miércoles, 23 de enero de 2013

El ejército fascista francés comienza a actuar en Malí


Lo que hasta hace unos días eran voces de alarma hoy se han convertido en evidencias visibles. Lo que era miedo hoy es una realidad. La cacería étnica ha comenzado. Se lleva a cabo de forma oculta, por la noche, en lugares apartados. El Ejército francés dice que “no hay ninguna evidencia” y un alto mando maliense que “no ha escuchado nada”. Pero los habitantes de Sevaré, en el centro de Malí, no son ciegos ni sordos. Y últimamente tampoco mudos. Empiezan a hablar de cosas que ocurren, de tiros en la cabeza, de pozos llenos de gente, de cadáveres en descampados.

El objetivo de esta represalia son las personas de origen árabe, tuareg o incluso peules, habitantes del norte o extranjeros “de piel clara”. Se les acusa de colaboracionismo con los rebeldes tuaregs del MNLA o con los grupos islamistas radicales, se dice que son espías o combatientes infiltrados. Y no hay juicio ni defensa posible. El alcalde de Mopti lo decía claramente hace unos días, “se acabó la tolerancia, todo sospechoso debe ser denunciado”. La espiral de miedo y odios cruzados que genera la guerra y que parte de dos premisas falsas.


Premisa uno. “Todos los tuaregs son rebeldes”. Esta afirmación es, sencillamente, falsa. Conozco a muchos tuaregs que no simpatizan en absoluto con el MLNA, que rechazan sus técnicas, su manera de proceder y sus objetivos. Que les odian incluso. Pero da igual. Basta que vistas la ropa tradicional tuareg o que hables tamashek para convertirte en sospechoso. Sobre toda una etnia recae la acusación de haber desestabilizado a todo el país cuando el 17 de enero de 2012 fueron solo unos pocos miles los que se alzaron en armas contra su Gobierno.

Premisa dos. “Todo árabe de piel clara es un terrorista”. Tan falsa como la anterior. Los ciudadanos del norte peules o de origen árabe están señalados pese a que muchos de ellos, la inmensa mayoría, han sufrido con la llegada de los yihadistas todo tipo de abusos y arbitrariedades. Reprimidos por unos, reprimidos por otros. ¿Se puede imaginar peor destino? Muchos están ahora abandonando las ciudades del norte porque creen que lo que está por venir será aún peor que lo que ha venido hasta ahora.

Los norteños se afeitan la barba, guardan sus ropas tradicionales e intentan salir lo menos posible a la calle. En Mopti y Sevaré, a partir de las nueve hay toque de queda y la noche ampara todo tipo de abusos. Amnistía Internacional, la Federación Internacional de Derechos Humanos y Human Rights Watch ya hablan sin tapujos de testimonios y pruebas de que esto está ocurriendo. Y señalan directamente al Ejército de Malí. A mi modo de ver, la mejor prueba es la foto que acompaña este artículo y que fue tomada por una compañera periodista en mi presencia. Me hablaron mucho, pero antes de publicar nada preferí verlo con mis propios ojos. Y allí estaba. Un cadáver semienterrado del que sólo asomaban sus nalgas y su brazo izquierdo. Lo conté en este artículo publicado este lunes en El País.

La actitud que Francia está mostrando hacia esta suerte de cacería étnica es por ahora, lamentable. “No hay evidencias”, decía un portavoz del Ejército galo. Igual si los soldados franceses salen a las calles de Sevaré, caminan un poco, escuchan a la gente y abren un poco los ojos, cambian de opinión. Quizás aún se esté a tiempo de parar esto, de impedir que el afán de venganza se lleve a más inocentes por delante. Otra cosa es que esto les interese lo más mínimo. Así es la guerra, piensan muchos.

Esto en Mopti. Pero, ¿y en las zonas de combates?, ¿qué está pasando? La cobertura telefónica está cortada y el Ejército maliense ha tejido una tupida maraña de controles que impiden el acceso a las verdaderas zonas de guerra. Sólo abren las puertas cuando todo está “limpio”, cuando los muertos han sido retirados. Hace ya unos cuantos días que Konna fue liberada, pero no dejan pasar a los periodistas ni a las organizaciones humanitarias. “No hemos hecho prisioneros”, asegura un coronel maliense. ¿A qué les suena? Médicos sin Fronteras lleva una semana intentándolo sin éxito. Los limpiadores se toman su tiempo y no quieren testigos.
La cacería étnica ha comenzado

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