El
Ayuntamiento de Madrid firmó el pasado 18 de octubre un contrato de
opción de compra con la empresa Renta Corporación, de la que el marido
de Cospedal es consejero, para desprenderse de cinco edificios, hasta
ahora destinados a viviendas sociales, por 21 millones de euros. 117 familias viven en ellas. En el 55% de las viviendas viven ancianos y en 40 de ellas viven personas mayores de 70 años sin ninguna compañía.
Nadie les ha hablado claramente. Tras más de 20 años en sus casas, tres
asistentas sociales se personaron en el domicilio de algunos de los
vecinos y les anunciaron que tendrían que abandonar su hogar porque el
edificio iba a ser vendido, según reconocen los inquilinos. Algunos
de ellos ya han recibido notificación oficial de que el Ayuntamiento ha
decidido "no prorrogar los contratos" por lo que deben desalojar sus
viviendas.
La Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de
Madrid (EMVS) insiste en que los vecinos serán realojados en otras
viviendas del Consistorio en “similares condiciones a las actuales”. La
inmensa mayoría de los vecinos, sin embargo, no se cree las palabras de
la empresa pública. Creen que son víctimas de un 'pelotazo' del Ayuntamiento, que ha recurrido a esta operación para sanear su maltrecho balance.
El
hecho de que el marido de Cospedal, Ignacio López del Hierro, sea
consejero externo independiente de la empresa que ha firmado la opción
de compra hace desconfiar aún más a los vecinos. El máimo responsable de
la EMVS, Fermín Oslé, calificó este hecho como una “una coincidencia” en la Comisión de Urbanismo del pasado martes y la empresa compradora, Renta Corporación, emitió un comunicado en el que desvinculaba a López del Hierro de la compra.
El PSOE, elevó el conflicto a nivel nacional y su portavoz de Vivienda
en el Congreso, lo calificó de “vergonzoso”. “Esto es el colmo del
cinismo, la desvergüenza y la indecencia política”, aseguró.
Los vecinos aceptan de buen grado la ayuda que muestra el PSOE e Izquierda Unida pero desconfían de las palabras de los políticos. Para ellos la situación es mucho más sencilla y se reduce a términos de humanidad.
“Llevo
25 años viviendo en esta casa. Llegué aquí porque la casa donde nací y
donde nacieron mis padres y mis abuelos, que está a dos calles de esta,
se caía a trozos y el Ayuntamiento nos metió aquí. Ahora, a mis 87 años
que cumplo en enero quieren que me vaya. No sé donde. Hablan de Vallecas
o Carabanchel. ¿Cómo puede ser que esto ocurra? Si lo piensas fríamente
no entra en ninguna cabeza. ¿Cómo va a echar el Ayuntamiento a unos
viejos de su casa? Para mí mudarme de esta casa significa la muerte”, explica a Público Pilar Alcaraz entre lágrimas.
Más
allá de las cifras económicas, las leyes que prohíben o permiten la
venta de la vivienda y las palabras de los partidos políticos, Público
se ha adentrado en la casa de cinco de los vecinos para conocer su
situación personal y cómo están viviendo el proceso de venta de las que
han sido sus casas durante más de 20 años. Esta es la historia de las personas cuyo bienestar debería perseguir el Ayuntamiento de Madrid.
Pilar. 86 años. "Salir de esta casa significa la muerte"
Pilar
Alcaraz, de 86 años de edad, no ha conocido otro barrio que el de
Lavapiés (Madrid). Llegó a su actual casa en marzo de 1987 cuando la
vivienda familiar donde había nacido fue comprada por el Ayuntamiento
porque “estaba a punto de caerse a trozos”. Entonces, el Consistorio,
gobernado por Tierno Galván, le ofreció una vivienda a apenas dos calles
de distancia del hogar que tenía que abandonar. “Una casa para el resto de mi vida”, pensó Pilar cuando firmó un contrato indefinido. El Ayuntamiento, sin embargo ya no lo piensa lo mismo.
Pilar
vive sola. Su marido falleció hace unos meses. Se maneja para hacerse
de comer y mantener limpia la casa. Por su carácter y a pesar de sus
maltrechas rodillas no puede estar quieta. Uno de sus hijos, vecino del
barrio, la ayuda en todo a lo que ella ya no alcanza a hacer. Los
vecinos de su corrala conforman la otra parte de su familia. “Nos conocemos de toda la vida, somos como una gran familia”, asegura.
