viernes, 18 de enero de 2013

La sombra del uranio sobrevuela Malí.
















Hace tan sólo unos días, el presidente de Francia, François Hollande, aseguraba tajantemente en una de sus comparecencias ante la prensa que las motivaciones del país galo para intervenir en Malí eran puramente pacificadoras. El presidente socialista afirmó que "Francia es un país libre, tiene valores", subrayando que "no estamos defendiendo ningún tipo de interés político o económico en Malí, defendemos simplemente la paz". 


En palabras de Hollande, la intervención militar de Francia era necesaria "porque si no, hubiera sido demasiado tarde, porque Malí habría sido conquistado por completo". Así, la operación cuenta con el apoyo de la Unión Europea (UE) y la ONU. 

Sin embargo, no todos los expertos son de la misma opinión. Gilles Labarthe, fundador de la agencia de noticias suiza DATAS y, probablemente, uno de los mayores expertos en la neocolonización africana, asegura que "parece claro que Francia y el resto de los países implicados en Malí también se están moviendo por el interés de asegurar los yacimientos mineros de la región, como ya sucediera hace dos años con Libia". 

"Es complicado identificar qué lobby industrial es el que está detrás de todo"
Labarthe admite que "es más complicado identificar qué lobby industrial es el que está detrás de todo", pero apunta hacia compañías como la francesa Areva, con importantes explotaciones de uranio en Níger -apenas a unos 200 kilómetros de la frontera con Malí-, que podrían estar peligrando. Este gigante mundial del uranio, con minas a más de 700 metros de profundidad, aseguró a finales del año pasado que sus actividades nucleares cerrarían 2012 con un crecimiento en su facturación de entre un 4 y un 6 %, con perspectivas positivas para 2013, lo que podría torcerse de poner en riesgo sus tres importantes yacimientos en Níger. 

Según la Asociación Nuclear Mundial, tres cuartas partes de la electricidad que genera Francia provienen de la energía nuclear, habiéndose convertido en uno de los grandes exportadores, con cerca de 3.000 millones de euros al año de facturación. El propio Labarthe indica en esta línea que Malí podría estar en el punto de mira de las prospecciones de uranio, "sobre todo en el centro del país, así como de gas en el norte".

Desde la organización para la investigación de la globalización Global Research apuntan que los yacimientos de uranio que se encuentran en la región de Faléa, cubriendo unos 150 kilómetros de la cuenca Faléa-Norte de Guinea, podrían albergar hasta 5.000 toneladas de mineral. Precisamente allí, la canadiense Rockgate lleva años realizando prospecciones. Asimismo, el yacimiento de Samit, en la región de Gao, podría alcanzar las 200 toneladas de uranio.

Los yacimientos de uranio en Faléa albergan hasta 5.000 toneladas de mineral
Unas reservas que el año pasado llevó a la organización de Físicos Internacionales para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW, por sus siglas en inglés), a organizar en Bamako una conferencia sobre Uranio, salud y medio ambiente, al considerar que era su responsabilidad "proporcionar con la debida información a las personas que se ven directamente afectadas por la explotación de uranio, desde representantes de ONG a responsables políticos, médicos y científicos, de sus impactos en la salud, así como sobre sus impactos ambientales y socio-económicos".

No son los únicos minerales sobre los que Global Research llama la atención, puesto que también destacan las reservas en Malí de cobre, litio, bauxita, fosfatos, plomo, zinc o, incluso, petróleo.

Toneladas de oro

Paralelamente, el oro es el otro gran atractivo de Malí para Occidente, más aún en plena crisis cuando el mineral vuelve a destacar como un valor seguro de inversión, moviendo alrededor de 70.000 millones de dólares al año. Sólo Malí exporta anualmente cerca de cuatro toneladas de oro, encontrando en Suiza y Emiratos Árabes a sus mayores compradores.

