La “peineta” con la que Luis Bárcenas se mofa de la justicia y de la ciudadanía me recordó aquella otra con la que José María Aznar respondió a los abucheos e insultos de un grupo de alumnos de la Universidad de Oviedo. Son dos comportamientos semejantes, igual de soberbios, igual de zafios, atribuibles no solo a esa reacción tan típicamente española ante lo que nos incomoda -sean estudiantes en las antípodas ideológicas, periodistas deseosos de obtener una declaración, taxistas agresivos o rivales deportivos- sino también a su creencia de que están por encima del bien y del mal. Que son intocables.
No obstante, hay diferencias entre ambas "peinetas", y no me refiero solo al hecho de que Aznar sea, últimamente, de más fácil combustión (que ya es decir en Aznar) que el maquiavélico Bárcenas. Aznar mira a los universitarios. Bárcenas, a cámara. El gesto del expresidente apenas fue perceptible, pero fue registrado por algunos fotógrafos. Para captar el de Bárcenas no hizo falta rapidez de reflejos. Los periodistas estaban allí, en el aeropuerto, esperándole. Da la sensación de que su "peineta" tenía más de gesto premeditado que de espontáneo.
Vemos cada día cómo los políticos salpicados por la porquería que los medios de comunicación están descubriendo bajo la alfombra de la democracia eluden a los periodistas como María José Campanario, "ponen dientes" como la Pantoja, se hacen los remolones como Fran Rivera, huyen a la carrera como Pajares. Pero otros sorprenden y, de pronto, dejan monosílabos o frases cortas. Y a los medios les está viniendo muy bien. Es un espectáculo mediático que alimenta noticieros y programas de actualidad, con considerable éxito. Si a los famosos los miramos con insana envidia, a los políticos los miramos con rabia. La gente les tiene ganas. Sus entradas y salidas de casa, del juzgado o de la sede del partido y vuelta a casa nos proporcionan un extraño placer. Ya les tocaba, nos decimos. Que se...
Hemos vivido una democracia de papel, nos hemos hecho mayores disfrutando de la vida en una escenografía de falsa prosperidad que además ocultaba comportamientos manifiestamente delictivos. Esa "peineta" de Bárcenas, tan metáfora de España. expresa de manera muy gráfica que nos han dado gato por liebre. Nos damos cuenta de que aquel papel pintado monísimo del que tanto presumíamos se ha deteriorado más que el decorado de Cuéntame. Vivimos en una democracia de papeles, de sobres llenos de billetes, de cutres libros de contabilidad, de correos electrónicos picantes, de obscenos contratos irregulares, de misteriosos informes de espías... Y nos damos cuenta porque, después de vivir en estado de letargo durante mucho tiempo, los periodistas están desempeñando de nuevo su función en una sociedad democrática. Con independencia y sin servilismo (siempre aparente, pero más creíble ahora). Una buena noticia para el periodismo, para la justicia y para la ciudadanía tanto sucio papel publicado, citado y retuiteado.
Las "peinetas" de Aznar y Bárcenas tienen ya su lugar en la zona de cloacas de la reciente historia de España (sin olvidar la "peineta" del rey a quienes le abucheaban en una de sus visitas a Euskadi). Pero cuidado con ellas, que a veces se vuelven en contra de quien las exhibe. Puede ponerse todo lo gallito que usted quiera, señor Bárcenas, pero da la sensación de que este país está cambiando. Y cada vez hay menos intocables.
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