La nueva reforma educativa, LOMCE (Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa), es una ley profundamente recentralizadora y controladora del curriculum y del profesorado.Las materias pasan a estar clasificadas en un ranking que establece su importancia: troncales, específicas y de especialidad. Las materiales troncales, la mayoría y más sustantivas, las fija el Gobierno, tanto en sus contenidos como en el horario mínimo, y las Administraciones educativas el resto. Lo cual significa que elimina la autonomía pedagógica de los centros, la capacidad de adecuación de los contenidos y directrices pedagógicas al contexto escolar y social del centro, mostrando, de nuevo, una clara desconfianza en la capacidad profesional del profesorado y de las comunidades educativas.
Además tampoco se fía de las Autonomías, pues el contenido y horario que fijará el Gobierno en las materias troncales puede ser incluso mayor del que hablaba el borrador inicial de la LOMCE, que ya establecía recentralizar la parte que se asigna al Estado dotándole de “un mayor porcentaje a la hora de definir el currículo a impartir”, entre un 65 por ciento y un 75 por ciento, reduciendo la autonomía de las Comunidades Autónomas. Los centros se limitarán, en todo caso, a poder completar los contenidos porque incluso las directrices de la metodología didáctica a emplear vendrán marcadas por la Administración (Art. 6.bis).
Esto supone un intervencionismo estatal, un dirigismo político y un sistema jerarquizado con menos autonomía y menos libertad de enseñanza, apostando por la uniformidad desde un claro enfoque marcado por la agenda ideológica del PP.
Pero va más allá aún. En este afán controlador el Gobierno se reserva fijar los “estándares y criterios de evaluación” que “señalizarán de forma clara al conjunto de la comunidad educativa cuáles son los niveles de exigencia”, así como la redacción de las reválidas en ESO y Bachillerato. Suprime así toda autonomía pedagógica de los centros, convirtiéndola en una autonomía capturada por los resultados y rendimientos medidos por las pruebas y reválidas estandarizadas. Porque, como reflejan todas las investigaciones en este campo, “tal como evalúas así enseñas” y estas evaluaciones centralizadas marcarán y uniformizarán profundamente los contenidos relevantes que van a ser enseñados.
Es una ley que recorta y reduce el currículum. Esta contrarreforma pretende concentrar la carga lectiva en las asignaturas instrumentales, centradas en contenidos considerados “útiles” para el futuro laboral, reduciendo o suprimiendo enseñanzas artísticas, clásicas, de economía, geografía, tecnología o de humanidades que se consideran de segunda categoría o prescindibles. Es lo que se viene llamando en la terminología neoliberal “volver a lo básico”, un eufemismo neocon para justificar volver al modelo de la época industrial del XIX en la que se impartía unas pocas asignaturas que se consideraban necesarias para “triunfar” en la vida laboral, relacionadas con el conocimiento “útil” y necesario para trabajar en la industria. Otras importantes áreas creativas e innovadoras del conocimiento son desechadas en aras de la utilidad laboral futura. Reducir estas áreas de conocimientos no hará sino empobrecer la educación y la cultura de los jóvenes, que seguirán recibiendo las mismas enseñanzas que sus abuelos y supondrá un retroceso en el conocimiento de áreas esenciales de la historia de la humanidad.
Se trata así de sacrificar unos contenidos abiertos, globales y complejos, para centrarse en preparar futura mano de obra laboral, dotada con meros conocimientos instrumentales básicos, para acceder a un mercado laboral precario y en constante rotación. Es lo que Berlusconi resumió con el lema de las tres “ies”: “Inglese, Internet, Impresa” (traducido en España, este último, por “espíritu emprendedor”). Sólo quienes logren superar todas las reválidas que se pretenden imponer podrán acceder a estudios superiores que les proporcionarán unos contenidos formativos más completos y cualificados, dirigidos a cubrir empleos técnicos intermedios o a puestos directivos (quienes puedan pagarse las nuevas tasas escandalosas de los másteres universitarios).
En función de su clasificación en el ranking, se les asignará mayor horario a las asignaturas instrumentales, denominadas troncales, como si la solución a los problemas de aprendizaje en cualquier materia se encontrara en el incremento de sus horas lectivas. Aunque los resultados de las investigaciones internacionales desmienten esta creencia. Con unas horas prácticamente similares en las instrumentales y con muchas menos horas lectivas totales Finlandia obtiene muchos mejores resultados en las pruebas PISA que España. La investigación en el campo educativo muestra sobradamente que la diferencia en los resultados en la puntuación PISA no se encuentra en más horas de matemáticas, sino en cómo se enseñan y en qué contexto se aprenden.
Son medidas que culpan de las dificultades y problemas exclusivamente al alumnado, al profesorado y eventualmente a los centros, mientras que la Administración, responsable de los niveles de inversión, del número de profesorado y centros, de las ratios, de los recursos de los centros, etc., se lava las manos de su responsabilidad en los resultados obtenidos por el sistema educativo.
