Sra. Merkel: usted juega sucio. Actúa mirando a sus próximas elecciones para conservar e incrementar su rédito electoral. Un paso más la carrera que sigue y que va mucho más allá. Muy segura de sí misma y de su poder, lanza dictámenes y normas para salvar su modelo europeo o, más bien, para crear un nuevo orden mundial. Ataca sin contemplaciones a los países del sur. Sí, allí donde el sol brilla más días y con mayor fuerza. Allí donde se trabaja menos y se vaguea demasiado, dice usted. Ataca a países cuya situación crítica se debe a anteriores decisiones que, en buena parte, fíjese, fueron también suyas. Porque fueron sus bancos los grandes culpables de la hecatombe griega. Como lo fueron cuando, en su día, apostaron sin contemplaciones por la burbuja inmobiliaria española. Usted y sus instrumentos concibieron y alimentaron la catástrofe. Y resulta curioso que buena parte de la sociedad alemana apoya su gestión. Tiene bemoles..., suena a viejas historias, como las que acaecieron allá por los años treinta del siglo pasado en la misma Alemania, ¿recuerda? Son procesos por ahora terriblemente similares. Pero lo peor de todo es que la historia se repite también entre quienes dicen ser la oposición en Alemania y Europa. Levantan tímidamente la voz para, en realidad, guardar un escandaloso silencio cómplice. Pero tenga cuidado. Es tal su seguridad y autoconfianza, que ignora y desprecia lo más importante: la sociedad civil. Cuídese, porque su paciencia se agota. Hasta ahora, se puede decir que se ha mantenido serena y que ha empleado cauces pacíficos y racionales para protestar por sus decisiones. Cuando la sociedad ha levantado un poquito la voz, usted ha respondido con amenazas, empleando la violencia dialéctica para deslegitimar y amedrentar. Aquí también miente, porque acusa al resto de lo que usted representa como nadie, señora antisistema. Impulsada por su prepotencia, está hiriendo de muerte a las instituciones europeas y, sobre todo, a millones de personas. No le importa, actúa bajo el paraguas de la impunidad. Pero tenga cuidado, porque puede que pronto llueva de verdad y entonces..., entonces no tenga dónde guarecerse. Esperemos que, llegado el momento, el resto estemos ya resguardados.
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