En la obra La República de Platón en el libro I, el sofista provocador Trasímaco argumenta en un diálogo con Sócrates y otros contertulios, un aspecto fundamental sobre la justicia; aquel díscolo filósofo de Calcedonia afirma inicialmente, que la idea de justicia es una especie de fraude perpetrado por los más fuertes contra los débiles a fin de lograr sus intereses:
“Escucha, pues… lo que yo digo que la justicia no es otra cosa sino aquello que es ventajoso para el más fuerte [1]”.
Los motivos para tal razonamiento no son desdeñables: “el gobierno por tanto, ¿no es del que tiene la fuerza en cada ciudad? Entonces cada gobierno no establece leyes en provecho suyo…[2]”. Trasímaco es concluyente: “La justicia es lo mismo que el interés del más fuerte [3]”. Sócrates interpelado por Trasímaco se aviene a tal inferencia: “Convengo contigo en que la justicia es algo provechoso [4]”.
“Escucha, pues… lo que yo digo que la justicia no es otra cosa sino aquello que es ventajoso para el más fuerte [1]”.
Los motivos para tal razonamiento no son desdeñables: “el gobierno por tanto, ¿no es del que tiene la fuerza en cada ciudad? Entonces cada gobierno no establece leyes en provecho suyo…[2]”. Trasímaco es concluyente: “La justicia es lo mismo que el interés del más fuerte [3]”. Sócrates interpelado por Trasímaco se aviene a tal inferencia: “Convengo contigo en que la justicia es algo provechoso [4]”.
Una lectura atenta de este intricado pasaje permite apreciar que más adelante Trasímaco manifiesta conceptos distintos. Con un mayor acercamiento a los hechos, espeta que todo cuanto afecte los intereses de los poderosos puede ser considerado justo. El texto platónico permite dicha interpretación cuando Sócrates cavila hacia Trasímaco: “De conformidad con tu razonamiento por consiguiente, la justicia consistirá no sólo en ejecutar lo que redunda en el interés de los más fuertes, sino también en su contrario, lo que es adverso a su interés [5]”.
Más adelante en el relato Trasímaco refuerza el argumento inicial al cual le ha dado vuelta, narrando conductas políticas que nos resultan bastante familiares:
“Si un particular es cogido en la comisión de cualquiera de estas injusticias (fraude o violencia de lo sagrado y lo profano), se le castiga y caen sobre él los mayores oprobios; se le llama sacrílego, traficante de hombres, allanador de moradas, expoliador o bandido, de acuerdo con estas calificaciones delictivas. Sí, por el contrario (el gobernante), a más de despojar de sus bienes a sus conciudadanos, los reduce a estos mismos a la esclavitud, en lugar de recibir aquellos nombres ignominiosos, oye que le ensalzan como feliz y augusto, no solamente los conciudadanos, sino todos aquellos que vienen a saber la injusticia integral que se ha cometido…[6]”.
Podemos explicar al presente tales planteamientos estableciendo a la ley como mecanismo social beneficioso para quien manda y perjudicial para los intereses de quienes obedecen en el papel de masas sometidas. Es desgraciado quien obedece las leyes y quien las hace es feliz pues estas obran hacia su ventaja material y de dominio.
Un argumento en favor de esta interpretación expresada por Trasímaco es el del trato de las deudas en la antigüedad, cuando ahogaban a la población haciendo que esta huyera a otros parajes o se volviera nómada, amenazando incluso el orden social y jurídico existente que les había expropiado con usura; esto era de común ocurrencia. No obstante, correlativamente era usual por entonces la existencia de una especie institución de borrón y cuenta nueva, detectada en muchos pueblos antiguos. Un pasaje de Vidas de los Doce Césares de Suetonio respalda esta aseveración, cuando al hablar del principado de Augusto en lo relativo a su clemencia y sencillez aquél relata: “Hizo quemar las listas de los antiguos deudores del erario, principal pretexto para acusaciones falsas… hizo borrar los nombres de los acusados que llevaban largo tiempo en esa situación…[7]”.
Aquí vemos un caso en el cual la justicia como tal si se cumpliera a cabalidad llevaría a la destrucción de la misma estructura de poder, y por ello una inaplicación de las leyes establecida como equidad aparece en contra de los poderosos, obligándoles a ceder y apaciguar su codicia anulando deudas a personas o naciones.