Recentralización, segregación temprana, eliminación progresiva de la comprensividad, aceptación de la concertación de la educación diferenciada por sexos, reválidas como instrumentos de selección y no de mejora, supresión de los cauces democráticos de participación, vuelta a un curriculum controlado por la administración educativa y a una pedagogía tradicional del esfuerzo y la letra con sangre entra. Esta ley lo que quiere es crear ciudadanía disciplinada.
Además tampoco se fía de las Autonomías, pues el contenido y horario que fijará el Gobierno en las materias troncales puede ser incluso mayor del que hablaba el borrador inicial de la LOMCE, que ya establecía recentralizar la parte que se asigna al Estado dotándole de “un mayor porcentaje a la hora de definir el currículo a impartir”, entre un 65 por ciento y un 75 por ciento, reduciendo la autonomía de las Comunidades Autónomas. Los centros se limitarán, en todo caso, a poder completar los contenidos porque incluso las directrices de la metodología didáctica a emplear vendrán marcadas por la Administración (Art. 6.bis).
Esto supone un intervencionismo estatal, un dirigismo político y un sistema jerarquizado con menos autonomía y menos libertad de enseñanza, apostando por la uniformidad desde un claro enfoque marcado por la agenda ideológica del PP.
Pero va más allá aún. En este afán controlador el Gobierno se reserva fijar los “estándares y criterios de evaluación” que “señalizarán de forma clara al conjunto de la comunidad educativa cuáles son los niveles de exigencia”, así como la redacción de las reválidas en ESO y Bachillerato. Suprime así toda autonomía pedagógica de los centros, convirtiéndola en una autonomía capturada por los resultados y rendimientos medidos por las pruebas y reválidas estandarizadas. Porque, como reflejan todas las investigaciones en este campo, “tal como evalúas así enseñas” y estas evaluaciones centralizadas marcarán y uniformizarán profundamente los contenidos relevantes que van a ser enseñados.
Es una ley que recorta y reduce el currículum. Esta contrarreforma pretende concentrar la carga lectiva en las asignaturas instrumentales, centradas en contenidos considerados “útiles” para el futuro laboral, reduciendo o suprimiendo enseñanzas artísticas, clásicas, de economía, geografía, tecnología o de humanidades que se consideran de segunda categoría o prescindibles. Es lo que se viene llamando en la terminología neoliberal “volver a lo básico”, un eufemismo neocon para justificar volver al modelo de la época industrial del XIX en la que se impartía unas pocas asignaturas que se consideraban necesarias para “triunfar” en la vida laboral, relacionadas con el conocimiento “útil” y necesario para trabajar en la industria. Otras importantes áreas creativas e innovadoras del conocimiento son desechadas en aras de la utilidad laboral futura. Reducir estas áreas de conocimientos no hará sino empobrecer la educación y la cultura de los jóvenes, que seguirán recibiendo las mismas enseñanzas que sus abuelos y supondrá un retroceso en el conocimiento de áreas esenciales de la historia de la humanidad.
Se trata así de sacrificar unos contenidos abiertos, globales y complejos, para centrarse en preparar futura mano de obra laboral, dotada con meros conocimientos instrumentales básicos, para acceder a un mercado laboral precario y en constante rotación. Es lo que Berlusconi resumió con el lema de las tres “ies”: “Inglese, Internet, Impresa” (traducido en España, este último, por “espíritu emprendedor”). Sólo quienes logren superar todas las reválidas que se pretenden imponer podrán acceder a estudios superiores que les proporcionarán unos contenidos formativos más completos y cualificados, dirigidos a cubrir empleos técnicos intermedios o a puestos directivos (quienes puedan pagarse las nuevas tasas escandalosas de los másteres universitarios).
En función de su clasificación en el ranking, se les asignará mayor horario a las asignaturas instrumentales, denominadas troncales, como si la solución a los problemas de aprendizaje en cualquier materia se encontrara en el incremento de sus horas lectivas. Aunque los resultados de las investigaciones internacionales desmienten esta creencia. Con unas horas prácticamente similares en las instrumentales y con muchas menos horas lectivas totales Finlandia obtiene muchos mejores resultados en las pruebas PISA que España. La investigación en el campo educativo muestra sobradamente que la diferencia en los resultados en la puntuación PISA no se encuentra en más horas de matemáticas, sino en cómo se enseñan y en qué contexto se aprenden.
Son medidas que culpan de las dificultades y problemas exclusivamente al alumnado, al profesorado y eventualmente a los centros, mientras que la Administración, responsable de los niveles de inversión, del número de profesorado y centros, de las ratios, de los recursos de los centros, etc., se lava las manos de su responsabilidad en los resultados obtenidos por el sistema educativo.
Recentralización, segregación temprana, eliminación progresiva de la comprensividad, aceptación de la concertación de la educación diferenciada por sexos, reválidas como instrumentos de selección y no de mejora, supresión de los cauces democráticos de participación, vuelta a un curriculum controlado por la administración educativa y a una pedagogía tradicional del esfuerzo y la letra con sangre entra. Esta ley lo que quiere es crear ciudadanía disciplinada.
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