jueves, 1 de marzo de 2012

Jimena necesita de proyectos que se ajusten a la realidad.

Quiero dar comienzo a este escrito, dejando bien claro, que no es mi intención la de salpicar a nadie de forma ofensiva con lo que voy a redactar a continuación.
Jimena de la Frontera como pueblo y hogar de todos/as los jimenatos/as, ha sido castigado de forma brutal en cuanto a la pérdida de puestos de trabajo. Pero esto no es lo peor, ya que aún tenemos algún que otro señor empresario como políticos que piensan que sus proyectos son los que van a sacar a Jimena de su tan lamentable situación, proyectos que se salen de la realidad viniendo a ser más de lo mismo: Vamos a construir una salvajada de viviendas cuando existen casi unas 500 viviendas vacías en nuestro municipio, polígonos industriales que se asemejan en tamaño al de Palmones y que resultan un tanto engañoso… Haciendo un breve análisis sobre lo anterior, vemos que “algunos de nuestros políticos” más a sabiendas de que el ladrillo o las grandes construcciones no son la solución y menos aun de un municipio como es el nuestro, siguen empeñados en ello, en construir y construir para que luego todo quede abandonado o sin habitar.
Jimena a parte de su campiña, tiene el monte que tiene, un monte donde se dan una serie de recursos y de materias que de ser explotadas en nuestro pueblo, darían un beneficio a la larga muy superior al beneficio que puedan dar esos proyectos de construcciones a lo salvaje.


  



La construcción de unas doscientas o ¡seamos brutos de verdad! quinientas viviendas, creará en si muchos puestos de trabajo, pero, ¿Cuánto durarán estos trabajos?, seguro que no lo mismo que si se abrieran otros centros de trabajos dedicados a la manufacturación y envasado de nuestros productos naturales.
Hagamos un cálculo así por encima: Doscientas viviendas la cual con una plantilla de unos 120 obreros aprox. se realizarían en unos tres años (como mucho tres y medio), pero ya está, no hay más, una vez terminada la faena. Sin embargo, vamos a abrir cuatro centros de trabajos dedicados a la manufacturación y envasado del producto los cuales van a estar cuarenta o cincuenta años como mínimo trabajando con una veintena de trabajadore/as de forma directa, aparte de los cientos y cientos de empleos que se generarían de forma indirecta en esos cuarenta o cincuenta años. ¿Qué nos conviene entonces a la ciudadanía, el trabajo de tres años para ciento veinte personas o que en cincuenta años trabajarán cientos y cientos de jimenatos y jimenatas?
Son necesarias y más aun en estos tiempos que corren para Jimena, las cooperativas de trabajo asociado. Imagínense unas cuatro cooperativas de este tipo, manufacturando varios tipos de materias, donde se le daría de alta a aquel o aquella persona que recolectara el producto a elaborar, ¿Cuándo ha estado uno o una que fue a por setas (por ejemplo) asegurado o dado de alta en la seguridad social?, ¿Qué requisitos habría que cumplir como para ser recolector y estar dado de alta?, ser miembro u socio de la cooperativa, tan simple como eso. ¿Cómo llevar el control de pagos a los socios/as, por horas o por el producto entregado? Sería muy lindo que fuera por horas, pero surge un inconveniente. ¿Quién no te dice a ti que venga uno o una diciéndote que estuvo nueve horas cuando en realidad estuvo tres?, ¿Cómo es de lógica otros y otras que si estén las horas no van a pagar la de los/as que estén tres nada más?, y sería harto de complicado el poder vigilar quien cumple con las horas. ¿Cuál es la otra opción entonces?, el pago relacionado con el producto entregado, cosa que tendría un mínimo y un máximo la cual quedaría por acordar en asamblea.
Cabe recordar, que todo producto envasado necesita de un envase y si estas cooperativas con su denominación de origen y todo, en vez de cincuenta años, trabajan mucho más tiempo, se crearían puestos de empleo relacionados en la elaboración de envases.
En cuanto al tema de la campiña, es hora de comenzar a luchar pero de verdad, y no solo por los jornaleros/as, sino también por un mejor convenio de pago al agricultor. Es de risa que se pague a siete céntimos de euro por cada kilo de naranjas y si una caja lleva sobre unos veinte kilos, la caja sale a 1´40 euros. Es de lógica que se vea tanta y tanta huerta con sus naranjas sin recoger, debido la poca rentabilidad que ello da. Y seguro que no soy el único que estuvo en el Tesorillo o en San Pablo cogiendo naranjas y que escucho de un valenciano decir que nuestras naranjas con diferencia son mejores que las de su tierra. Yo estuve por la zona de Mairena del Alcor cogiendo naranjas también y escuche lo mismo sobre nuestras naranjas de una cuadrilla de Brenes.
Si de verdad nos sentimos tan de Jimena, San Pablo y Tesorillo, es hora de que comencemos por apreciar nuestro entorno y riqueza que nos rodea, así buscando siempre la mejor forma de aprovechar (y siempre sin dañar el entorno) eso que bien se da en nuestros montes como campiña. Pero claro, ojalá todos y todas pensásemos de una misma manera (algo casi utópico), y que lástima de que siempre existirá un espabilado/a de turno que solo piense en su bien y san se acabó con el propósito de contentar a él y cuatro más.
Y no, nuestro municipio al menos esta es mi opinión, no necesita de tres  o cuatro años de construcciones a lo Costa del Sol y menos de un polígono industrial como el de Palmones, si acaso de un polígono donde se puedan instalar las empresas que aun siguen dentro del casco urbano y de esas nuevas cooperativas o cualquier empresa sea de la índole que sea.
Algunos me hablaban hace unos años de que hay que ser realistas: y yo no sé tú, pero yo al menos lo sigo siendo.
Gabriel Meléndez Muñoz.

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