Es notorio que esta clase de condonaciones o perdones de creación periódica en muchas culturas como manera de contrarrestar desequilibrios generados por desiguales relaciones sociales de dominación y expolio, ha desaparecido modernamente al ser impuestos unos enlaces implacables en el capitalismo sin límites, los cuales curiosamente hacen parecer como benévolas todas las formas de explotación anteriores. Sabemos que en la práctica esta institución del ‘borrón y cuenta nueva’ favorecía a la larga a los grupos poderosos, pues servía de instrumento redireccionador, atenuando las expoliaciones agudas y prolongadas, permitiendo que estas fueran reiniciadas a la primera oportunidad dejando intacto el esquema general de rapacidad.
Con el presente predominio de banqueros y demás asociados, lo más criminal en el mundo actual es no pagar deudas, es decir, ir en contra de la justicia al lado de los poderosos espetada por Trasímaco, y esto nos repiten ad nauseam los medios de comunicación controlados por aquellos; es especialmente notable ello si se trata de países, ante lo cual ni siquiera es oponible el indiscutible crimen supremo de condenar al hambre y a la calle a millones de personas, en un mundo donde se podría suplir las necesidades básicas de la población con una organización social no basada en la acumulación depredadora del capitalismo en cualquiera de sus formas. Los financistas actuando como implacables cobradores aplican la doctrina de los más aventajados teóricos economistas a su servicio, por supuesto sin una visión histórica, sin humanismo en el cual explorar, sustentados en un falso y oprobioso tecnocratismo, con simpleza recomiendan a los gobiernos como solución al descontento resultante presupuestos mayores destinados a la represión local y allende de los mares, como otro rublo para ser explotado por el capital. Han creado eso sí, enormes instituciones, pero no para ayudar a los deudores, sino para apoyar a financistas expoliadores: allí están el Banco Mundial y el FMI [8], como novedosas entidades-castigo de los deudores.
Esta acumulación mediante el endeudamiento masivo racionalmente nos conduce a una explicación la cual históricamente culmina en procesos de extorción violenta ocultados cuidadosamente, haciendo a los endeudados aparecer ante sí mismos como culpables por no poder cancelar lo que ha sido impuesto frecuentemente con violencia como tributo o crédito:
“Cualquier mafioso comprende esto. Si se quiere tomar una relación de extorsión violenta, de puro poder, y encima, hacer que parezca que las víctimas tienen la culpa, hay que convertirla en una relación de endeudamiento [9]”.
El dinero y gravámenes tributarios por su parte tienen origen en la guerra [10] en sus variadas formas, lo cual es especialmente notorio en América Latina con las deudas y cascadas de intereses procedentes de las épocas de las guerras de independencia del siglo XIX, las cuales figuran increíblemente como pendientes aún por pagar en algunos países luego de diez generaciones.
En ausencia de instituciones erigidas por la sociedad que intenten restablecer el equilibrio destrozado por la despiadado latrocinio impulsado por el capitalismo con cabeza visible en Wall Street, la City, etc., lo más apropiado para las mayorías es la aplicación generalizada de justicia a la manera de la segunda interpretación de Trasímaco, aquella exaltante de lo intrínsecamente justo que resulta todo acto en contra de los poderosos. También podemos colegir del diálogo platónico y los desafueros actuales de la banca en todas partes, como la justicia es condición de existencia de la sociedad, algo conocido de sobra en la antigüedad y hoy amañadamente olvidado.
Notas
[1] Universidad Nacional Autónoma de México. México 1971. Pág, 16, 17
[2] Platón. Pág.17
[3] Platón. Pag.17
[4] Platón. Pag.18
[5] Platón. Pag.18
[6] Platón. Pág. 24, 25
[7] Planeta-DeAgostini. Barcelona 1995. Pág. 160.
[8] David Graeber. Entrevista de Philip Pickington. ¿Qué es la Deuda? Nakedcapitalism.com. en Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=147883 Original en http://madrilonia.org/2011/12/%C2%BFque-es-la-deuda-entrevista-con-el-antropologo-economico-david-graeber/
[9] Graeber. Ibídem.
[10] Graeber. Ibídem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario