Ya avisó el reconocible líder falangista Sáenz de Ynestrillas,
pidiendo el voto para los UPYD y asegurando que los cachorros de Rosa
Díez son lo más parecido al auténtico falangismo. Y lo cierto es que no
han tardado los magenta en desprenderse del falso discurso centrista que
hasta ahora habían abrazado y entregarse a un mensaje puramente
neoliberal, descubriéndose del camuflaje utilizado para ocultar su
auténtico rostro a la ciudadanía.
A los populares, desde luego, les ha venido de perlas este nuevo
compañero de viaje. El feeling entre ambas fuerzas es evidente. No en
vano, los de la gaviota siempre han andado escasos de aliados, más allá
de los nacionalistas vascos y catalanes, y creen haber encontrado en los
magenta al cómplice idóneo de cara al futuro, una red en la que recoger
los votos perdidos por el desgaste histórico y la animadversión que los
de la gaviota despiertan en buena parte de la ciudadanía para
autoinyectárselos, vía pacto o acuerdo, en caso de necesidad.
A nadie escapa que el discurso vacío ideológicamente, y tendente al
populismo más barato, de los magenta es ideal para captar a un
importante número de desencantados con la política actual, carentes de
poso o identidad ideológica. Su condición de fuerza nueva, sin lastres
del pasado que condicionen su elección, es ideal para atraer y/o
confundir a quienes andan buscando algo nuevo, al margen de los partidos
tradicionales.
Sin embargo, aunque eso de que no son “ni de derechas, ni de
izquierdas” pueda resultar atractivo a oído de muchos, la práctica
política acaba siempre desmontando los mensajes puramente electoralistas
y poniendo las cosas en su sitio. Y el sitio de UPYD ha resultado estar
junto al Partido Popular y CIU, en la derecha política de nuestro país.
No en vano, en apenas tres meses, Rosa Díez y los suyos han apostado
públicamente por liberalizar los horarios comerciales y por limitar el
derecho de huelga de los trabajadores, han votado en contra de una
moción con la que los socialistas trataban de dejar sin efecto la nueva
reforma laboral y de la proposición de IU de obligar a los bancos a
aceptar la dación en pago, han apoyado en Madrid la propuesta de ponerle
una calle a Fraga e, incluso, han osado pasar por la derecha al PP,
intentando “echar” del Congreso a una fuerza elegida legítimamente por
los ciudadanos y contra cuya presencia en la cámara no pesa argumento
jurídico alguno.
Vamos, que eso de que los de UPYD no son “ni de derechas, ni de
izquierdas”, después de ver las políticas que están practicando, no se
sostiene a menos que, con ese mensaje, los magenta estén, en realidad,
reclamando un hueco en la extrema derecha, para orgullo y satisfacción
del líder falangista que tan identificado se siente con el proyecto
político Rosa Díez.
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