"Soy del barrio de toda la vida y aquí quiero estar hasta que me muera" Nadie
de la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid se ha puesto
en contacto con ella. La primera noticia que tuvo sobre la intención del
Ayuntamiento de vender su casa la recibió mediante los medios de
comunicación. No se lo podía creer. En su razonamiento no entra la idea
de que el Ayuntamiento, que debe representar la voluntad de los
ciudadanos, quiera vender unos edificios que están siendo ocupados por
117 familias.
“Empezamos a tener sospechas de que algo estaba
pasando hace dos meses cuando la EMVS comenzó unas obras de restauración
del edificio sin comunicárnoslo. Pensé que el edificio tendría algún
problema de estructura pero, ¿cómo iba a pensar que nos quieren echar?”, se pregunta Pilar, quien asegura que cambiar de domicilio a sus años es una posibilidad que ni podía imaginar.
El
martes su comunidad de vecinos se reunió con la EMVS. Allí conoció por
primera vez la intención del Ayuntamiento de manera oficial. Simplemente
la idea de tener que abandonar su casa hace que se le salten las
lágrimas. Su postura es clara y rotunda. No piensa moverse de donde ha
vivido los últimos 25 años ni del barrio donde nació ella, sus padres y
sus abuelos. Ser realojada en otra vivienda “significa la muerte”.
“En
enero cumplo 87 años. Nunca he vivido en otro sitio. Conozco a la gente
del barrio, a los vecinos, la gente del Mercado donde compro. Soy del
barrio de toda la vida y aquí quiero estar hasta que me muera. Nos han
dicho que miremos otros pisos porque vamos a ir todos fuera. ¿Y qué
seguridad tengo de que dentro de dos años no vuelvan a obligarme a
cambiar de casa? ¿Tenemos que tener la casa a cuestas? ¿Qué vida es esta? Yo he cumplido el contrato. Ellos ya no”, concluye Pilar.
Javier. 54 años. "Ya no hay vidas humanas, hay números"
Javier, de 54 años, vive en el inmueble de la calle Madera desde 1991. Su caso es uno de los más graves. Padece una minusvalía psíquica del 65%
y tiene un contrato de alquiler indefinido. El martes recibió una carta
de la EMVS que le informaba que debía abandonar su casa antes del 13 de
diciembre. Ni siquiera le llegó la carta con un mes de antelación. El
Ayuntamiento, según reconoce Javier, ya le ha ofrecido cambiarse a otras
casas situadas en otros barrios. Él se niega.
El miedo de Javier es convertirse en un peregrino de viviendas sociales“Me dijeron que podía elegir el sitio que quisiese para vivir. Pero sé que es mentira. Es lo que me dicen para que me vaya pero no me pienso ir. Cuando he ido a la EMVS lo dije bastante claro. Yo no me voy de mi casa. ¿Por qué? Pues porque no. Porque me quieren dar casa en un sitio lejos de donde he vivido siempre. Me quieren marginar para hacer negocio”, asegura.
El miedo de Javier es convertirse en un peregrino de viviendas sociales“Me dijeron que podía elegir el sitio que quisiese para vivir. Pero sé que es mentira. Es lo que me dicen para que me vaya pero no me pienso ir. Cuando he ido a la EMVS lo dije bastante claro. Yo no me voy de mi casa. ¿Por qué? Pues porque no. Porque me quieren dar casa en un sitio lejos de donde he vivido siempre. Me quieren marginar para hacer negocio”, asegura.
Javier
habla sin tapujos. No tiene inconvenientes en señalar que él no
entiende al 100% todo lo que está sucediendo pero advierte de que el
motivo de la venta es la “necesidad del Ayuntamiento de tapar agujeros”.
“Esto es un pelotazo”, asegura Javier, frase que los vecinos repiten
sin cesar. “Gallardón, sí, ese que se ha ido a Justicia, dejó al
Ayuntamiento de Madrid endeudado hasta las cejas. Ahora tienen que sanear las cuentas y no han encontrado otra fórmula mejor que echándonos de nuestras casas”, denuncia Javier.
Su miedo, como el de Pilar, es convertirse en un peregrino de viviendas sociales durante toda su vida. “¿Si van a vender esta por qué no las demás? Lo harán cuando les sea rentable”, afirma. Porque para Javier el concepto clave de este conflicto es el de la rentabilidad. “Ya no hay vidas humanas, hay números”, sentencia.