Además, al atractivo que ello supone se suma, según apuntan diversos expertos, la posibilidad de que los grupos rebeldes se hicieran con el control de los yacimientos, ganando una capacidad de financiación sin precedentes, algo que no parece está dispuesto a consentir la comunidad internacional que ya cuenta con diversas multinacionales mineras, como las canadienses Barrick Gold, Iamgold o Aviongold; Amara Mining (hasta el año pasado conocida como Cluff Gold), con sede en Londres; o Randgold Resources, con sede en el paraíso fiscal de la Isla de Jersey.

Sólo Malí exporta anualmente cerca de cuatro toneladas de oro
En este sentido, Labarthe, autor del libro El oro africano. Saqueo, tráfico y comercio internacional, explica que "la mayor parte de las explotaciones de oro de Malí se encuentran al sur del país, en el sureste (Morila) o en la franja occidental, ya en la frontera con Senegal (Kéniéba, Faléa). Así, algunas de estas minas prácticamente no han sufrido ninguna consecuencia negativa del conflicto desde "‘el Golpe de Estado' de marzo de 2012, "hasta el punto de que, incluso, han incrementado su producción desde el verano del año pasado". 

El periodista suizo lamenta no sólo el impacto negativo que están teniendo estas explotaciones en el continente africano, que posee la mitad de las reservas de oro mundialmente registradas, sino también las condiciones laborales de los trabajadores locales donde las multinacionales ven su margen de beneficio muy superior a cualquier otro punto del planeta. Los grandes beneficiados, tal y como señala Labarthe, son entidades como la francesa Société Générale, el suizo UBS (Union des Banques Suisses), el Royal Bank de Canadá o J. P. Morgan. 

 na de las grandes preocupaciones derivadas de la extracción del oro viene de la contaminación por mercurio, tal y como denuncia desde hace años Human Rights Watch (HRW). En muchos casos, sobre todo en la minería más artesanal, se emplea el mercurio para separar el oro de la mena -la parte mineral tal como se extrae-, por lo que la investigadora de HRW Juliane Kippenberg advierte de "la necesidad dramática de incrementar las medidas de prevención y tratamiento de la intoxicación por mercurio".
Malí no es una excepción a este riesgo, afectando incluso a los más pequeños que trabajan en estas explotaciones, según ha documentado HRW tras haber entrevistado a niños de apenas 11 años que manipulan a diario mercurio. La cifra de niños que podrían estar trabajando en minas de este tipo en Malí ronda entre los 20.000 y 40.000, según HRW, que denuncia que "niños de hasta seis años excavan en pozos mineros, trabajan en el subsuelo, levantan pesadas cargas del mineral, y transportan, machacan y criban oro".
La cifra de niños afectados por las explotaciones ronda entre 20.000 y 40.000
En la presentación del informe, hace un año aproximadamente, Kippenberg relataba cómo "un chico de unos seis años describe el dolor que siente cuando excava pozos con un pico durante horas y horas. Otro dice que "le duele todo" cuando llega a casa después de un día de trabajo bajo tierra". Dolores continuados en la espalda, cabeza, cuello, brazos y articulaciones, así como enfermedades respiratorias y tos fueron otros de los síntomas manifestados.
Publico ha contactado con varias ONG desplegadas desde hace años en Malí pero todas ellas han rehusado hacer cualquier tipo de declaración que pudiera enrarecer sus relaciones con el Gobierno maliense; alguna de ellas, incluso, sugirieron que esta cautela se ha acentuado tras la publicación en este diario del reportaje Las ONG, topos de Occidente para la neocolonización

No obstante, la directora de una de las organizaciones contactadas sí ha apuntado que "del mismo modo que siempre se critica a España por desviar casi toda su Cooperación a Latinoamérica, que son países de renta media, por tener intereses comerciales con las ex colonias, Francia hace lo mismo con el África Occidental"; a lo que han denominado "FrancAfrique". Estas mismas fuentes sostienen que "seguramente habrá intereses políticos y económicos en esta incursión, pero son valoraciones en las que nosotros no vamos a entrar".

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