viernes, 18 de mayo de 2012

A 40 años de la muerte del ‘Che’ Guevara, el Lazareto de Guía recuerda su paso.

Los Leprosos y el Che.

Es un páramo, un moridero. Un botadero vetusto donde descansan los restos de restos, los deshechos de casas, armarios, oficinas, autopistas, ciudades y, claro, sociedades. Los llagados de aquí se acomodan como pueden tras el terremoto. Pero también antes, pues era igual. Cuando se está en el piso, ya no se puede caer más. Los leprosos sobreviven alquilando parte del canchón donde se hacen polvo en una playa de estacionamiento para vehículos de gente que, por supuesto, no llega hasta allá para verlos. Son forasteros que, por ejemplo, llegan a arrojar más desperdicios. Alrededor, las barriadas siguen creciendo. Es el Leprosorio de Guía. El ‘Che’ guerrillero, inmortalizado en una fotografía, ha estado en todos lados. Y seguirá estándolo, hasta en la espalda y el culo del mundo. Pero el doctor Ernesto Guevara, quien estuvo en toda América, pasó por el Leprosorio de Guía. La leprosería, según testigos que aún sobreviven a aquel terruño abandonado, también pasó por el ‘Che’ Guevara.

El lazareto está en el límite de los distritos del Rímac y San Martín de Porres. El Dr. Uriel García Cáceres, destacado patólogo e investigador, describe los orígenes del leprosorio y sus conexiones con el ‘Che’ tras su hallazgo. “Antes de ser leprosorio, este lugar era una zona de aislamiento por la epidemia de la fiebre amarilla”, explica el ex ministro de Salud. La epidemia de la fiebre amarilla llegó desde el Canal de Panamá. Mientras el famoso ingeniero Ferdinand de Lesseps empezó el proyecto de ese Canal –tras haber logrado el del Canal de Suez– un primo suyo era embajador de Francia en Lima. A raíz de ello, éste organizó una sociedad de beneficencia francesa, un hospital francés (la Maison de Santé). Sin embargo, en mala hora el hospital empezó a recibir a enfermos de la fiebre amarilla: la epidemia se propagó masivamente en Lima porque, además de la enfermedad, existía ya el mosquito transmisor (“el Aedes Aegypti”, precisa el Dr. Uriel García).
Para principios del siglo XX el lugar ya era una leprosería establecida. Antes, durante la época de la colonia en Lima, hubo otro leprosorio en el Convento de San Lázaro (en el Rímac). Lázaro era y es, hasta hoy, el santo patrón de los enfermos de ese mal. Posteriormente, ya durante nuestra época republicana, se organiza el servicio y el tratamiento de esta enfermedad. Existía cierto temor por la lepra que llegaba al país, principalmente desde Brasil, y así aparecieron los centros para atender enfermos. En Iquitos se organizó y puso en actividad el Leprosorio San Pablo, que estuvo en funcionamiento hasta hace poco. El ‘Che’ Guevara estuvo en aquel lazareto y en el de Lima (el de Guía). Hoy, el San Pablo ya no existe, la lepra tiene un tratamiento apropiado, y ya no es considerada como una enfermedad excepcional altamente contagiosa. “Sólo es contagiosa bajo un largo período de convivencia y unas defensas muy bajas”, asegura Uriel García.

El paso del Che

Junto al Dr. Uriel García camina el Dr. Guido Lombardi, su asistente, quien trabaja codo a codo con el ex ministro de Salud el amplio tema de las patologías y enfermedades varias. Inspeccionan el lugar y escuchan las anécdotas sobre Ernesto Guevara. El ‘Che’ durmió y vivió en una modesta casita que aún se mantiene en pie, a duras penas. El periodista gráfico de CARETAS, Gilmar Pérez, le hace unas fotos. En total, el doctor Ernesto Guevara cohabitó con los lacerados del lugar por aproximadamente seis meses. Los cuidó, asistió y divirtió con sus historias. De aquellos meses, la minoría los vivió en aquel chalet, semiescondido. La mayoría los sobrevivió en los pocos metros cuadrados que rodean un sofá roído que se resiste a morir. Al parecer, el ‘Che’ andaba escondiéndose de algunas autoridades y, simultáneamente, buscando un refugio. La lepra era la especialidad del Guevara estudiante de medicina.
Fue el reconocido Dr. Hugo Pesce –ex profesor del propio Dr. Uriel García y amigo de familia– quien lo llevó al Leprosorio de Guía. En el Perú, el ‘Che’ conoció a fondo la malatía o lepra. También el marxismo. “Él pensó que haciendo una revuelta en el centro paralizaría todo el país”, cuenta Uriel. “Pensaba que la pobreza de los indígenas generaría una reacción similar a la de los proletarios europeos, también pobres. Pero los indígenas los vieron barbudos y no confiaron en ellos”. El Dr. Hugo Pesce, mentor ideológico del ‘Che’, lo acercó a la lepra y al marxismo. Está escrito en la bitácora de viaje del propio Guevara, y la relación profesor-alumno fue llevada al cine por Walter Salles (director) y Robert Redford (productor) en Diarios de Motocicleta. Pesce (interpretado por el peruano Gustavo Bueno) se formó en Italia, donde forjó el Partido Social Cristiano. En Perú, a su vuelta, fundó junto a José Carlos Mariátegui el Partido Comunista. Su afición por las tertulias y su sapiencia en el tema de la malatía hicieron que el ‘Che’ y su amigo uruguayo, Alberto Granados, tocasen la puerta de su casa en Breña una noche de verano de 1952. El Dr. Pesce le brindó casa y comida en el Hospital de la Portada de Guía (ver CARETAS 1754). El mismo Pesce, luego, lo recomendó con el Dr. Bressani para que éste lo aloje en la colonia leprosa de San Pablo.
Los anónimos leprosos del Rímac son sólo algunos de los peruanos tocados por el ‘Che’. Además de la aprista Hilda Gadea, su primera esposa. Y Luis de la Puente Uceda, fundador del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). A juzgar por los escritos de Ernesto Guevara, también los peruanos tocaron al ‘Che’. (C. Cabanillas)

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