Su miedo, como el de Pilar, es convertirse en un peregrino de viviendas sociales durante toda su vida. “¿Si van a vender esta por qué no las demás? Lo harán cuando les sea rentable”, afirma. Porque para Javier el concepto clave de este conflicto es el de la rentabilidad. “Ya no hay vidas humanas, hay números”, sentencia.
María del Carmen. 46 años. "Permaneceremos todos juntos"
El
caso de Mari Carmen ejemplifica la situación de otras tantas familias
con niños que habitan en los cinco edificios que el Ayuntamiento
pretende vender. Es madre de familia numerosa. Vive en
el inmueble de la calle San Cayetano junto a su marido, sus tres hijos,
de veinte, ocho y seis años, y su madre. Su esposo está en paro desde
hace cuatro años. Ella trabaja limpiando casas y la familia consigue
llegar a final de mes gracias a la pensión de algo menos de 800 euros de
su madre.
"Ni siquiera sé que responder a mis hijos cuando me preguntan qué está pasando"
Sin embargo, la mayor preocupación de Mari Carmen es la escuela de sus hijos. Los dos niños, de ocho y seis años, están escolarizados en un colegio del barrio.
La mujer teme que tenga que cambiarlos de colegio a mitad de curso ante
la imposibilidad de trasladarlos al barrio si son realojados en otro
barrio. “¿Dónde llevo a mis hijos? ¿Dónde los escolarizo a mitad de
curso? Ni siquiera sé que responderles cuando me preguntan qué está
pasando”, asegura.
Las obras de rehabilitación que está llevando a
cabo el Ayuntamiento en el edificio antes de su venta afectan de manera
importante al domicilio de Mari Carmen y su familia. Su hija se
despertó una mañana con un obrero taladrando la pared donde está el
cabecero de su cama. Nadie les comunicó que iban a empezar las obras.
“Un día mi marido abrió las ventanas y vio que habían puesto andamios. Durante el mes de agosto he estado sin balcones porque
también los estaban reformando. No hemos podido ni abrir las ventanas
por miedo a que mis hijos se cayeran por la ventana”, denuncia.
Su
contrato finaliza en junio de 2013. De momento, no ha recibido ninguna
carta comunicándole que tiene que abandonar su vivienda. Sin embargo, no
tiene dudas de que, tarde o temprano, la recibirá. “Sí que me han
llamado para tener una cita individual conmigo para ver qué planes
tenemos. Me he negado a ir. Quieren convencernos uno a uno, pero no. Permaneceremos todos juntos”, advierte.
Antonio, 84 años. "Nos llevarán al quinto pimiento para morir"
Antonio habla despacio. Trata de argumentar todo lo que dice, pero su memoria ya le falla. En el último año ha sufrido dos ictus.
El primero le provocó la pérdida de la visión en el ojo izquierdo, el
segundo, en mayo de este año, le ha afectado al sentido de la
orientación. Vive con su hija que, actualmente, está en paro. La
recuperación de Antonio está siendo difícil. El segundo ictus le afectó
severamente y, aunque evolucionaba positivamente, la noticia de que debe
desalojar su vivienda le está haciendo “caer en picado”, reconoce su
hija.
"No me creo que me vayan a buscar un buen sitio ni que me vayan a proteger"
“Yo sólo soy un jubilado que
ha trabajado muchos años en la fábrica Peugeot y que ha ejercido de
sindicalista durante muchos años con UGT. Aunque los sindicatos ya no
son como eran antes. Ahora el capitalismo está dentro de ellos”, se
presenta Antonio.
El 29 de octubre, apenas 11 días después de la
firma del acuerdo entre el Ayuntamiento de Madrid y Renta Corporación,
tres asistentas sociales visitaron su casa para darle la noticia de que
debían abandonar su casa y emplazarlo a ponerse en contacto con la
empresa pública para su realojo. Como la inmensa mayoría de los vecinos,
Antonio se resiste a marcharse. “Yo resistiré en mi casa tanto como el
último. No me voy. Me dicen que tengo derecho a estar aquí y confío en que así sea”, asegura.
