Esta semana nos hemos encontrado con la nada sorprendente noticia de
que los dirigentes de la trama china de blanqueo de capitales
desarticulada con la ‘operación Emperador’, incluido su presunto
cabecilla, Gao Ping, quedarían en libertad por un presunto “error” a la
hora de detenerlos, declarando la “nulidad absoluta e insubsanable”
del auto por el que se acordó su ingreso en prisión.
Ahora Gao Ping y los suyos no sólo quedarán libres sino que si lo
necesitasen podrían obtener la residencia española si compran unos
cuantos pisitos de más de 160.000 euros, si es que la policía no ha
encontrado todos los carritos de Mercadona donde almacenaban el dinero.
Por cierto, ¿cuantos permisos de residencia en billetes de 500 caben en
un carrito de Mercadona?
Coincidía todo esto con algo que viví en mi propia ciudad, Paterna,
en uno de los barrios más difíciles y marginales de todo el País
Valenciano, La Coma. Allí me despedí con un abrazo de un vecino del
barrio condenado a siete años por un presunto delito que no cometió y
del que ya se habían inculpado otras personas. Entró en la cárcel porque
no era Gao Ping, porque no pudo pagarse un buen abogado, porque también
la justicia se mide en euros.
La cosa sería para tomársela a guasa si no fuese porque lo único que
le sale a uno es pensar que la única salida a toda esta mierda es no
dejar piedra sobre piedra de este sistema inmundo y asqueroso, donde la
libertad se mide en euros y donde hay dos justicias, la de los Gao Ping y
la de los “Ping Gaos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario