación, sino también el derecho de las naciones sin estado a tener selecciones propias, ante la imposición del Estado español. Como decía Marx, un pueblo nunca será libre mientras oprima a otro. Y el Estado español es una prisión de pueblos. Esto es algo a tener muy en cuenta cuando mucha gente de izquierdas –y también anticapitalistas– apoyan a la selección española, ya sea por costumbre o porque juegan bien. La clase trabajadora del Estado español no tiene ningún interés objetivo en la unidad de España, y defender lo contrario es reforzar las ideas de la clase dirigente, recortes sociales incluidos.

Dicho esto, hay que tener claro que lo que divide a la sociedad no es la nacionalidad sino la clase social. Y el nacionalismo puede llevar muchas veces a reforzar el hecho de ser de un país y no de otro, con las divisiones que esto supone. Hay que tener claro que una profesora interina de Barcelona tiene más intereses en común con un minero de León que con un rico catalán. La lucha de clases es una lucha internacional, y la batalla se da en el plano internacional. A diferencia de lo que se dice muchas veces, lo más parecido a un español de derechas es un catalán de derechas.

A pesar de esto, buena parte de la clase trabajadora y personas de izquierda en el Estado español tratan de ver la parte progresista. La idea se basa en el hecho de que la bandera española actual ha dejado de ser propiedad de la derecha y los fascistas y que ahora es de todos y todas. Pero pensar eso es caer en un error muy grave. Una bandera como la española, impuesta por un régimen fascista y un Estado como el español que niega el derecho a la autodeterminación, no puede tener nada de progresista. Y todo esto está simbolizado por la bandera.

Por otro lado, tampoco podemos decir que todos los trabajadores y trabajadoras que apoyan a la selección española son de derechas o fascistas. Esto sería, de nuevo, un grave error que nos podría confundir de enemigo. Muchos de ellos, aunque apoyen a la selección y salgan a celebrar la victoria con banderas españolas –a pesar de que grupos de la ultraderecha aprovechen el momento para salir a la calle–, pueden ser anti racistas, estar contra los recortes o ir andando desde las minas hasta Madrid para defender su puesto de trabajo. Pero, a la vez, hay que ser conscientes de que esto es muy peligroso, ya que este nacionalismo puede llevar a los trabajadores a crear divisiones artificiales con miembros de su propia clase y a ver cosas en común con miembros de la clase dominante.

Con los tiempos de lucha que vienen, no dejarnos dividir por banderas, selecciones o nacionalidades será esencial.

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