La planta concluyó su vida útil en 2011 tras 40 años pero seguirá en marcha hasta 2019.
Periódico Diagonal
“La seguridad de Garoña es lo que menos importa al Gobierno del PP”, explica Francisco Castejón, físico nuclear, responsable del área de Energía de Ecologistas en Acción, sobre la decisión de mantener la vida de la central nuclear de Garoña. "Pone de manifiesto que no sólo es un riesgo para la vida de los trabajadores de la planta, “también para todos los ciudadanos y del medio ambiente. Teniendo en cuenta que existen más de cien elementos degradados, mantener abierta la central nuclear hasta 2019 implica un grave riesgo”. Para el portavoz de Ecologistas en Acción lo que denota esta postura es “la servidumbre de este Gobierno al lobby nuclear”, y recuerda que lo primero que hizo el PP nada más llegar fue desbloquear dos cuestiones: la ubicación del Almacén Temporal Centralizado (ATC) y prolongar la vida de Garoña.
Castejón señala que en Japón existían ‘complicidades’ muy parecidas a las del Estado español. Según el reciente informe sobre el accidente nuclear de Fukushima, aunque la causa del desastre nuclear fue el terremoto y el tsunami, en el documento se acusa también al Ejecutivo nipón de connivencia con el grupo regulador de la nuclear, la empresa Tepco.
Esa misma situación se produce, a juicio de Castejón, entre el Estado español y el regulador de Garoña, Nuclenor, ya que se permite funcionar a la planta incluso con graves problemas. Y argumenta que “Endesa e Iberdrola están encantadas porque venden el kilovatio/hora a cuatro o cinco veces más de lo que les cuesta producirlo”.
Tras 41 años de funcionamiento
El 3 de julio se publicó en el Boletín Oficial del Estado la orden que revoca el cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos) previsto para julio de 2013. La nuclear más antigua del Estado español, con 41 años de antigüedad, prolongará su vida hasta 2019 por decisión del Gobierno del PP.
El anterior Ejecutivo anunció en 2009 que la central nuclear de Garoña cerraría “por coherencia con el programa electoral” y para apostar por la energía renovable. Sin embargo, el entonces ministro socialista de Industria, Miguel Sebastián, lanzaba el mensaje contrario dos años después, y anunciaba que se estaba reconsiderando el cierre. Nuclenor, empresa propietaria de la central de Garoña, participada al 50% por Endesa e Iberdrola, considera “muy positiva” la decisión del ministro de Industria, Turismo y Comercio, José Manuel Soria. Sin embargo, la planta cuenta con graves deficiencias y de hecho la vida útil de la central finalizó el año pasado, ya que estaba prevista para un periodo máximo de 40 años que se cumplió en 2011.
El sistema de refrigeración de la central de Garoña es idéntico al número 1 de Fukushima-Daiichi, de agua en ebullición, y fue construida con una tecnología que hoy es obsoleta, según denuncian científicos y ecologistas.
Problemas en la refrigeración y grietas
Por su parte, Carlos Bravo, responsable de la campaña de energía de Greenpeace, incide también en la falta de seguridad de la nuclear. Asegura a este periódico que Garoña está fuera de la normativa vigente y el Consejo de Seguridad Nuclear lo sabe. “Garoña no está preparada para sufrir un terremoto, sólo aguantaría un movimiento sísmico de entre 0,1 a 0,2 g (aceleración sísmica horizontal), mientras que el que se registró en Lorca fue de 0,36 g. La Península Ibérica está en contacto con la placa tectónica europea, en fricción con la placa africana, y por eso se han dado terremotos graves, como el de Lisboa, y está estudiado que cada cien años hay un movimiento sísmico importante en esa zona”, explica Bravo, que estima que la central de Garoña no aguantaría. “Porque no se pensó durante su construcción que pudieran producirse terremotos de una magnitud mayor a la prevista de 0,1 g”.
Bravo manifiesta que el Consejo de Seguridad Nuclear ha dicho que como es muy improbable que eso ocurra no van a incrementar la resistencia estructural de Garoña. Asegura que es lo mismo que dijeron en Japón la Agencia de Seguridad Japonesa y Tepco, “no contaban con un terremoto de 6,9 grados de intensidad y un tsunami con olas de 14 metros”.
Pero, además, Garoña no cuenta con un azud, “un embalse para acumular agua que por gravedad pudiera ir a la zona de la vasija para inundarla y hacer frente a un posible apagón total y enfriar el núcleo. Su autonomía es muy limitada y no tiene capacidad de refrigeración del reactor”, dice Bravo.
Por si esto fuera poco, Garoña sufre también “agrietamiento por corrosión en una serie de elementos que afectan a la vasija del reactor, entre ellos el barrilete, situado en el interior de la vasija, que está partido”, añade Bravo, y plantea que tras los accidentes más graves, Three Mile Island, en Pensilvania (EE UU), 1979; Chernóbil, 1986, y Fukushima, 2011, se ha ‘aprendido’ que son necesarias unas medidas de seguridad que inicialmente no se pensaron. “Garoña es, sin duda, la central más peligrosa y la que nos pone en un riesgo inaceptable”, concluye Carlos Bravo.
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