Este hombre llegó al inmueble de la calle Embajadores 45 tras tener que abandonar una casa que tenía en propiedad porque la estructura no aguantaba más. El Ayuntamiento compró su casa y le ofreció otra con carácter permanente aunque ya “nada es permanente” como señala Antonio. La EMVS se ha puesto en contacto con él para tratar de buscar un realojo pero “él no se cree nada”.
“No me creo nada de esta gente. No me creo que me vayan a buscar un buen sitio ni que me vayan a proteger. Nos llevarán al quinto pimiento para morir allá. Con el tiempo que llevo aquí, la edad que tengo y mis problemas de salud no entiendo por qué no me dejan seguir aquí”, se lamenta.
Este hombre llegó al inmueble de la calle Embajadores 45 tras tener que abandonar una casa que tenía en propiedad porque la estructura no aguantaba más. El Ayuntamiento compró su casa y le ofreció otra con carácter permanente aunque ya “nada es permanente” como señala Antonio. La EMVS se ha puesto en contacto con él para tratar de buscar un realojo pero “él no se cree nada”.
“No me creo nada de esta gente. No me creo que me vayan a buscar un buen sitio ni que me vayan a proteger. Nos llevarán al quinto pimiento para morir allá. Con el tiempo que llevo aquí, la edad que tengo y mis problemas de salud no entiendo por qué no me dejan seguir aquí”, se lamenta.
Ana María, 55 años. "Me dijeron que podía pasar la Navidad en casa "
Ana
pide ayuda a Jesús para que “estos sinvergüenzas no puedan hacer lo que
quieren”. Lleva viviendo en Embajadores 45 desde 1989 cuando fue
realojada de una vivienda vecina. Ella también recibió la visita de las
trabajadores sociales de la EMVS. “Me dijeron que podía pasar la Navidad en casa pero que después me tendría que ir”, asegura.
"Esto es un pelotazo y un negocio que pensaban que sería perfecto"Vive
con su marido y con su madre, de 84 años, que sufre deterioro
cognitivo. Su vida no ha sido fácil. Su hija murió de leucemia hace ocho
años y su otro hijo sufrió una muerte súbita con 31 años. Ella superó
un cáncer de colón en 2010. Quizá por todo lo que ha pasado, Ana, que
nunca deja de sonreír, se muestra fuerte y combatiente. Se niega en
rotundo a aceptar los planes que el Ayuntamiento tiene para ellos. “Vamos a luchar hasta el final para que prevalezcan nuestros derechos”, afirma.
Una de los asuntos que más le preocupan es alejarse del centro de salud del barrio. Allí están los médicos que la han tratado a ella y que siguen el tratamiento de su marido, que fue operado del corazón recientemente. “Tenemos aquí los médicos. Cuando la EMVS se plantea vender, ¿piensa en las vidas que tenemos los que vivimos aquí?, se pregunta Ana.
Como mucho de los vecinos, la única explicación que encuentra a la situación que está viviendo es la necesidad del Ayuntamiento de “ingresar dinero”. “Esto es un pelotazo y un negocio que pensaban que sería perfecto. A unos pisos que eran para vivienda social le quitan la protección, les ponen precio y los vende. Dinero rápido”, denuncia Ana, quien antes de despedirse anuncia querer lanzar un mensaje a la alcadesa de Madrid, Ana Botella: "Ya que es tan defensora de la familia, quiero pedirle que esta Nochebuena cuando esté cenando se acuerde de las 117 familias a las que les quiere vender la casa".
Una de los asuntos que más le preocupan es alejarse del centro de salud del barrio. Allí están los médicos que la han tratado a ella y que siguen el tratamiento de su marido, que fue operado del corazón recientemente. “Tenemos aquí los médicos. Cuando la EMVS se plantea vender, ¿piensa en las vidas que tenemos los que vivimos aquí?, se pregunta Ana.
Como mucho de los vecinos, la única explicación que encuentra a la situación que está viviendo es la necesidad del Ayuntamiento de “ingresar dinero”. “Esto es un pelotazo y un negocio que pensaban que sería perfecto. A unos pisos que eran para vivienda social le quitan la protección, les ponen precio y los vende. Dinero rápido”, denuncia Ana, quien antes de despedirse anuncia querer lanzar un mensaje a la alcadesa de Madrid, Ana Botella: "Ya que es tan defensora de la familia, quiero pedirle que esta Nochebuena cuando esté cenando se acuerde de las 117 familias a las que les quiere vender la casa".
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